06 │Confía en mi.

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Lamento que haya tardado tanto ;( Mas tarde llega otro si tengo tiempo :0





Me levanto del incomodo asiento de hospital y empiezo a caminar en círculos por la sala de espera.

¡Odio los hospitales! ¿Mencione que mi padre murió por cáncer? Sí... Sucedió cuando tenía doce años, prácticamente pase todo un año en un hospital. Incluso si mi mamá insistía en que vaya a casa con mi tía Katherine, yo iba a negarme y quedarme el más tiempo posible con papá.

Me trae pésimos recuerdos. Quiero irme de aquí. Ya, pero West esta aquí, y no puedo dejarlo, por mas tentada que este en darme la vuelta e irme.

—¿Puedes quedarte quieta?—gruñe Aaron observándome caminar—. Me estas mareando. Me paro de seco y lo miro.

—Entonces deja de mirar —elevo mis cejas y continuo mi caminata.

No quita sus ojos de mi.

—Sé que no te gustan los hospitales pero por lo menos juega al Candy Crush en tu móvil...No lo sé, haz otra cosa.

—Tengo poca batería—explico pero accedo a su petición y vuelvo a sentarme. 

Aaron se encoje de hombros y vuelve a su rutina de observar el suelo como imbécil.

—Muero de hambre—se queja Matthew en su silla de ruedas que la pusieron a unos metros de nosotros.

—¡PASAMOS TRES HORAS EN ESTE HOSPITAL!—chilla mi hermanastra molesta.

Me voy a quedar sorda en breve.

—Gracias por recordármelo—pongo mis ojos en blanco. La inteligencia rebalsa en Leslie Stuart.

—¡NO TENGO MI ROPA TODAVIA!—vuelve a chillar. ¡Que alguien la mate! ¡YA!

Disimuladamente me paro —no sé qué hay de disimulado en eso— y me alejo de la sala de espera, los gritos de Leslie me están haciendo doler la cabeza y mas mis nervios, no ayuda.

La habitación de West, donde está ahora, esta en el quinto piso. Nosotros estábamos en el primero. Presiono el botón del ascensor.  Espero un rato y este se abre. Entro y marco el quinto. Empieza a ascender y para en el segundo. Odio cuando la gente se une en los ascensores.

De el, un chico entra. Es alto, casi como Aaron. Su cabello es castaño corto y tiene unos ojos verdes hipnotizantes. A juzgar por su rostro y su forma tan juvenil de vestir, le calculo unos 18 años.

—Hola—saluda al entrar.

—Hola—lo saludo sin muchos ánimos. No es que no sea amigable, pero no me gusta establecer conversaciones con extraños.

—Soy Mason —se presenta.

Gran dato. Ojalá te hubiese preguntado.

—Indiana—le respondo no queriendo parecer descortés. No presiona ningún botón y asumo que va al quinto piso.

—No eres de aquí, ¿verdad? —se gira a preguntarme—. El pueblo es bastante chico, creo que me acordaría de una chica como tú.

¿Eso es una insinuación?

—Eh, no. Vengo a pasar el verano en la casa de mis tíos.

Bien Indiana, cierra el pico ya diste mucha información. No conoces a este tipo.

—Que bien. ¿Me pasas tu número? Sería genial si podemos salir a tomar algo.

—¿Cómo en una cita? —volteo a mirarlo.

Las puertas del ascensor se abren, al fin. Se estaba tardando demasiado.

Mason me mira con sorpresa y mis mejillas se tornan rojas. Acabo de malinterpretar una situación.

¡Aléjense, Playboys! (SIN EDITAR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora