7: Dolor

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CAPÍTULO SEIS.

12 de enero.

El día representaba felicidad. Estaba soleado, había brisa veraniega y se notaba un aura feliz por parte de las personas.

Pero no de todas.

En cuanto llegué al cementerio, al lado de Rafa, noté que cada día él estaba peor. Yo perdí una mejor amiga... mi hermana del alma... pero él había perdido al amor de su vida. ¿Cómo podía yo entender por lo que estaba pasando? No lo hacía ni un mínimo.

El castaño se encontraba sentado, con la cabeza escondida entre las piernas, murmurando repetidas veces "¿por qué?". No quise interrumpir su momento, aunque no haya sido uno bueno. Me quedé un rato lejos, dándole su espacio para desahogarse; no quería molestarlo. Su aspecto desalineado sólo daba a entender que él lo estaba pasando realmente mal. Como ya recalqué antes, Rafa ya no era el mismo de siempre. El anterior se preocupaba por su aspecto mucho más que yo y Daysi en conjunto. Pero ahora, al sólo verlo unos segundos, podía notar que su pelo estaba opaco, grasoso y su ropa era, seguramente, la que usaba para dormir. Y llevaba constantemente lentes de sol para que no se le notaran las ojeras.

Quería hacer algo al respecto por él. Quería ayudarlo de alguna manera pero, ¿qué podía hacer? Él ya era un chico independiente y encima bastante orgulloso. No le gustaba que le estuvieran encima todo el tiempo. A eso sólo se lo dejaba a Daysi.

Finalmente me acerqué luego de un rato para acariciarle la espalda. No se movió, ni dejó de repetir las mismas palabras.

Estuvimos así un rato largo hasta que él habló.

—He dejado la facultad. —soltó, con la voz pesada de, probablemente, la culpa.

—Rafa...

—Y están a nada de echarme del trabajo, Maite...—sollozó con voz ahogada.

No podía verlo así. No quería verlo sufriendo así. Yo entendía el tipo de dolor, lo entendía más que nadie.

—Rafa, no puedes seguir así.

—He intentado... He intentado de todo —explicó, como pudo, entre lágrimas—. He tratado de seguir adelante, de seguir con mi vida, de tratar de volver un poco a la... normalidad. Pero no puedo. Se me hace imposible. Cada día la extraño más.

—Lo sé, yo también.

—Siento que... a veces siento que no puedo respirar del dolor que siento en el pecho —susurró, todavía sin mirarme—. Tenía demasiados planes a futuro con ella. Trabajaba para poder irnos a vivir juntos, estaba ahorrando... Y ahora... estoy en la nada. Estoy solo.

—¡No! —exclamé, angustiada—. Me tienes a mí. Estamos juntos en esto, Rafa. A mí también me duele como a ti. Siento que no quiero seguir, siento que no puedo seguir con planes que hicimos juntas... Pero me tienes a mí, Rafa. No vuelvas a decir que estás solo.

El castaño no dijo nada, pero aun así se acurrucó a un costado de la lápida y yo me senté a su lado, callada. El silencio era ensordecedor. Dolía sentir que no podía hacer mucho, más nada, por él. Yo entendía su dolor, pero si no podía con el mío, ¿cómo podría con el de alguien más? Entender no era suficiente.

—Estamos juntos en esto... —repitió al cabo de unrato largo, como si lo hubiera procesado—. Gracias, Maite.

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Esto va muy lento! Pero les prometo que YA viene lo bueno <33

Dear DaysiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora