Edward Cullen

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resumen: Edward debería dejar de juzgar a la gente basado en el primer pensamiento que tuvieron o la primera acción que realizaron [sin segunda parte]

personaje principal: ocfem

—El trabajo será con su compañero de banco y los ganadores serán premiados con la cebolla dorada ¡Comiencen!

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—El trabajo será con su compañero de banco y los ganadores serán premiados con la cebolla dorada ¡Comiencen!

Edward vio a su compañera dormía con su cabeza apoyada en la mesa, no podía comprender la falta total de interés que la joven colocaba en la escuela. La mirada en sus ojos expresando desaprobación.

—Lo siento, no oí ¿qué hay que hacer?

—Hay que...

—A sí; anafase, profase y así—dijo mientras ponía las muestras en el microscopio y venía cada fase.

—El trabajo es de a dos

El vampiro estaba realmente asombrado, no esperaba que ella supiera algo de biología.

—Lo sé.

Sacó unos bonitos apuntes resaltados en colores pastel y decorados en los bordes por notas musicales

—Tú vas a copiar esto y yo voy a seguir durmiendo si no te molesta— bostezó cubriendo su boca con la mano

Volteo la cabeza al piso, donde estaba la mochila del hijo mayor de los Cullen

—¿Me la prestas?

—Mm, sí seguro.

—Gracias.

Había estado trabajando hasta las 5:30 a.m, lo cual solo le dio una hora de sueño, en un lapso de cuarenta y ocho horas.

Es que claro, trabajar ofreciendo su cuerpo a cambio de dinero no deja mucho tiempo para descansar, eso sumado a Elizabeth, su pequeña hija de cinco años a quien ella quería darle todo lo que necesitaba y merecía.

Edward al final terminó el trabajo aclarándole al docente que su compañera de banco había colaborado en la mayor parte.

Al sonar la campana Megan frotó sus ojos, de los cuales salían unas pequeñas lagrimitas por el ardor que los mismos sentían. Se paró del banco, tomó sus cosas y se sacó el abrigo.

—Gracias por prestarme tu campera.

—Puedes quedartela

—Mejor no, después me olvidaría de dártela—tomó la mano e ignorando la baja temperatura de esta dejo la campera

Edward, quien la miraba irse no puedo evitar llevar la campera un poco más cerca de su rostro para sentir el perfume de la mujer.

Esa misma noche desde la ventana la vio preparar su atuendo, un vestido dorado de tirantes abierto en la espalda junto con unos tacos negros.

—¿Te irás mami?

— Sí, mí amor.

La madre besó su cabeza mientras la abrazaba.

—¿Por qué debes trabajar ahora mami, no puedes hacer masajes mañana?

Masajista de una estética no sonaba como una mentira muy mala para una niña pequeña.

Claro, saliendo de fiesta todos los días cualquiera esta cansado; pensó Edward sin saber el por qué se alistaba mientras ignoraba en lo dicho por la pequeña.

—No bebé, es un turno irremovible. Lo siento.

Se retiró de la casa dejando a su hija con la nana y se subió a un camaro que esperaba afuera.

Y así era todas las noches, era todo lo que podía hacer para vivir, nadie le daría empleo a una menor de edad.

Esa madrugada a las 4:30 a.m, se tiró a la cama mientras el castaño la observaba desde el armario. La había visto entrar con lágrimas en los ojos y el delineador corrido. Sus brazos tenían marcas moradas de golpes y agarres fuertes.

El lector de mentes pudo ver todo lo que pasó eso noche, las manos de hombres pasando por su cuerpo de manera brusca e irrespetuosa; las lágrimas silenciosas que bajaban de sus hermosos ojos verdes al sentir al bastador entrar y salir de ella. Todo el dolor acumulado en su ser y las diferentes maneras de morir que siempre pensaba.

Hasta que vio a una bebé, una hermosa bebé que siempre parecía aplacar esos pensamientos llenando su mente de alegría.

Megan se terminó por quedar dormida a las seis de la mañana, por suerte ese día era sábado, no tendría que hacer nada hasta las 21:15. Hora en la que iba al club a trabajar de moza.

El entonces ojinegro se acercó a ella cubriéndola con una manta y dejando un beso en su frente. Prometiendo así que no dejaría que nada la lastime nunca más.

edición: 18/may/2023

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edición: 18/may/2023

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