Capitulum XIX

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Todo lo que necesitaba, lo que había anhelado por meses y la verdadera razón de mi felicidad, se encontraba unas horas de aterrizar en el aeropuerto de Busan y yo no podía hacer nada para frenar el energético latir de mi corazón al pensar en su regreso.

Estábamos a finales de octubre. El verano se había ido alejando poco a poco y ya apenas quedaba rastro de aquella cálida estación en el clima. La brisa otoñal y los colores marrones y rojizos bañaron las veredas, dándoles tonalidades vivas y pintorescas allá donde pasaban con sus colores.

Como algo tradicional, no tardé en sacar la caja de sudaderas y abrigos que había guardado en el fondo del armario con la llegada del verano y que, de ahora en adelante, se harían necesarias. No había cosa que más odiara en el mundo que el frío y la lluvia. No existía nada bueno con la presencia de estos y nadie podría negármelo. Los animales indefensos se congelaba n en el bosque hasta su último respiro helado y las precipitaciones creaban desastres en todos los lugares donde pasaban, arrasando todo con su transcurso y no dejando más que restos y malos sentimientos. Pero hacía poco había comenzado a amar los climas fríos y todo ello se debía a la llegada del más bajo a mi vida.

Cuando la temperatura bajaba, poseía de la excusa perfecta para enrollar al mayor con mis brazos y embriagarme con su perfume de mandarina y menta. Creía que, el calor que desprendía el pequeño cuerpo del chico, era suficiente para derretir los casquetes de hielo y calentar familias enteras sin hogar. Pero, aunque sonase egoísta, el calor del psicólogo era exclusivamente mío y lo agradecía.

Tomé una ducha antes de subirme a un taxi y dirigirme en busca del castaño. Hacía unas semanas había cortado mi cabello por lo largo que este estaba tornándose y cada vez se me dificultaba más el mantenerlo sin ser una molestia. Jimin me había dicho que no lo cortase porque le gustaba, pero se volvió tedioso mantener siempre las hebras negras en una coleta que no lucía para nada bien en mí, o al menos eso pensaba. Por ello y sintiéndolo mucho por el mayor, le pedí a Taehyung ayudarme con el corte y el resultado no me decepcionó en lo absoluto, me veía bien, incluso después de afeitar el poco vello que poseía en mi rostro yo parecía haberme vuelto más joven y apuesto que antes. Esperaba porque Jimin pensara lo mismo cuando me viera en unas horas.

Como había dicho, me levanté esa mañana y me dejé llevar por la calidez de la lluvia artificial de mi baño. Todo parecía ir bien este último tiempo, al menos mejor que antes. Si que no iba a negar que un ligero estado de depresión me consumió al privarme del ver al castaño y, como en un pasado, dejé de comer. Todo eso se acabó cuando, en una de nuestras muchas llamadas, el mayor preguntó por mi alimentación y no me quedó de otra más que delatarme, recibiendo una regañina por el chico y teniendo que hacer un esfuerzo enorme por volver a comer. Jimin estaba preocupado por mí y me lo dejó saber con sus palabras.

Trabajé unas cuantas horas desde temprano y por fin, cuando el reloj de la sala marcó las 13:45 p.m. corrí fuera de mi departamento, con el corazón en la mano y mi alma chillando de alegría al saber que en unos minutos volvería a reunirse con la razón por la que estaba bien. Una sola palabra, una sola persona y un único nombre era lo que mi cabeza no dejaba de pensar. Jimin era aquel al que todo mi cuerpo reclamaba y el cual entumecía mis sentidos con solo saber que lo vería después de mucho tiempo.

Jimin.

Corrí a pesar de que todo a mi alrededor había desaparecido y lo único que escuchaban eran mis latidos acelerados. No me detuve cuando sentí mis piernas fallar o mi respiración ser irregular. No dejé que nadie se interpusiera en mi camino de reencontrarme con él porque era lo único por lo que yo había estado rogando estos meses en su ausencia. Y, por fin, lo vi desembarcar, con su cabello en un tono rubio de nuevo y portando unas pesadas maletas.

Misophobie • JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora