Έξι: "La familia estándar"

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Cuando salieron de la curiosa relojería, Mhuff y Lauren arrastraron a Camila hacia calles menos concurridas para evitar ser el blanco de todas las miradas.

Camila no daba crédito a lo que veía: todo parecía una ciudad mediana corriente, pero mucho más limpia y acogedora que las ciudades humanas. Y mucho menos ruidosa. Por no hablar de sus habitantes. Al cabo de un rato, Mhuff se detuvo frente a una vivienda muy curiosa.

—Ya llegamos.

Sobre las paredes, construidas con grandes bloques de piedras, el tejado estaba cubierto de césped. Una reja y un pequeño jardín bien cuidado separaba la casa de la calle y le daba un aire confortable y hogareño.

—Con un poco de suerte, mis padres ya se habrán marchado —añadió mientras abría la puerta.

A Camila le sorprendió el comentario. Aunque Mhuff no parecía mucho mayor que ella, daba por supuesto que un científico no viviría con sus padres. Y aquella actitud tan adolescente hizo que el elfo le cayera aún mejor.

—Mhuff, ¿eres tú? —preguntó una voz cuando entraron.

—Es mi madre —susurró el elfo a sus acompañantes— ¡Sí, mamá! Traigo visita.

La madre de Mhuff apareció sonriente. Era un poco más bajita que su hijo, y su cara era amable y sonrosada. A Camila le cayó bien con tan solo mirarla. Mientras se secaba las manos con el delantal, los saludó.

—Hola, Lauren ¡qué sorpresa tan agradable verte! ¿Quién es su amiguita? He preparado canelones de sobra, así que se pueden quedar todos a comer.

—Encantada, señora. Me llamo Camila y soy una humana.

No sabía muy bien por qué se había presentado de ese modo. Puesto que Mhuff tenía que aclararlo cada dos por tres, prefirió ahorrale el tiempo y esfuerzo.

Al instante, Lauren le pellizcó el brazo.

—Deja de decir que eres humana —le susurró.

Demasiado tarde. La madre de Mhuff agarró el comentario a la primera.

—¿Una humana? Pensaba que los contactos con los humanos estaban prohibidos. ¿Lo sabe tu padre?

—El padre de Mhuff trabaja en el Centro de Inteligencia Cuántico —le aclaró Lauren a Camila.

—Y también mi pequeño trabajará allí —añadió la madre—. Ahora está haciendo prácticas, pero es un gran científico. Por favor, vayan a sentarse a la mesa, les traigo la comida en un minuto.

Los tres obedecieron y entraron en la sala. Era una habitación amplia con una ventana que daba al jardín. A pesar de ser una estancia pequeña, estaba adornada acertadamente con muebles rústicos; aquello la hacía acogedora. La madre del elfo se dirigió apresuradamente hacia la cocina, de donde se esparcía un olor delicioso por toda la casa.

Los tres amigos se sentaron alrededor de la mesa. Camila, sin embargo, al sentarse en su silla la atravesó cayendo de nalgas al suelo.

—¡¿Qué diablos?!

Lauren soltó una risotada adorable y el elfo le tendió la mano para ayudarla a levantarse.

—Perdona, Camila, debí avisarte. Esta silla es un poco especial...

—No hace falta que lo jures...¿por qué la atravesé?

—Es por los átomos que la conforman. Mi padre se divierte manipulándolos.

—¿Los átomos?

Lauren acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja de Camila mientras le explicaba.

Ambos mundos en tus ojos ||Camren||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora