Llévame en un beso

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Habían comenzado a trabajar juntos hacía ya unos meses. Su relación al principio fue tensa, sólo hablaban por temas de trabajo y evitaban quedarse a solas en un mismo sitio.

Con el tiempo, se dieron cuenta que sólo se tenían entre ellos. Eran los dos últimos de aquella historia que les tocó vivir en conjunto, los dos únicos que conocían el doloroso pasado de años atrás, decidiendo finalmente dejarse llevar.

Una noche de trabajo duro, entre el desvelo, la noche cayendo sobre ellos, las estrellas brillando en el firmamento, siendo visibles a través de los grandes ventanales de la sede, la cercanía y el silencio, sucedió.

Finalmente tuvieron aquella conversación pendiente, confesando los sentimientos acumulados, los resentimientos y los miedos, sellando la conversación con los sentimientos a flor de piel.

Dejándose llevar por el ambiente, por la brisa fresca de la noche golpeando sus uniformes, unieron sus labios en un suave beso, diciéndose todo aquello que las palabras no expresaban.

Los únicos sonidos en el ambiente era el choque de sus labios y la ligera canción que sonaba por la radio que el moreno solía encender para encubrir el silencio. Sin saberlo, aquella canción quedaría grabada en sus mentes.

“Cura con un beso las angustias de mi aliento
Y acuchilla mi alma con tu piel de talismán
Bésame y derrumba los antiguos monumentos
Bésame y desata el carnaval”

Mientras sus lenguas danzaban, los recuerdos inundaban sus mentes.

El día que se conocieron.

El primer abrazo.

La conversación en la isla.

Aquella noche de copas.

El último abrazo.

El día en que las identidades se destaparon.

El operativo a la sede de The Union.

El vodka pendiente.

Y, para finalizar, aquel fatídico día en donde la primera parte de su historia finalizó.

Conforme las imágenes pasaban por su cabeza, se daban cuenta de todo lo que tuvieron que pasar para finalmente permitirse estar juntos.

Lo que tuvo que ocurrir para que aceptaran sus sentimientos, recordando en silencio aquella promesa en la isla, jurándose a sí mismos nunca volver a fallarla.

Sin embargo, no todo era felicidad después de aquello. A pesar de todo, ambos seguían siendo agentes del FBI, y el mundo a su alrededor seguía girando.

Una llamada los alertó a los dos, a pesar de que el destinatario era únicamente el ruso.

— No puedes irte — suplicaba entre lágrimas, aún sabiendo que no serviría de nada.

Se odiaba a sí mismo por hacerle llorar, por nunca haber pensado en que el FBI tenía relaciones con otras facciones de investigación en todas partes del mundo.

Se odiaba por no haber planeado el escenario que ahora mismo estaban viviendo.

— Sabes bien que tengo que ir — las lágrimas se deslizaban por sus mejillas, sintiendo su corazón romperse con cada gota que salía de los ojos contrarios.

— Prométeme que volverás — pidió, casi en un susurro.

— Lo prometo — respondió, besándolo para calmar sus hipidos, sintiendo sus labios rozar con los propios, entendiendo el mensaje que el moreno buscaba comunicar.

Sin embargo, a pesar de aquello, el de cresta lo repitió en voz alta.

— Llévame en un beso — comenzó a cantar suavemente.

“Llévame en un beso,
donde nace el infinito,
donde se ha llorado la primera gota de mar,
donde esperan todas las palabras
que no he escrito,
donde no hay principios ni final”

Aquellos meses parecieron eternos, los mensajes eran constantes, pero no le bastaban. Su lado de la cama seguía sintiéndose frío, el colchón lucía vacío, la sede parecía triste, y aquella silla que había sido colocada en la oficina del moreno para que su novio pudiera trabajar ahí mismo, se encontraba abandonada.

Unos ligeros golpes a la puerta rompieron su solitario descanso, haciéndolo levantarse perezosamente y caminar desganado hasta la puerta.

Giró la manija desinteresado, abriendo sin preocuparse de quién podría estar al otro lado.

Se quedó estático cuando unos fuertes brazos le rodearon, sintiendo su cabeza apoyarse en el pecho contrario y permitiéndose relajarse al sentir el aroma de aquella camisa.

Era él, había vuelto.

Un susurro en su oído intensificó los sentimientos, una suave melodía, melodía que reconocía perfectamente.

La habían escuchado incontables veces juntos, la habían cantado en sus mentes durante todos aquellos meses apartados, era una canción especial.

Aquella canción que sonaba en la radio el día en que sus labios hicieron contacto por primera vez.

“Mírame a los ojos y echa luz a las ojeras
De esta lejanía que nos tiene de rival
Dime en un abrazo que la vida fue una espera
Y que ya no tengo que esperar”

No pudo evitar llorar al mirarle a los ojos y ver en aquellos ojos grises ese brillo que sólo aparecía cuando le miraba a él, acariciando suavemente su barbilla, sintiendo su barba raspar la palma de su mano y sonriendo ante aquella sensación.

Extrañaba todo de él.

En un beso le demostró cuánto lo extrañaba, sintiendo nuevamente sus almas unirse en una sola a través del impacto de sus labios, uniendo sus frentes al separarse, aún sin creerse del todo que se tenían nuevamente de frente.

— He vuelto — susurró, causando una suave risa en el menor, mezclada con algunas lágrimas que aún caían por sus mejillas.

— Lo prometiste — respondió, besándole nuevamente, únicamente para reforzar la idea de que todo aquello era real, que no era un delirio de su imaginación.

Finalmente estaban juntos de nuevo, eso era todo lo que importaba.

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Volkacio DrabblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora