Capitulum XVII

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Me había encerrado en casa desde entonces. El período de una semana era lo que a duras penas había pasado y el mes de abril asomaba a la vuelta de la esquina.

El mundo siguió girando, hubo un momento en el que llegué a pensar que se detendría y ese momento sería crucial en mi existencia porque eso significaría que Jimin, habría muerto.

Las pesadillas se volvieron constantes con las escenas del mayor falleciendo de diferentes formas pero con la misma causa, y esa ya la conocían de sobra.

Pero, cuando despertaba, bañado en sudor y el temor a que fuese cierto susurrándome en el oído, ese mismo día horas después, recibía una llamada del más bajo contándome sobre su día y preguntando por el mío, o pidiéndome vernos porque, según él, me echaba de menos.

Me tranquilizaba oír su voz a través del teléfono y más verlo en persona, pero la inquietud de que en algún momento, el castaño se esfumase de mi vida dejando una herida sin poder cerrar tras su partida, estaba ahí, dispuesta a no dejarme descansar en condiciones y haciéndome realizar mi trabajo con dificultad.

Pero, dejando eso a un lado, mi cabeza formulaba recuerdos con aquel pequeño niño, Mochi era el apodo que yo usaba pero no su nombre real, ese no lo recordaba. Momentos vividos a su lado y la manera en la que conocerlo influenció en mi forma de ser en la actualidad.

No me gustaba verlo llorar, sinceramente, no recordaba haberlo visto nunca y por eso, pensar que podría haber derramado lágrimas tristes como en mi visión con el mayor, por esos diminutos ojitos, me hacía entristecer. Lo poco que recordaba era lo bueno que era aquel pelinegro y con eso en mente, no le deseaba ningún tipo de mal. 

Llegué a plantearme buscarlo pero descarte esa idea rápidamente. ¿Cuánto tiempo podría haber pasado desde la última vez que lo había visto? Fácilmente, trece años. Lo conocí antes de sufrir de misofobia, con apenas tres primaveras y aquel muchacho con alguna más, era mayor que yo. Había algo que me atormentaba desde que empecé a recordarlo y eso era que nunca llegué a despedirme de él. Poco después de la partida de mis progenitores a un lugar mejor, mi hermana y yo nos vimos obligados a mudarnos por una temporada con unos parientes en Gangweon-Do, al otra extremo de Corea del Sur, de Busan de donde Mochi y yo procedíamos y nos conocíamos. No tuve la oportunidad de decirle a donde me dirigía o siquiera decirle que algún día me gustaría volver a verlo, tampoco tuve el animo por lo destrozada que resulto mi vida de una mañana a otra y como estaba intentando recuperarme poco a poco, aunque nada fuese el resultado de intentar sobrellevar todo a esa temprana edad y con los traumatizantes acontecimientos recientes.

Pensé en contarle de esto a Jimin, de que recordaba a mi primer amor de la infancia y que me gustaría buscarlo para al menos saber que estaba bien pero, claro, ¿Cómo le dices a la persona que te gusta y con la cual mantienes una relación de coqueteo que quieres buscar a otro hombre del que no sabes ni su nombre y que es posible que ni siquiera te recuerde? Mi vida estaba resultando tediosa estos últimos días y la situación con el mayor no ayudaba mucho. 

Pero seguía ahí, adelante en aquel camino de rocas y sin mirar para atrás en ningún momento o pararme para tomar un descanso. El camino de mi existencia había tenido algunos baches y desvíos estos últimos meses. Desde tomar el desvío de los sentimientos por el mayor hasta dejar ser tocado por él. Algunos baches emocionales como llorar al enterarme de la relación de mi jefe o los nostálgicos sentimientos por mis padres fallecidos. Habían sucedido muchas cosas en menos de un mes, demasiadas diría yo para lo que mi pobre y frágil corazón podía aguantar. Pero aquí estaba, superando una etapa más con la cabeza en alto y buscando por encontrar la felicidad en la mayor parte del recorrido de la vida posible. Y eso, aguardaba al castaño con ello.

Misophobie • JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora