Είκοσι τέσσερα: "La elegida" (final)

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Un año después...

Sí, definitivamente había sacado de quicio al profesor. Cada que él trataba de refutar las ideas de Camila, terminaba callándola frente a todo el grupo y sacándola del salón.

—¡Deja de decir barbaridades, Camila! —el profesor se acercó amenazante a su pupitre—. Cuando quieras participar en mi clase, asegúrate de hablar cosas coherentes, todos viene aquí a aprender y no voy a dejar que le faltes el respeto a tus compañeros hablando tonterías. Me estoy hartando de tus fantasías.

—Lo único que digo es que uno puede llegar a travesar una pared —se defendió Camila acomodando los mechones de pelo que caían sobre su frente. Había dejado atrás su cabello dividido por la mitad y se había sacado un cerquillo. Siendo honesta consigo misma, no podía negar que se veía de maravilla—. Se le dice tunelear, no me lo estoy inventando. En el mundo cuántico...

El profesor rodó los ojos y la interrumpió.

—El mundo cuántico, el mundo cuántico —la remedó agitando los brazos—. Deja de parlotear como si supieras de lo que estás hablando, ¿qué? ¿nos quieres convencer de que tienes poderes para ver cosas que nadie más y que puedes atravesar paredes? ¿te crees así de especial?

Camila sintió una punzada de nostalgia al recordar la primera vez que había conseguido tunelear. Fue después de cruzar la puerta de los tres cerrojos, que le había dado acceso al fabuloso mundo cuántico. Allí había vivido las aventuras más increíbles de su vida. Apartó con rapidez ese recuerdo de su mente para justificarse ante el malhumorado profesor.

—No se me daría mal —dijo con un toque de orgullo—. Si tan sólo reformaran el sistema educativo para cambiar el plan de trabajo y nos enseñaran física cuántica, entendería que nada de lo que le digo son fantasías mías, hasta entenderían lo sencillo que es teleportarse. De todos modos, en el mundo clásico no es muy posible atravesar una pared sin pulverizarse los huesos, aquí no vale la pena intentarlo, pero en el mundo cuántico...

—¡Estoy harto! ¡Sal ahora mismo de mi clase! —gritó el profesor con tanto énfasis que Renata, en el pupitre junto al de Camila, se encogió en su lugar.

Con los puños apretados, Camila se levantó de un respingo y metió sus cosas en la mochila. Al salir del aula, apoyó su espalda contra la fría pared del pasillo. Cerró los ojos y se ladeó para golpear suavemente la pared con su hombro. Aunque sabía que era improbable, o lo más cercano a imposible que pudiese imaginar, albergaba la esperanza de tunelear de nuevo, como si fuese una prueba de que lo vivido junto a Lauren, Mhuff y sus amigos del mundo cuántico no había sido producto de su imaginación. Pero se topó, una vez más, con la dureza de la pared.

Quizá Arteaga tuviera razón y lo que debía hacer era dejar de soñar y volver al mundo real. Aunque su realidad no pintaba muy bien en ese momento; era la tercera vez que el profesor la sacaba del aula. Eso implicaba que podría reprobar por inasistencias si él así lo decidía, si no cumplía con el ochenta por ciento de asistencias no tendría derecho a examen y se iría a extraordinarios. Su madre se iba a poner histérica.

Con pasos perezosos se dirigió a la biblioteca para pasar el tiempo que le quedaba hasta que terminara la clase de la que la habían corrido, después vendría el descanso de media hora y entraría a Filosofía. Al menos en esa materia el profesor no la creía una loca que hablaba fantasías para llamar la atención, al contrario, era el profesor quien soltaba de pronto cosas que sonaban a disparate, pero después las explicaba y Camila terminaba fascinada. Se sentó en el lugar que quedaba frente al aire acondicionado y metió su mano en su mochila para sacar sus audífonos, pero la sacó inmediatamente cuando tocó algo que se movía. Asomó la cara al interior de la mochila y se sorprendió de ver que el reloj de bolsillo, que Kairós le había dado, emitía un calor anormal y liberaba un ligero zumbido mientras vibraba.

Ambos mundos en tus ojos ||Camren||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora