CAPÍTULO DIEZ.
24 de Febrero.
Los días pasaban volando una vez empecé a estudiar. Escuché por ahí que: "mente ocupada no extraña a nadie", pero no es tan cierto.
No podía negar que la distracción sí era un buen factor para no tener mi mente ocupada en recuerdos, en Daysi. Pero a mí me jugaba en contra que hasta mi carrera me recordara a ella.
Llegué al cementerio más tarde de lo habitual. Hoy no era uno de esos días buenos, o, más bien, comunes. Me sentía cansada, desgastada por dentro.
Sentía que no tenía un incentivo para seguir adelante. Cada vez más, esas pesas en los pies, se hacían más pesadas.
Y me hundían.
Noté que Rafa todavía no había llegado, lo que era extraño, porque habitualmente era él quien llegaba primero.
Sin embargo, pasados unos segundos en que ni siquiera llegué a sentarme sobre el pasto, sentí unos suaves toques en mi hombro derecho. Volteé de inmediato y me encontré con la apagada mirada de Rafa. Sus ojos lucían tristes y opacos, pero ya me había acostumbrado a verlos así. No obstante, lo que noté diferente fue que estaba mucho más flaco.
—Hola, Maite.
—Rafa... —no podía ni siquiera hilar una frase. Quería preguntarle si estaba bien, pero a la vez no quería ser tan directa y que, quizás, se ofendiera.
—¿Estás bien?
—Eh... sí —asentí. No podía dejar de mirar sus ojos. Me llenaba de tristeza saber que la estaba pasando muy mal y sentía la enorme necesidad de hacer algo por él—. Es que me acabo de acordar que el 12 de marzo es tu cumple.
—Ah, sí... eso.
Me rodeó y tomó asiento frente a mí. Yo hice lo mismo. Pensé que había metido la pata al comentarle sobre su cumpleaños, pero no me importó.
—¿Vas a hacer algo?
Sus ojos se alzaron y me interrogaron silenciosamente como diciendo: "¿en serio?" Chasqueé la lengua y sentí que mis mejillas hirvieron.
—Qué tonta, perdón —estaba nerviosa—, quise decir... si te gustaría hacer algo.
—No, tampoco.
—Pero podríamos ir al cine, comer algo...
—Dije que no. —sentenció, con la voz gruesa, llena de firmeza y una mirada tajante.
Tragué saliva.
—Sí, lo siento....
Pasaron algunos minutos en que no dijo nada. Yo estaba toda nerviosa, moviendo impulsivamente los pies y no podía parar de pensar qué podía hacer para ayudarlo.
—No quiero festejarlo, no puedo, duele —confirmó, después de un rato, en voz baja—. Mamá insiste en que invitemos a la familia a comer, pero yo... no puedo. No quiero, porque sé que ella no va a estar ahí, a mi lado, diciéndome cosas lindas o cuánto me ama. No puedo pretender que soy feliz y darle mi mejor cara a las demás personas cuando por dentro estoy destrozado. ¿Por qué nadie piensa en mí? ¿Por qué nadie entiende que todavía duele?
Me sentí culpable. Me acerqué, tomé su mano y la acaricié.
—Tienes razón —acepté—, nadie debería obligarte a fingir que no estás triste. Pero yo no quiero que hagas eso, Rafa.
—¿Qué quieres entonces, Maite?
Su cabeza se alzó y sus ojos se clavaron en los míos. Inconscientemente tuve que tragar saliva con fuerza, porque de pronto me sentí ofuscada.
—Quiero ayudar a recuperarte —confesé—, porque sé que no es fácil. Pero no quiero dejarte solo, quiero estar a tu lado. Déjame ayudarte, Rafa. Déjame ayudarte a que te acostumbres, al menos.
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Foto de Maite en multimedia <3Cómo se la imaginan ustedes?
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Dear Daysi
Teen FictionUna NO relación complicada es la de Maite y Rafa. Unidos y a su misma vez separados por una misma persona: Daysi. Después del trágico accidente que le quitó la vida a Daysi, Maite, su mejor amiga y Rafa, el amor de su vida, se reencuentran meses d...