12. TODO CONTIGO

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Por Marco

Faltan solo unos minutos para que comience el partido, y los nervios me invaden. Zidane prometió que hoy me dejaría jugar, aunque sea por tan solo 10 minutos. Mi corazón late con fuerza mientras salgo al terreno de juego. Mis ojos buscan a mi familia en las gradas, pero solo veo a papá. Igor debería haber traído a mi novia y a mi niño, pero no están aquí. Aunque apenas conozco a Lucas, siento que ya es parte de mí. Sus brazos tímidos al rodearme, su mirada que parece querer decir algo... joder que no sólo quiero reclamar para mi a Milena, quiero que Lucas forme parte de esa ecuación.

El estadio, envuelto en una atmósfera inusual, se alza majestuoso bajo la luz tenue de los reflectores. Las gradas, que antes estaban repletas de aficionados apasionados, ahora muestran un panorama distinto: solo los familiares de los jugadores y algunos miembros de la prensa ocupan los asientos. La pandemia de la Covid-19 ha transformado el fútbol en un evento íntimo y silencioso.

Solo quedan 25 minutos para que termine el primer tiempo. Respiro profundamente y me concentro en lo que tengo que hacer. El balón está a punto de rodar, y mi corazón late aún más rápido. Hoy es mi oportunidad, y no puedo defraudar a nadie. ¡Vamos a darlo todo! 

Todo es más intenso. La adrenalina fluye por mi venas, y cada movimiento se magnifica. La lesión no me ha vencido, y este momento es mi oportunidad de demostrarlo. Corro por el terreno, sintiendo cada paso, cada latido de mi corazón. El balón está en mis manos, y es todo en lo que puedo pensar. Esquivo a un jugador tras otro, la pierna me da un tirón, pero decido no ser cabezota. En lugar de forzarlo, hago un pase a Sergio, que está libre. Sin embargo, no me detiengo ahí. Sigo corriendo a su lado, cerca de la portería. Todos piensan que él será quien lance, pero en un parpadeo, el balón está de regreso conmigo. Como si la vida se me fuera en ello, lanzo.

Son solo segundos, pero para mi, es una eternidad. El portero se lanza para detener la entrada, pero no logra alcanzarlo. ¡Gol! las lágrima salen de mi ojos, he demostrado que soy más fuerte que cualquier obstáculo.

— Goooooolllll, golazoooooo de Marco Asencio — dice el narrador deportivo.

Normalmente el estadio se vendría abajo dando gritos de alegría pero solo hay silencio, roto por los gritos de jubilo de el resto del equipo.

— Tío, te dije que tu podías — me dice mi capitán y uno de mis mejores amigos. —Alguien está tan emocionada como tú— dice señalando a las gradas, allí está ella la dueña de mi corazón, dando saltitos de felicidad, Lucas salta a los brazos de mi padre y se me aprieta el corazón.

Dedico el gol a mi madre que me cuida desde el cielo y después hago un corazón a mi chica.

—《Dios, no se que hice para merecerlo pero gracias por la familia que me has dado.》— Digo al tiempo que me presigno.

El Real Madrid retoma el juego después de una celebración. Andrés, tiene el balón y yo, como delantero, le hago señas desesperadas para que me haga el pase. Estoy en posición perfecta para disparar a la portería. Sin embargo, algo extraño sucede con el joven extremo derecho. No entiendo qué quiere demostrar, pero su actitud está afectando al equipo.

Gabriel Paulista y José Luis Gayà, defensores del Valencia, bloquearon su paso y se hicieron con el balón. Para colmo, terminaron marcando un gol, empatando el partido. El disgusto se reflejó en los rostros de todos los jugadores merengues mientras nos dirigíamos a los vestuarios.

— ¿Urrutia, me quieres explicar qué pensabas demostrar? — le espetó Sergio, el capitán, visiblemente enfadado. — Sé que la gloria es importante y que eres el más joven de todos, pero esto — señaló a todo el equipo — se llama “equipo” por una razón. Jugamos juntos para ganar.

Para mi eres PerfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora