Capitulum XXII

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Un escalofrío recorrió mi cuerpo, hacia frío. De a poco, mis ojos fueron abriéndose, pestañeando varias veces tratando de acostumbrarse a la tenue claridad que entraba por la ventana. El clima fresco de otoño se estaba haciendo presente y el susurro del viento por las calles lo confirmaba. Los árboles con sus hojas desprendiéndose y cayendo a las aceras para teñirlas de vivos tonos otoñales; los anocheceres oscureciendo la ciudad con más rapidez y los estudiantes comenzando sus clases después de unas largas vacaciones de verano. Pero, a pesar de los pocos grados que hacía en el exterior, mi cuerpo se mantenía envuelto en un aura de calidez esa mañana.

Tras despertarme, mi inercia fue removerme entra las suaves sábanas para comenzar lo que sería un día más de trabajo. La alarma de mi despertador no había sonado aún, extrañándome porque mi cuerpo no pedía dormir más y, a pesar de la temprana hora, decidí levantarme.

Mala decisión.

Moví mi cuerpo perezoso resultándome imposible avanzar entre las sábanas. ¿Pero qué…? Fue mi primer pensamiento. Algo o alguien rodeaba mi cintura y, al mirar hacia aquella zona, mi rostro ardió avergonzado al ser consciente de que no llevaba nada de ropa. Entonces, comencé a recordar.

¿Eso realmente había sucedido el día anterior? ¿Yo de verdad podría darme como curado de la misofobia al haber superado mi mayor miedo y entregado mi cuerpo al rubio? ¿Nada había sido un sueño?

No, y los fuertes brazos de Jimin rodeando mi cadera desnuda me confirmaban aquello.

Sentí el aliento cálido del chico en mi nuca provocando que todo mi vello se erizara y mi órgano latiera con fuerza en mi pecho. Esto era real, no era un  sueño o una ilusión, Jimin realmente se encontraba a mi lado, dejándome sentir su suave piel desnuda contra mi cuerpo y haciendo que la sonrisa más estúpida se formara en mi rostro acompañando al rubor de mis mejillas.

Quería gritar de felicidad. Tal vez las circunstancias que impulsaron ese acto de pasión no fueron exactamente buenas pero nosotros lo habíamos hecho, Jimin y yo nos demostramos nuestro amor con algo más que palabras y eso fue más que suficiente para hacerme saber que, amarlo, no era un error. 

La dulce forma en la que me infundió tranquilidad con sus besos; lo abrasadores que sus dedos se volvieron al recorrer cada centímetro de mi piel; su forma de mirarme como si yo fuera todo su mundo, y lo cuidadoso que fue el rubio con sus actos para que todo resultara perfecto para mí y no me asustara de más. Le agradecí aquello último, puede que no hubiera visto a la persona frente a mí por todo este tiempo pero si pude percibir lo mucho que el psicólogo hacía para que yo disfrutara de aquella experiencia que él más que nadie sabía que era un gran paso para mí y todo aquello me hizo sentirme seguro entre sus brazos, siendo bañado por su aroma y sabiendo que Jimin era el indicado. Amé la forma en la que me hizo el amor como si fuera mi primera vez y esperaba que, aquella sensación, se repitiera de nuevo.

Llevé mis manos a mi rostro acalorado al recordar los pasados acontecimientos. Era feliz, ahora si podía serlo por fin. Después de tantos años sumido en el mismo infierno, solo, vagado por una corriente sin rumbo que me hacía ahogarme más y más profundo cada día que pasaba, el pelirrubio resultó ser mi salvación y me sacó de aquella corriente amarga para endulzar mi existencia con sus sonrisas y besos. Y eso no solo lo hizo desde hacía un año, sino, llevaba haciéndolo desde más de una década, cuando la aparición del pequeño niño de regordetas mejillas vino a socorrerme aquella tarde en el parque al verme llorar. Park Jimin fue mi luz y mi guía desde un inicio y, aquella luz que pareció apagarse con le tiempo, ahora iluminaba mi alma más que nunca.

A lentos y cuidadosos movimientos, me giré para mirar su rostro tranquilo y sumido en un profundo sueño. Su respiración calmada me indicaba que se encontraba en los brazos de Morfeo por lo que no tardé en perderme en su rostro con total libertad. 

Misophobie • JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora