16: Diego

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CAPÍTULO DIECISÉIS.

26 de Abril.

Me despierto de nuevo con dolor de garganta. Hace días vengo así y no sé qué me sucede. No he tomado frío, porque siempre soy muy precavida en eso, así que no tengo idea de por qué me he enfermado.

Aun así eso no impide que vaya al cementerio con normalidad, ni mucho menos a la escuela de artes. Es cuando estoy yendo que se me cruza mi compañero Diego, el chico del que le hablé a Daysi.

Últimamente he estado pensando mucho en él. No de una manera romántica ni nada por el estilo. Por más que quisiera forzarlo a que me guste como algo más que un amigo, es imposible. Es por esto mismo que no quisiera meterme en una relación inconclusa con alguien que no lo merece. Por lo tanto ser amigos me parece súper perfecto.

—¡Hola, Maite! —saluda Diego desde la entrada, agitando su mano en mi dirección.

—¡Diego!

Le doy un corto abrazo y un beso en la mejilla. Este último mes nos hemos hecho súper amigos. Aunque siempre me dice algún comentario que me hace colorear las mejillas, no parece presionar en eso.

—¿Cómo has estado? —pregunta mientras comenzamos a caminar dentro del instituto.

Compartimos la primera clase de expresión artística.

—Bueno... Han sido días difíciles, pero supongo que todo se supera.

—Me gusta ese positivismo —me da un apretón en el hombro y me sonríe—. Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea que necesitas. Desde un hombro hasta una cerveza para ahogar las penas.

Me río, pero le agradezco.

—Hace mucho necesitaba un amigo como vos. —no sé por qué, pero le confieso.

—Aunque duela un poquito escucharlo, a mí también me alegra ser tu amigo.

—Diego...

—No, en serio, Maite —interrumpe—. Sólo bromeo. Si quieres ya no lo hago. Sé que quieres que sólo seamos amigos. Y estoy súper bien con eso. Me caes bien, sos una persona increíble y como amiga la mejor.

—Gracias por entender.

No decimos más nada y caminamos hacia el salón. Veo que la profesora todavía no está, así que aviso a mi compañero que vuelvo en cinco minutos porque quiero ir al baño.

Últimamente tengo muchas ojeras, obviamente no estoy durmiendo bien, por el tema de la garganta. Tiempo para ir al médico tampoco tengo, pero mamá insiste en que debo cuidarme e ir urgente si sigo así.

Una vez en el baño me fijo en el espejo si todavía tengo intacto el maquillaje bajo los ojos. Por suerte existe el tapaojeras, que siempre lo traigo en el bolso.

Por el reflejo noto que un chico entra al baño, distraído con el celular, y está a punto de meterse a uno de los cubículos cuando le grito sin querer.

—¡Ey! Es el baño de... —chillo y en cuanto él voltea a mírame, siento que todo mi sistema se descompone en un microsegundo—. ¿Rafa? ¿Qué...? ¿Qué estás haciendo acá?

Rafa se me queda mirando anonadado como si nunca hubiera esperado verme acá, sabiendo que desde hace tiempo que vengo. Me cruzo de brazos esperando una respuesta. Si bien la escuela de artes no es mía, pensé que dejar de ir al cementerio cuando él estuviera era una clara referencia de que necesitaba no verlo.

—No importa, no me debes ninguna explicación. —me apresuro a decir antes de que siquiera abra la boca.

Tomo el bolso que dejé sobre la mesada y camino hacia la salida.

Por suerte Rafa no dice nada más. No dijo ni una sola palabra. No sé qué le sucede. Sé que quizás le impacte que no lo vea como el simple Rafa, como lo vi desde la primera vez que lo conocí, pero tampoco para quedarse mudo en cuanto me ve.

Sé que mis sentimientos son erróneos, que están mal y que deben quedarse bien guardados en lo último de mi ser. No hace falta que nadie me lo recuerde. 

Dear DaysiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora