18: Desconocidos

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CAPÍTULO DIECIOCHO.

3 de Mayo.

—Diego es súper lindo, no me voy a cansar de decirlo. —le confieso a mi mejor amiga, riéndome.

Es viernes y son las diez y algo de la mañana. Hoy me levanté con ánimos, así que vine a desayunar mientras le cuento algunas cosas a Daysi.

—Y siento que lo quiero un montón... —suspiro—. Pero... ¿por qué tiene que haber un pero? Quisiera que todo fuera más fácil.

Tomo el último sorbo de mi jugo de naranja y guardo la botella vacía en la mochila.

—Ojalá pudiera enamorarme de él —digo en un suspiro—. Es súper mega bueno conmigo. Siempre que lo necesito está ahí. Me dice cosas lindas todo el tiempo y lo re quiero. ¡Lo re quiero! Qué complicado es el corazón a veces...

No puedo evitar pensar en Rafa cuando lo digo. Y sintiéndome culpable sólo por eso, guardo el resto de cosas en mi mochila dispuesta a irme.

—Perdón de nuevo, Daysi. Te prometo que es temporal...

Me sacudo el pasto después de levantarme y me llevo un susto cuando doy media vuelta y encuentro a Rafa detrás de mí. Lleva las manos en los bolsillos y los anteojos de sol para que nadie pueda verle la mala cara que lleva...

Tengo una mano en el corazón del susto.

—Rafa... ¿Qué haces acá?

Trago saliva y siento cómo mi corazón late a una velocidad que yo diría es inhumana. Quiero irme corriendo ya mismo y que desaparezca de mi vista. Pero tengo que enfrentar mis problemas... ¿Desde cuándo Rafa es uno de mis problemas?

—Perdón, cierto que la mañana era tuya. —dice tajante, como la última vez que hablamos.

Eso me hace enfurecer de repente. Eso, o que últimamente tengo los sentimientos a flor de piel.

—¡Basta de tratarme así! —chillo, enojada y se me quiebra un poco la voz—. ¡No lo hice a propósito, Rafa! Estoy cansada de que me castigues por sentir algo que ni yo quise. Si pudiera elegir de quién enamorarme ya hubiera elegido a Diego mil veces...

—¿En serio? —suelta él, por fin. El rostro inmutable como cualquiera.

—Obvio. Pero quédate tranquilo, que ya no siento nada por vos —le miento, pero uso mi voz más creíble—, el no verte ni hablar con vos ayudó mucho.

—No es lo que le dijiste a D... a ella. —dice sin más.

—Aprendé a no escuchar conversaciones ajenas.

Decidida vuelvo a caminar para irme. Tengo el corazón en la boca cuando paso por su lado. Es como si todo pasara en cámara lenta. Paso por su lado, como si fuéramos totales desconocidos. Como si jamás lo hubiera visto sonreír. Como si jamás lo hubiera abrazado. Mi mano roza, tan suavemente la suya, que es casi un tacto inaudito...

Como si jamás lo hubiera conocido... me repito.

Como si jamás lo hubiese querido. 

Dear DaysiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora