DIECINUEVE

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Miré alrededor y preferí prepararme el desayuno por mi cuenta, no quería causarle molestias a Vicente, y era suficiente con tenerme invadiendo su espacio personal.

Al terminar, caminé por todo el lugar observando detenidamente el orden en el que se encontraba todo, el lugar estaba envuelto en un silencio que me generaba paz. Alrededor del apartamento se encontraban múltiples velas aromáticas, esa era una de mis grandes obsesiones en momentos de estrés, la aromaterapia, quizás no la implementaba como era debido, pero existían ciertos aromas que me hacían feliz, aun en medio de la tormenta.

—Vainilla —murmuré tomando una de las velas en mis manos

Me dirigí hasta la cocina en busca de un encendedor y luego de remover algunos cajones, respiré profundo al pensar que mi plan se había frustrado, pero antes de rendirme volví a dar otra pasada y en el último minuto lo conseguí. Así que, me dirigí por todo el lugar encendiendo todas y cuantas velas con aroma a vainilla conseguí en mi camino. En cuestión de cinco minutos todo el lugar estaba impregnado por ese aroma tan confortable, un toque dulce que envolvía cada sentido, generando una sensación de calma, de paz e incluso, generaba una gran impresión a hogar, como si hubiese estado allí toda mi vida.

Llamada entrante — Gavrel

—¿Aún sigue en pie nuestro café? —preguntó

—Sí, claro... —pausé—

—¿Qué ocurre?

—Gavrel, podríamos adelantar un poco la hora, es que tengo unas cosas por hacer

Sí, claro. Tu solo dime cuando y pasó por ti

¿En una hora? ¿te parece?

Bien, de igual forma tu solo llámame cuando estes lista

Perfecto, nos vemos —colgué

Fui a tomar una ducha, limpié como me había enseñado Vicente mis heridas y al salir, recordé algo muy importante.

—¡Mierda! No tengo ropa —murmuré mientras llevaba mis manos a mi rostro en señal de frustración—. Piensa, vamos piensa —continué

Caminé meticulosamente cubriéndome con un albornoz hasta la habitación de Vicente, habría algo allí que quizás pudiera usar de alguna forma.

La habitación mantenía su olor, además de que seguía en un perfecto orden, tal y como estaba cuando entre la primera vez. Caminé alrededor de la enorme cama perfectamente tendida, por unos minutos se me olvidó que estaba haciendo allí en su habitación y me comencé a fijar en los pequeños detalles que decoraban todo el alrededor. Entre ellos, en su mesita de noche, había una fotografía, donde se veía a Vicente con una sonrisa enorme y una chica a su lado, con los ojos igual de azules que los de él, ella también se veía muy feliz.

—Lo sé, mi hermana es más hermosa que yo —escuché rompiendo el silencio

El susto me hizo gritar, hasta poder girar mi rostro a la puerta y darme cuenta que Vicente estaba allí.

—¡Me vas a matar! —chillé mientras recuperaba el aliento

—Lo siento, —respondió entre risas— pensé que aun dormías y entre con cautela

—Debo salir con Gavrel ¿recuerdas?

—Tu salida, es verdad —murmuró casi para si mismo—. Por cierto, ¿qué haces aquí?, no me molesta, pero me causa curiosidad

—Recordé que no tengo nada que ponerme —agregué apenada

—Mis joggers te quedan un poco grandes —sonrió—, ¿Cuál era el plan?

—No había ningún plan —reí—, quizás alguna de tus camisas me serviría de vestido

—¿Recuerdas que fui a tu casa por tus cosas? —dijo entre carcajadas

No puede ser, era cierto, había ido por mis cosas, que vergüenza. De pronto sentí como se ruborizaban mis mejillas.

—Fue mi error, yo guardé tus cosas y la verdad olvidé comentarte donde estaban —su tono de voz era comprensivo

—Disculpa, de verdad, debí llamarte

—Descuida, no pasa nada. Ven te enseñaré donde están tus cosas

Me llevo hasta la habitación donde dormí y me mostró donde se encontraba mi ropa. En mi defensa, la había ubicado en un lugar donde la verdad no se me era de fácil acceso por mi estatura.

—¿Necesitas que te lleve? —rompió el silencio

—No, tranquilo. Ya has hecho mucho por mí. Gavrel, él vendrá

—Bueno, te dejo para que puedas arreglarte —dijo no muy convencido

—Vicent... —murmuré

—Dime —respondió mientras sus ojos azules se encontraban con los míos

—Creo que regresaré hoy a casa —solté

En sus ojos había sorpresa y confusión —¿Pasó algo? ¿te sientes bien? —dijo

—Es solo que extraño a mamá y no creo que sea justo ocultarle nada

—Sí, te entiendo —suspiró—. Solo que, Gina ha tenido que salir de viaje por un compromiso

¿Viaje? Mi mente por un momento colapsó

CIUDAD DE LAS ALMAS | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora