Secreto

300 40 4
                                    

Una relación a escondidas nunca había sido el sueño de Horacio. Sin embargo, había decidido aceptarlo tras enterarse que el llamado "tetris" iba a por ellos, y que no pararía hasta dejarlos completamente destrozados.

No era que quisieran ocultar su relación, pero era necesario para protegerse mutuamente. A la vista de cualquiera externo al FBI, Volkov y Horacio eran simples compañeros de trabajo.

Se les veía patrullar juntos, riendo y bromeando, al igual que lo hacían con los demás agentes pertenecientes a la facción. Sin embargo, por debajo de aquellas máscaras que ocultaban sus rostros, a menudo se dibujaban sonrisas enamoradas.

Como la que decoraba los labios de Volkov cuando Horacio comenzaba a cantar en el vehículo, o la que esbozaba el moreno cada vez que veía al ruso negociando alguna oferta en el 24/7.

Para el resto del mundo, era imposible distinguir el brillo en sus miradas cada vez que conectaban, o la manera tan suave en que se hablaban solamente entre ellos.

Aquello no pasaba desapercibido para sus compañeros, los cuales no podían evitar alegrarse por sus jefes, a quienes habían encontrado en la mierda al entrar al FBI, tras la pérdida de múltiples agentes y la derrota en aquel operativo contra el italiano.

Llegaron juntos a trabajar, como lo hacían cada mañana. Entre risas y miradas cómplices se dirigieron al vestidor, colocándose el uniforme correspondiente. Volkov tenía la costumbre de observar a Horacio mientras se colocaba el uniforme, pues le llenaba de orgullo portar aquel traje de director. Recordaba aquellas épocas en donde era apenas un alumno, ilusionado con subir de rango, esforzándose para lograrlo.

Sabía que, a pesar de negarlo de vez en cuando, le gustaba su trabajo, y le gustaba el rango que poseía. Sin embargo, aquello colocaba un enorme peso sobre sus hombros, que lo mantenían constantemente estresado, haciéndole pensar en abandonarlo todo, aunque sabía en el fondo que no quería hacerlo.

Se acercó con cautela por su espalda, rodeando su cintura con sus brazos y colocando su mentón entre su hombro y su cuello, teniendo la facilidad de girar suavemente su cabeza y depositar un dulce beso en su mejilla.

El moreno posicionó sus manos sobre las contrarias, cerrando los ojos y sonriendo ante aquella sensación de paz que solo tenía cuando el ruso estaba cerca.

— Ya, que no deben tardar en llegar los demás — habló Horacio, sin embargo, contradiciendo a sus palabras, se mantenía en su posición, disfrutando cada roce de los labios del ruso contra su mejilla.

— No creo — se separó un poco, dándole el espacio suficiente para darse la vuelta y quedar frente a frente.

Se miraron unos segundos, con ilusionadas sonrisas en sus rostros y un brillo en sus ojos imposible de borrar. El director quedó de espaldas a los casilleros, apoyado en ellos, mientras que Volkov lo acorralaba en su sitio, sintiendo sus manos tomarle por la cintura, en una petición silenciosa de mantenerse en aquella posición.

Inclinó ligeramente la cabeza, lo suficiente para que sus labios quedaran a la misma altura que los contrarios, sintiendo la respiración ajena golpear contra su rostro.

Nunca se habían besado en la sede, o al menos no en los labios. La mayoría de sus actitudes cariñosas eran fáciles de explicar, y para otras podrían buscar alguna excusa, sin embargo, para ellos, un beso en los labios era demasiado significativo como para reducirlo a una excusa.

— Vik... — le llamó por aquel apodo que solían usar solo en casa — que nos van a ver — sin embargo, no sé apartó.

— No me importa — se acercó un poco más, casi logrando imaginar la mirada confundida de Horacio — no me importa que nos vean — le besó.

Sus labios rozaron y comenzaron un vaivén, con el corazón galopando como si fuera la primera vez. Las palabras del ruso no dejaban de dar vueltas por su cabeza. Solo había tenido una relación antes de aquella, y aún recordaba la forma en que le obligaban a mantenerse a escondidas, el cómo llegaba a enfadarse si alguna persona sospechaba de su relación.

Recordaba cómo lo insultaba frente a sus amigos para "eliminar sospechas" o cómo solía evitarlo cuando no se encontraban a solas. Pero ya no era así.

Aquellas palabras habían calado más profundo de lo que creía, haciendo que su amor por aquel hombre incrementara, si es que eso aún era posible.

Disfrutaba cada roce, cada sentimiento que los chasquidos liberaban, cada frase silenciosa y cada latido de su corazón.

Finalmente rompieron el beso, sonriendo mientras juntaban ligeramente sus narices, mirándose a los ojos.

El ambiente se rompió cuando escucharon una muy suave risita, que los hizo girar la cabeza hacia la fuente del sonido, encontrando de pie, justo en la puerta de los vestuarios, a Alanna, Parker y Blake, observándolos desde ahí.

La primera tenía las manos en su boca, intentando -sin éxito- callar los sonidos de emoción que pudiera liberar, y los otros dos simplemente les observaban con una sonrisa orgullosa, de esas que se esbozan cuando uno tiene razón.

Volkov no pudo evitar sonrojarse, mientras escuchaba una pequeña risa ahora proveniente del moreno, quien no resistió a tomarlo por las mejillas y besarlo nuevamente, en esta ocasión, un beso corto, travieso.

— Bueno, vamos a patrullar — su semblante cambió enseguida, comenzando a caminar hacia afuera junto con los demás agentes, no sin antes tomarse el tiempo de mirar hacia el ruso, quien se había quedado paralizado de pie en su sitio, aún procesando lo que acababa de suceder.

Le guiñó un ojo, haciéndole más difícil la tarea de moverse, riendo mientras salía de aquella sala, con una calidez en su pecho que no había sentido jamás.

Si existían las almas gemelas, definitivamente ya había encontrado a la suya.

*****

Volkacio DrabblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora