Capitulum I

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  Jeon jungkook

25 de agosto de 2008, Busan, Corea del Sur

Las personas paseaban despreocupadamente por las veredas transitadas de Busan y los automóviles circulaban, esperando por llegar a sus destinos. El sol resplandecía radiante en lo alto del firmamento y la brisa fresca de verano corría meciendo todo a su paso. Todo a mi alrededor se encontraba tranquilo y mi corazón latía con calma en mi pecho, libre de preocupaciones. Apenas habían trascurrido un par de horas desde que el sol se alzaba en el cielo regando con su luz todo en su camino que, mi compañero de trabajo y superior, Kim Taehyung, me había citado en el lugar en el que me encontraba ahora esperándolo. Nunca me gustó salir de casa desde que tenía 10 años y por ello decidí que mi oficina sería mi hogar junto con la compañía de mi portátil y algún que otro papel sobre el extenso escritorio de madera robusta.

No podía considerar que mi vida fuese mala, al contrario, todo en ella era tranquila y llevaba una serena rutina en mi día a día. Disfrutaba de la comodidad de mi estancia la cual siempre se encontraba impecable y fuera de impurezas y, los atardeceres, eran mis partes preferidas del dia. Me sentaba junto al gran ventanal que la sala de estar poseía y la taza de té verde que calentaba mis manos era una sensación reconfortante sobre mi fría piel. Apreciar la hermosa vista que me brindaba la gran esfera en su despedida para dejar que un nuevo día comenzase, era tranquilizante, gozando de la dulzura con la que los rayos de luz violáceos acariciaban la piel de mi mejilla, siendo acunada por la brisa del crepúsculo. Era una sensación increíble y cada vez que me encontraba sentado frente al los amplios cristales siempre en el mismo momento en el que la noche acechaba, le rogaba al cielo por poder curarme y acabar con todo la soledad y vacío que sentía.

Desde mi décimo cumpleaños, había vivido temiendo por ser tocado. Cualquier señal de gérmenes o enfermedad me hacía temblar asustado y por ello,no había mantenido contacto humano desde hacia 11 largos y pesados años, llenos de angustia y desolación, consumido por agrios sentimientos que me acompañaban a cada lugar en el que estaba y nunca salían de mi mente. Desde ese día, le rogaba al cielo por curarme de esta enfermedad y le pedía a mis difuntos padres que enviasen a alguien quien pudiese librarme de todos estas retorcidas cavilaciones, anulando la desazón que mi alma arrastraba con ella, cargando el anhelo de poder sentir el calor de la piel de alguien más sin, mi cuerpo, sufrir un ataque por ello.

Quería volver a poder salir de casa con normalidad o ir a comparar sin tener que esquivar a la gente quienes hacían sus quehaceres despreocupadamente. Ansiaba con el día en el que podría abrazar o ser abrazado por alguien sin que tuviese que correr a descontaminar mi cuerpo y prendas al instante, sintiendo como mi pulso aumentaba a punto de mi corazón pareciese suerte salir de mi pecho y alejarme de este mundo de los vivos. Anhelaba con cada centímetro de mi alma ser normal y llevar una vida como de niño solía hacer. Deseaba con intensidad todo eso y no dejaba de rogar porque alguien viniese a ayudarme y superarlo después de 11 años sumidos en la miseria del ruego silencioso por volver a poder estar bien.

Cada día de esta última década, la desesperación en la que me iba hundiendo era cada vez más profunda y ya apenas mis ojos alcanzaban a ver la superficie de aquel hoyo alejado de la sociedad.

Dejando todos esos pensamientos de lado, me encontraba sentado en una cafetería no muy alejado de mi hogar donde me encontraría con mi superior laboral. Durante todo este tiempo había sabido apañármelas sin sufrir apenas por aquella enfermedad a la que catalogalizan como misofobia. Poco después de empezar a padecerla y no saber qué era lo que ocurría con mi cuero y sus reacciones al contacto humano o la incapacidad a poder realizar acciones cotidianas con normalidad, me informé sobre ella y pude saber que era lo que estaba mal conmigo. En ese entonces yo apenas tenía 10 años y mi mente era más frágil y vulnerable por lo que, al comprender que me pasaba y abrumado aún por los recientes sucesos que pasé esa inmencionable época, mi mente no llegó a asimilarlo de la mejor forma, sufriendo mi primer ataque de ansiedad en mi vida y desencadenando desde ese instante una vida miserable y llena de desolación.

Misophobie • JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora