─ chapter iii

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capítulo tres
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Distrito de Brooklyn,
Nueva York

PARA UN HOMBRE NACIDO UN SIGLO ATRÁS era especialmente difícil considerar el hablar con un completo extraño sobre sus problemas y su vida personal. James había sido criado a la antigua, haciéndole creer que pedir ayuda era una señal de debilidad y que los psicólogos eran solo para los locos encerrados en instituciones psiquiátricas. Pero la sociedad cambió en los últimos cien años. La terapia y la salud mental no eran más un tabú, y en sus condiciones, eran su única opción.

Asistía por órdenes del gobierno a tres sesiones por semana con la psicóloga, pero habiendo pasado meses con la misma rutina, no podía decir que notaba una mejoría. Iba a terapia, tachaba nombres de su lista y seguía las tres reglas para hacerlo, pasaba tiempo con Yori y volvía a casa solo para tener una pesadilla tras otra y sentirse culpable por todas las vidas que arrebató en su pasado como el Soldado del Invierno.

Pero tampoco podía decir que estaba poniendo de su parte. No era sincero con la psicóloga y tampoco sentía la necesidad de ser ayudado por ella. Tal vez se lo merecía. Despertar agitado tras revivir otro recuerdo amargo, vivir como ermitaño y tratando de convencerse a sí mismo de que ya no era un asesino.

—Un día vas a tener que abrirte y entender que algunas personas realmente quieren ayudarte y que puedes confiar en ellas.

Esa sesión estaba siendo particularmente dura para Bucky. No tenía intención alguna de hablar de las pesadillas que lo han hecho pasar noches enteras de insomnio y la doctora Raynor era lo suficientemente suspicaz para saber que no estaba siendo totalmente sincero.

—Confío en las personas.—respondió lacónico.

La psicóloga lo observó.—Dame tu teléfono.—solicitó.

Resignado, Bucky sacó el dispositivo al cual aún no se habituaba a llevar consigo a todas partes y se lo entregó a la doctora.

—No tienes ni diez números.—objetó la mujer, mientras recorría los contactos registrados en el teléfono celular—Has ignorado los mensajes de Sam.—continuó—Y ni hablar de las decenas de llamadas de Audrey que no respondiste.—miró escrutadora al hombre, que no pudo evitar removerse incómodo ante la mención del nombre de la agente—Mira, tienes que cultivar amistades.—dijo—Soy la única persona a la que llamas en toda la semana. Eso es muy triste.—cerró el teléfono y lo lanzó de regreso a su dueño—Estas solo. Tienes cien años. No tienes historia, no tienes familia.

—¿Me está juzgando, doc?—comenzaba a irritarle la actitud de la psicóloga encargada de evaluar su estado—Porque eso es muy poco profesional, ¿sabe?—señaló hastiado—Quiero decir, cuando empieza a gritarles a sus clientes...

NO TIME TO DIE ✧ bucky barnesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora