Capitulum VII

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Cómo todo en esta vida, hay momentos buenos y otros no tan buenos. Pero seas quien seas, vayas a dónde vayas, los malos momentos te perseguirán y no podrás hacer más que enfrentarlos.

En mi caso, como el idiota que era, había aceptado ir a lo que sería mi propia perdición, siendo esta un maravilloso fin de semana en las nevadas montañas de Busan junto al chico rubio con el que estaba molesto —no en gran medida— y con la maravillosa idea de conocer a la pareja de mi jefe del cual me gustaba desde hacía tiempo y que, como ya sabrán, para él, yo no era nada más que un simple amigo y compañero de trabajo.

Por parte lo agradecía. Que me viese de esa forma, evitaba cualquier tipo de problema con respecto al trabajo y nosotros podríamos seguir con una relación de amistad simple y sin complicaciones.

¿La otra parte y la que no agradecía? El estado deplorable y lleno de lágrimas cual adolescente rechazada que estaba pasando.

Me había pasado la semana siguiente a la noticia llorando todas las noches y cuestionándole al cielo el por qué no podía ser yo el que provocase ese sonrojo, o ser yo el único receptor de esa sonrisa cuadrada llena de amor y sentimientos.

Pero, a medida que el tiempo avanzaba me daba cuenta. Yo no podría ser nunca algo más que una amistad para el castaño por el simple hecho de que yo era un hombre y Taehyung también lo era.

Nosotros estábamos destinados a eso, amigos y nada más que amigos. Porque dos hombres no podían mantener una relación amorosa y ser vistos y aceptados por la sociedad. Tan cerrada de mente y crítica, que la gente homosexual tenía el miedo de ir por la calle, exhibiendo la relación con su pareja por posibles ataques.

Eso sí, yo no estaba en lo absoluto a favor de la violencia homofóbica. A pesar de odiarlos —cosa que era extraño respecto al rubio—, no les deseaba ningún mal en particular. No tenía el deseo de que todos aquellos que gustasen de su mismo sexo debían ser golpeados o asesinados a manos del estado. Encerrados, tal vez. Sin embargo, no voy a negar que más de una vez repudié ver las muestras de cariño que parejas homosexuales mostraban a plena luz del día en las calles y, en esos momentos, deseé que aquellos no existieran. Pero por lo demás, yo no tenía problema siempre y cuando no se acercan a mí.
Ellos eran libres de amar a quien quisieran siempre que se mantuviera lejos de mi alcance y así no pudiese ver su asquerosa presencia.

¡Ah, si! Los malos momentos.

Cómo iba diciendo, la semana siguiente a aquello estuve en un estado para nada presentable y ya apenas quedaban unos días para navidad, por lo que, nuestro viaje, se realizaría para esa víspera.

La Navidad solía pasarla en casa, solo y sin riesgo de tocar a nadie o sufrir algún ataque. Este año sería algo nuevo para mí, sin contar la escalofriante idea que el castaño había tenido con respecto a esquiar los dos días de nuestra estancia.

Yo desconocía hasta los principios básicos del esquí y eso se debía a que nunca había pisado una montaña helada, mucho menos, realizado ese peligroso deporte.

Tenía claro que intentaría negarme a realizarlo hasta que mi boca se quedase sin saliva o el sol en el horizonte se escondiese, sin dejar oportunidad para esquiar por la oscuridad de la noche. No obstante, no tenía por seguro que me libraría de mi vil destino y que terminaría rodando colina abajo, metido en un traje para la nieve y con un par de botas de esquíes en los pies. Lo más probable era que yo sucumbiría a los encantos del castaño —un vez más— y terminaría de esa forma tan peligrosa con tal de ver la sonrisa del chico.

Este año, los pocos familiares que me quedaban se reunirían todos en Busan, llorando mi perdida y, el motivo de mi muerte, sería "caída rodando desde una colina por ser un idiota y no saber usar un esquí". Algo así más o menos pondría en mi lápida.

Misophobie • JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora