XVII: Con su muerte el diablo gobernó.

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Baba murió de un infarto mientras tenía sexo o eso decían. Me había enfurecido tanto que no lo comprendía del todo, cuando me calme y pude entender lo que sucedía pedí que D'mic viniera a mi. Ella se negó a verme, puso resistencia y arruinó mi poca calma. Mi abuelo había muerto, ya no tenía nada por lo que ser bueno y el mando se me entregaría al cumplir 21 años.  No sabia porque esa regla, no entendía como me había quedado completamente solo a los 15 años. Fue tanta impresión que con ira fui por D'mic.

Miré fijamente la hacia los lados con fastidio, no podía seguir pensando en ello, aunque leerá imposible. Hoy era la coronación, la entrega o como quieran llamarle aquello. Pero mi mente solo era invadida de recuerdos de mi baba y D'mic.

D'mic temblando

D'mic llorando

D'mic llena de sangre

D'mic en la cumbre de un orgasmo

D'mic

D'mic

D'mic

Golpee con fuerza el vidrio del baño y escuche como éste caía hecho pedazos en el suelo. Gruñí enfurecido y mirándome trae el pedazo que quedó estrellado. Mi rostro lo adornaba una sonrisa, una  retorcida y escalofriante sonrisa que asustaba a mis empleados e incluso a mi propio séquito. Mordí con fiereza mi labio inferior, no podía, no me permitían tener un desbajo justo cuando iba a recibir para lo había sido preparado toda mi vida.

Había estado en contra de mi estadía en mi país natal, había querido irme, pero Rakj e incluso Dannah me recomendaron volver y de alguna manera me hicieron entrar en razón. Tenía que ejercer este cargo, tenía que implementar todo por lo que había luchado.

Que me aceptaran fue algo fácil y agradable, era el príncipe más aclamado y pronto me volví el más querido. Mi "padre" intento volver y quitarme el trono, incluso uno de los hijos de los hermanos de Baba. Pero baba había dejado muy en claro que en la línea de sucesión seguía yo y asi era, así estaba y así sería. Las leyes y normas así lo proclamaban.

Un montón de mujeres entraron para ayudarme a limpiar mis manos llenas de sangre y cambiar mis ropas por una limpia del mismo líquido que cubría mis manos, rostro e incluso el piso del cuarto de baño.  Ahora me encontraba entrando a donde se hacía la ceremonia. Saludé a todos y por último; mi padre y madre. Quienes vi con superioridad y fastidio.

Assalam Alaikum—, murmuraron antes de que yo pudiera decir algo, eleve mi ceja y asentí. No había dado dos pasos cuando sentí largos dedos envolverse en mi brazo.

—Hijo...—, sonreí mirándola tras mi hombro—, soy tu madre, no puedes dejarme en la calle...

—Debio pensar eso antes querer albortarne—, gruñí soltandola de mi y comencé a caminar. Ganas no me faltaban para desaparecer su mísera existencia y lo haría, pero no podía ser hoy, ni ahora.

La ceremonia paso lenta y fastidiosa, al cabo de unas horas ya estaba en la celebración donde muchos estaban cuchicheando y demás, viendo a mujeres bailar y danzar. Estaba tan harto que no siquiera estaba prestando atención hasta que uno de mis primos soltó:

—Hadid jamás se casará—, la mesa se quedó en silencio y mis ojos se posaron en él con fastidio.

—¡Hijo!—Chillo su padre y yo eleve una ceja sin expresión alguna.

—¡Es la verdad! ¡Hadid diles!

—Hijo, cállate—, reclamo mi tío y yo solo ignore su presencia.

—¡Papá él es gay!—Y entonces todos se volvieron a callar y mi mirada regreso al que había cavado su propia tumba.

—¡Lo siento su majestad! ¡Hassan no sabe lo que dice! ¡Debe disculparlo!—Mis labios se elevaron en una sonrisa macabra y él chico fijo sus ojos en los míos retandome.

Traeme a su prometida, veremos quién es gay—, todos se quedaron de piedra con mi comentario y luego reí sin gracia—. Dejaré pasar esto y solo porqué estoy cansado, así que si me disculpan... Que disfruten el resto de la noche, señores—. Me levanté y murmuré una despedida, pero cuando estaba de espaldas el joven lanzo un comentario que hizo que lo enviara a los calabozos por difamación en mi contra. Nadie se impuso contra mi voluntad y como haría tal cosa ¡Yo era su rey! ¡Yo era el diablo que con la muerte gobernó!

Ll.

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