Πέντε: "El taller de Relojería Relativa"

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—La luz viaja a unos 300 000 kilómetros por segundo. Pero aunque sea un bólido, la luz tarda un tiempo en llegar hasta nuestros ojos. La luz que llega del Sol, por ejemplo, tarda unos ocho minutos en recorrer los 150 millones de kilómetros que hay hasta la Tierra. De modo que si miramos al astro rey con unos lentes de sol especiales, lo que vemos es la imagen de esa bola gigantesca de hace ocho minutos. Si un mago cósmico lo hiciera desaparecer ahora mismo, lo seguiríamos viendo durante esos ocho minutos. Si eso sucede con el Sol, que es la estrella más cercana, imagina lo que ocurre con la luz que ha salido hace millones de años de galaxias lejanas. Muchas de las estrellas que vemos por la noche ya no existen —finalizó el relojero con una sonrisa.

Camila asintió con la cabeza. Nunca lo había pensado de ese modo. Había leído que las estrellas del firmamento estaban a distancias enormes. Distancias tan grandes que no se median en metros o kilómetros sino en años luz: el espacio que recorría un haz de luz en ¡todo un año!

Mientras Camila era observada atentamente por Lauren que estaba recargada en un estante y de brazos cruzados, Mhuff retomó la explicación.

—Imagina que en un planeta a 528 años luz de distancia hubiera un astrónomo con un telescopio tan potente que pudiera ver con detalle lo que sucede en la Tierra. Si apuntara hacia América , ahora mismo vería llegar a Colón con sus calaberas. No vería a los humanos de ahora, sino a los de 1492.

—Ahora que lo pienso, lo que dicen tiene sentido. Pero, ¿qué tiene que ver la velocidad de la luz con lo que les ocurre a estos relojes relativistas? —les preguntó Camila.

—Vayamos por partes. Ahora ya sabes que la luz no es instantánea, sino que tarda un tiempo en viajar a través del espacio. Bien, ahora imagina que Kairós y yo viajamos en un tren a 100 kilómetros por hora. Tú te encuentras en la estación, parada en un andén, y nos ves pasar por delante de ti. Cuando nos hallamos justo frente a ti, le lanzo una pelota a Kairós, que está unos asientos más adelante. Desde mi punto de vista, dentro del tren la pelota se mueve a 10 kilómetros por hora. Pero lo que tú verás parece distinto, ¿me explico?

—Creo que sí —aquello era un cálculo simple incluso para Camila—. Yo veré que la pelota va a 110 kilómetros por hora. Al estar en el tren, ustedes ya se están moviendo a 100 kilómetros por hora. Sólo tengo que sumar las dos velocidades: 100 + 10 = 110.

—¡Muy bien! —exclamó Kairós.

Camila se sintió orgullosa, sobre todo porque estaba quedando bien delante de su hada, Lauren se puso derecha y se acercó a ella.

—Vamos a complicarlo un poco más. Ahora imaginemos que el tren avanza a 250 000 kilómetros por segundo y que Mhuff, en lugar de una pelota, enciende una linterna y dirige un haz de luz hacia Kairós. Dime, ¿qué ocurriría entonces?

—Bueno... para Kairós, la luz viajaría a 300 000 kilómetros por segundo hacia él. Pero yo desde el andén... —Camila dudó de su respuesta.

Lo lógico hubiera sido decir que el haz de luz, visto desde el andén, se movería a 550 000 kilómetros por segundo. Sólo tenía que sumar la velocidad de la luz (300 000 kilómetros por segundo) a la velocidad del tren (250 000 kilómetros por segundo), como en el caso anterior. Pero la sonrisa sarcástica de Lauren le hizo darse cuenta que estaba a punto de quedar en ridículo.

—¡Ya lo tengo! —exclamó Camila de repente— ¡Para poder cerrar una puerta, lo que necesito es que esté abierta!

Kairós y Mhuff se quedaron confundidos ante su respuesta, aparentemente sin sentido. Sin embargo, Lauren sonrió abiertamente, se acercó a Camila y depositó un beso en su frente.

Ambos mundos en tus ojos ||Camren||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora