Octavia salió de la habitación, me di una ducha y me tiré en la cama, estaba ansiosa, preocupada, pero, ante todo, estaba rota. Los pedazos de mí que Vicente lograba compactar y volver uno, estaban esparcidos en todos lados. Entendí que los días grises después de una tormenta no me gustaban, que los escombros se volvían difíciles de movilizar sin dejar más vacío del que ya sentía. Y aunque me hubiese podido quedar toda la noche pensando en él, en mi mente apareció la imagen del amor más incondicional que conoceré en esta y en todas las vidas.
La doctora Regina Tarasevich ¿Qué hice para merecerla? Me había pasado los días enfrascada y ensimismada que había pasado por alto que mi mundo siempre había estado controlado con ella en él. No había un consejo que estuviese errado, una palabra que fuese cuestionable. Mi madre era la mejor madre que jamás pude imaginar. En ella no buscaba un refugio, porque simplemente hacía que todo a mi alrededor fuese un lugar seguro, aun con imperfecciones, con llanto, con todo lo que acarrea ser un ser humano y vivir en un mundo lleno de estigmas, modas, criticas, fanatismo...
Enfocarme tanto en lo que había perdido o en lo que no tenía a la mano, me nublo a tal manera, que no apreciaba realmente los detalles diarios de mi vida. No me di la oportunidad de disfrutar lo suficiente, de equivocarme lo suficiente o de fracasar las veces necesarias solo por el miedo a lo que los demás fueran a pensar de mí. Cuan errada estuve al darle el poder de mi vida a otras personas, que al igual que yo están expuestos a cagarla y a fracasar incluso muchas veces más que yo.
—¿Quieres algo de comer? —susurró Nil desde afuera de la puerta
—No tengo hambre —respondí
—¿Qué tal un jugo? —dijo entrando a la habitación
—Lo acepto —dije sonriendo
—¿Cómo te sientes?
—Lista para quemar penes
—¡Esa es mi hermana! —dijo orgulloso— eso sí, siempre y cuando no sea el mío —soltó una carcajada
Nil se retiró del cuarto un par de minutos después de hablar sobre libros, personajes y shippear a algunos personajes. Sin duda era el hermano que nunca tuve, molesto, fastidioso, sobreprotector y lleno de amor.
Cerré los ojos dejándome vencer por el cansancio
—No merecías recibir amor... —dijo una voz en la oscuridad
—Por eso te has quedado sola... sin un timón, sin una vela que guíe tu camino —Siguió otra voz
—¿Quiénes son? ¡déjenme!
—No pierdas el control —Ananta habló—, quieren verte fracasar, quieren que hieras a personas inocentes, no puedes perder el control
—No vales ni un centavo en el mundo de los vivos, ni tendrás nunca lo suficiente para pagarle a Caronte el viaje en el mundo de los muertos... Te convertirás en una sombra en el medio de la nada, sin vida, sin oportunidades... seguirás estando sola en esta y en todas las vidas que te quedan por vivir. —hubo una risa sardónica
—Ni la profecía de entregarte completamente te salvó de tu triste y vacío final... El amor es el sentimiento más pobre que puede existir... una esperanza vacía intentando rellenar almas sin rumbo... No se puede dar lo que no tienes y no se puede ofrecer algo que nunca tendrás
—Akalena, tu asunya no es un error... recuérdalo, tú eres la armonía...
Abrí los ojos de repente y sentía que todo me daba vueltas
—¡Esta hirviendo! —escuché a Nil
—¿Qué hacemos? —preguntó Scott
—Hay que llevarla a la ducha —dijo Octavia
ESTÁS LEYENDO
CIUDAD DE LAS ALMAS | TERMINADA
Novela JuvenilEn medio de la confusión y el miedo, Akalena quien fue salvada del vientre de su madre, la cual moriría días después del alumbramiento debido a las graves quemaduras y heridas que quedaron en su cuerpo, tras aquel 26 de abril de 1986, en Pripyat, lu...