Volkacio Drabbles

Cuando nadie nos ve

—Inspirado en un tweet de @CallMeLaan y en la canción de Saurom del mismo nombre.
—Soft

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No era muy bueno expresando sus sentimientos, caminaba siempre por comisaría con la fachada del comisario frío y duro. Todos temían hacerlo enojar o llevarle la contraria, todos excepto una persona.

El federal adoraba hacerlo enojar, contradiciendo sus órdenes, únicamente hasta hartarlo y después terminar cediendo. Le encantaba la manera en que su ceño se fruncía y sostenía el puente de la nariz, intentando buscar las palabras para argumentar.

No era ningún secreto que al agente del FBI le gustaba el comisario, todos se daban cuenta por la manera tan dulce en la que le miraba siempre durante los códigos 3, la forma en la que de vez en cuando, le llevaba de comer a la comisaría o por cómo solía siempre lanzarle comentarios coquetos en horas de trabajo.

Los alumnos solían preguntarse qué pudo haber hecho que Horacio, con su personalidad tan alegre, que podría tener a la persona que quisiera, se hubiera fijado en el frío comisario que probablemente nunca le correspondería.

No entendían cómo podía observarlo con tanto cariño y cómo tenía el valor de demostrar todo su amor sin miedo a ser rechazado cruelmente.

Muy pocos sabían que el comisario nunca le rechazaría.

Únicamente el agente Willy y Kovacs tenían conocimiento de la relación que habían comenzado hacía unos meses, para los demás, era algo unilateral.

Sin embargo, inclusive ellos solían preguntarse cómo Horacio podía soportar esa relación, pues desde afuera parecía que era el único que entregaba todo.

Y es que los demás no sabían leer al comisario tan bien como Horacio lo hacía.

Horacio podía ver el cariño en su ceño fruncido, la dulzura en la manera en la que le respondía, la casi imperceptible sonrisa que le dedicaba tras salir exitosos en algún trabajo o cómo le esperaba para irse juntos a casa después de la larga jornada.

Cuando estaban en casa a solas, no temía ser él mismo, le abrazaba sin temor, acurrucándose para dormir.

Le daba suaves besos en las mejillas al despertar, sin contener la enorme sonrisa que se formaba en su rostro por la manera en cómo la nariz del federal se arrugaba mientras intentaba seguir durmiendo.

No se cansaría jamás de enredar sus finos dedos entre la despeinada cresta del moreno, de perderse, sin darse cuenta, entre sus risas y sus besos.

Cada día le costaba más trabajo mantener aquellos gestos únicamente en la comodidad de su hogar, aprovechando cada momento a solas para robarle fugaces besos, sonrisas dulces y miradas tiernas.

Sabían que no había sueño sin final, que en la orilla acababa el mar, que, en un instante todo puede terminar, sin embargo, ahí se encontraban los dos, escondidos en su rincón, escribiendo su propia canción de amor, que solo ellos podrían escuchar.

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