"Cita"

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Miraba aquel último mensaje con el ceño fruncido. Sentía su corazón encogerse, aunque no entendía muy bien la razón.

Horacio tenía todo el derecho de tener citas cuando deseara, siempre y cuando aquella persona le haga feliz.

No. No podía arriesgarse de esa manera. En la situación actual una cita podría ser fácilmente una trampa.

Sabía en el fondo que aquello era una justificación tonta para la sensación de enojo que recorría su sangre, para el dolor que comenzaba a incrementar en su pecho.

→ ¿Qué cita?

Fue todo lo que sus dedos fueron capaces de teclear, ocultando un poco de esperanza en el fondo de su corazón.

Apretó con fuerza el móvil en la mano, sintiendo sus manos comenzar a temblar. Decidió dejar de ponerle excusas a sus sentimientos, dejándose caer en el sofá con un suspiro ahogado seguido de algunas silenciosas lágrimas que se deslizaban por sus mejillas.

¿Acaso tenía derecho a enojarse? Después de todo, no le había dado una respuesta a la confesión de semanas atrás. No verbalmente. Pero ¿no era suficiente lo que hacía? Se esforzaba en expresarle su cariño, en demostrarle con acciones lo que era incapaz de expresar con palabras.

Pensaba que incluso podrían ya considerarse algo más que amigos, pero de mala manera se dio cuenta de que con Horacio tendría que ser más directo. El moreno era inseguro, y aquello significaba que no asumiría una relación sin una confirmación concisa de la misma.

Odiaba no saber expresarse, la manera en la que planeaba con cuidado sus palabras en la mente para luego arruinarlo al terminar expulsándolas como una compleja sopa de letras, difícil de comprender.

Sin embargo, cuando se trataba de Horacio, era más sencillo. Era mucho más fácil decirle lo importante que era, decirle que se preocupaba por él, que por él sería capaz de cualquier cosa.

Lo había hecho en los últimos días, y ni él mismo se había dado cuenta de la forma en que las palabras se colocaban una tras de otra sin necesidad de hacer a su mente trabajar de más.

Pero entonces, ¿por qué no era capaz de responder aquella confesión?

Rápidamente encontró la respuesta.

Miedo.

Tenía miedo de querer a alguien de nuevo, pues al verbalizarlo se haría irremediablemente real. Después de todo, uno es dueño de sus silencios, pero esclavo de sus palabras.

Aún así, el miedo comenzaba a pasarle factura, sin estar dispuesto a pagar el precio tan alto que la vida le ponía. Sintió su móvil vibrar, sacándolo del laberinto en el que se habían convertido sus pensamientos.

← Con el psicólogo, olvidé mencionarlo

Leyó el mensaje, sintiendo rápidamente sus mejillas enrojecerse.

Se avergonzaba del lío que se había hecho en su cabeza, a pesar de que era claro que aquel mensaje había sido enviado con doble intención.

Pero gracias a aquel malentendido había logrado darse cuenta de lo que ocurría, y que era mayor el miedo a perder su amor del que tenía a expresarse en voz alta.

Decidido, suspiró profundamente, dirigiéndose al auto con el que había llegado a casa y marcando el hospital en el GPS.

Ya no tendría miedo.

*****

Volkacio DrabblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora