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Algo que Melanie amaba era pasar las tardes en la orilla del lago negro junto con su novio. A veces hablando, otras haciendo tarea, cada escenario posible le parecía increíble.
—¿Me das?—preguntó mirando al castaño.
—No sé si me siento tan cómodo haciéndolo en público, pero yo hago lo que tú quieras—dijo mientras soltaba el paquete de chocolates y tomaba los muslos de su novia para sentarla sobre su entrepierna.
—¡ah-! EL CHOCOLATE DIGGORY, ME REFERÍA AL CHOCOLATE—exclamó riendo.
El hufflepuff río ligeramente soltando un largo "ah" haciendo referencia a que entendió.
—Entonces no—sin más la colocó a su lado mientras tomaba el libro de pociones.
—¿Cómo que no?
—No te voy a dar de mi chocolate, tu no me diste de tus varitas de regaliz—sacó su lengua en señal de burla.
—Ced...
—Ay no, por favor no hagas eso—sin darle tiempo a correr sintió los labios de su novia sobre los suyos y sus manos paseando entre su cabello y su nuca
—¿Quieres darme de tus chocolates?—preguntó una vez más dando ligeros besos en la definida mandíbula del chico.
—Son todos tuyos, nena—sonrió dándole las golosinas, mirando como las degustaba con una sonrisa.
¿Qué más podía hacer? Cedric Diggory amaba ver feliz a su chica, además, siempre obtenía buenas recompensas por ese tipo de acciones.
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