TRES

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Logré llegar hasta la torre de enfriamiento, una estructura enorme, imponente, con evidentes rastros de desolación y catástrofe. Una vez dentro, sentí como no podía avanzar más. Una corriente de aire fría atravesó mi cuerpo, sentí de inmediato como se erizaba mi piel, una fuerte presión azotó mi cabeza, intente respirar, pero el aire se había vuelto denso, parecía que me había sumergido en pleno mar abierto.

—¡Akalena! —gritó Octavia en pánico, haciendo detener la excursión—, ¡tus ojos! ¡su color! están blancos.

Escuché a lo lejos las carcajadas de Darya y Maryia

—La fenómeno, siendo fenómeno —comentó Maryia con una risa burlona.

—Ya quítate esos lentes de contacto Akalena, no nos vas a asustar —continuó Daryia.

—Cierto, fenómeno, deja de jugar —agregó Maryia.

—¡¡¡Akalena!!! —Insistió Octavia— ¿¡me escuchas!? por favor di algo.

—¿Qué puede decir? —replicó Maryia— todos sabemos que ella es así, extraña.

—No entiendo —dijo nervioso Nicolás— ¿qué está pasando? Debemos ayudarla.

—No pierdas tu tiempo, cariño —Intervino Darya mientras tomaba la mano de Nicolás— vamos a continuar, el guía solo nos dio 10 minutos de receso y ya han culminado, déjenla aquí, la humanidad nos lo agradecería.

De pronto sentí destellos de luz con múltiples colores a mí alrededor, mi vista estaba nublada, cerré los ojos con fuerza, sentí ansiedad, no podía moverme, mis pies estaban aferrados al piso. Mi garganta ardía, sentí como mi piel se quemaba, ya no podía escuchar lo que me rodeaba, estaba sola en medio de ese huracán de sensaciones. Por unos minutos me sentí de nuevo en mis pesadillas, aquellas que terminaban en lágrimas mientras Gina me acurrucaba en sus brazos, quería despertar, pero algo me decía que lo peor estaba por pasar.

Mi corazón se acelero a mil kilómetros por hora, use cada fibra de mi ser para mover mi cuerpo y cuando me sentí libre de poder avanzar, abrí los ojos, no sé lo que ocurrió, pero lo último que recuerdo es haber sentido una descarga eléctrica, que además de hacer que recuperara la voz y pudiese gritar con todas mis fuerzas, me hizo perder el conocimiento, segundos más tarde.

—Nicolás ¡corre! ¡rápido! ¡corre! —repetía una y otra vez Octavia— está sangrando.

—¿Qué hacemos? —respondió Nicolás en pánico, mientras se acercaba.

—Debemos llevarla al servicio médico —Sugirió Darya, quien luego de la escena tan espeluznante pensó que había muerto.

Lunes, 15 de marzo de 1999, hora: 6:59pm

Dos días después del incidente

Desperté aturdida, sentí como si cada parte de mi cuerpo pesara una tonelada, estaba mareada pero no quise entrar en pánico. Me encontraba en una habitación de hospital, conectada a monitores, tenía mis manos cubiertas con protectores que parecían guantes de boxeo. Mi autocontrol falló, sentí miedo y eso género que todas las máquinas que me rodeaban comenzaran a sonar como sirena de ambulancia en emergencia. Escuché gritos afuera de la habitación y siluetas moviéndose a través del vidrio de la puerta, en cuestión de segundos vi entrar a Gina, nunca la había visto en acción, entro con 3 personas más, pero no pudo quedarse, vi sus ojos llenos de lágrimas, y yo no pude contenerme, entre en una crisis de pánico.

—Akalena, —Escuché decir a uno de los que entraron— estamos contigo, cuenta hasta tres: uno, dos...

Luego de la cuenta regresiva, no escuché nada más. La sedación me ayudó a descansar, pero fue una dosis mínima, en cuestión de dos horas el efecto había pasado, solo que esta vez no estaba sola, Gina se encontraba en la habitación.

CIUDAD DE LAS ALMAS | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora