Είκοσι τρία: "Mi chica clásica"

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Cuando llegó al interior del templo de nuevo, vio que los ancianos tomados de las manos formaban un círculo. En el centro, sobre un relieve a un par de escalones del suelo, habían creado algo parecido a un enorme espejo sin marco.

El Maestro Didasko le indicó que llegara junto a él más cerca y Camila se apresuró a ponerse a su altura. Cuando lo hizo, se dio cuenta que el espejo frente a ella no era uno común, pues este no los reflejaba a ellos. Parpadeó y, de pronto, la vio. La puerta de los tres cerrojos estaba frente a ella de nuevo, y seguramente al otro lado estaría la calle donde estaba su casa.

—Así que... ¿mi mamá no me va a colgar de las orejas cuando regrese? Ella no sabe que estoy aquí, ¿verdad? —preguntó Camila para ganar tiempo y tratar de asimilar lo que estaba a punto de hacer.

—Eso no será un problema —le dijo Mhuff. Él se quitó la mochila de la espalda y de ella sacó un hermoso reloj. Camila lo miró y se sorprendió viendo que su aguja segundera se movía tan lento que parecía detenida.

—Kairós nos dejó uno de sus juguetes —le aclaró Lauren sonriendo con superioridad—. En tu mundo sólo han pasado quince minutos. Si te das prisa, llegarás justo a tiempo para tu primera clase. Nadie sabrá que estuviste tanto tiempo en nuestro mundo.

—¡Atómico! —Camila se emocionó y alargó su mano para tomar el reloj— ¿Puede llevarme uno de estos a casa?

—Ni lo sueñes —Lauren le apartó la mano con un rápido manotazo—. Kairós se toma muy en serio esto del tiempo. Sólo... te ayudaremos desde acá.

Didasko le tendió entonces la mano y le habló tan solemnemente que Camila sintió cómo un escalofrío le recorría la nuca bajando por toda su espina dorsal.

—Camila, ha llegado la hora de la despedida. Debes volver a tu mundo.

A Camila se le hizo un nudo en la garganta y se giró de nuevo hacia sus amigos para verlos con una sonrisa vacilante. Mhuff fue el primero en avanzar para darle un abrazo, ni siquiera se molestó en disimular su tristeza.

—No olvides jamás lo que viviste con nosotros, Mila —Camila escuchó la voz lánguida del elfo y le dio un beso en la mejilla.

—Claro que no, Mhuff, y tú tampoco olvides que aún tienes una elfa por enamorar —le dijo Camila sonriendo.

Mhuff la soltó y asintió mientras se fregaba los ojos. Y entonces su mirada verde-marrón chocó con la verde de Lauren, que en ese momento se veía de un verde tan brillante y vivo como una hoja en el Amazonas.

Sin palabras de por medio, ambas se fundieron en un abrazo. Camila inhaló profundamente el olor a flores del cabello de Lauren, quería poder guardarlo en su mente hasta que la volviera a ver. Cerró los ojos cuando sintió que Lauren movió su cara y dejó un casto beso en los rosados labios del hada. Lauren abrió los ojos tomando las manos de Camila, y ella se las llevó a los labios para dejar un beso sobre sus dedos. Una acción tan sencilla, pero hizo que el corazón de Lauren latiera a mil.

—Te voy a extrañar, Lauren —le dijo cuando una rebelde lágrima bajó por su mejilla. Lauren se encargó de quitarla con sus dedos y pasó un mechón de cabello detrás de la oreja de Camila con ternura.

—Yo también, pero recuerda: seguimos entrelazadas.

Ambas pegaron sus frentes. Lauren sabía que debía soltarla, debía dejarla marchar de nuevo a su hogar y que ella debía quedarse hasta que fuera tiempo de volver a reunirse con su humana.

—¿Lauren? —Camila levantó sus ojos para conectarlos con los de su hada y Lauren la vio de vuelta con cariño.

—¿Sí?

Ambos mundos en tus ojos ||Camren||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora