Capítulo 49

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¡Hola a todos! Disculpen la tardanza. Ocurrió un pequeño problema con Wattpad. El capítulo no se publicó el jueves, pero aquí está. ¡Disfrútenlo!

Con cariño, las Hermanas Lenas.

Con cariño, las Hermanas Lenas

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CAPÍTULO 49

Cuando Cristal entra en su recámara, lo primero que hace es cerrar la puerta. Tras darse miradas en el espejo, desde el color de los ojos hasta el blanco en que se ha tornado su piel por estar encerrada en esa casa; Suspira agotada, avanzando hacia el cuaderno de dibujos que guarda debajo de los cojines, para tomarlo junto con un lápiz.

De ahí se sentó en su lugar favorito: La ventana.

Perfecto horario mañanero para dibujar, el sol entraba por el cristal de la ventana y calentaba la superficie de la losa donde Cristal se sentaba.

Se colocó justo al lado del límite entre el muro y el vacío, separándola del ardiente sol solo la cortina color vino que le rozaba el cabello.

Fue cuando abrió su cuaderno, encontrando en la primera página el dibujo que hizo de sus padres unos meses atrás.

—Que añoranza de verlos...

El calor del sol la motivó a dibujar algo que solo los buenos pintores saben hacer: su propio rostro. Pero notó la herida, que tonta Cristal, después de haber terminado el dibujo fue que se acordó.

Mirando el Sol por última vez a través de su ventana se aleja y le da la bienvenida a la oscuridad al dejar caer las cortinas y el cuaderno en la cama, para colocarse al menos una venda decente.

En el baño siente el sonido de la puerta cerrarse, algo que prestando más atención, no escuchaba pasos de persona alguna.

Buscaba en el botiquín algo, pero no había nada.

Decidió salir, pero al hacerlo se llevó una sorpresa. Encontró a Hansel sentado en la cama con algo en sus manos mirando a la dirección de su cuaderno de dibujos.

Carraspeó.

—¿Perdiste algo?

Hansel nota a Cristal de brazos cruzados y se levanta de la cama sin despegar la mirada de ella, quien lo observaba molesta.

Sí, se le notaba a leguas.

—Déjame verla

—¿Ver qué?

—Tu herida.

—Ah. ¿Para qué?

—Solo déjame verla.

Cristal suspiró y le entregó la mano con desinterés mirando a todos lados para disimular la curiosidad que le aportaba Hansel.

—¿Cuál es mi receta, doctor presumido?

Hansel no habló, solo desenvolvió una gaza y comenzó a envolver el brazo de la joven con esta, mientras ella lo miraba expectante. Cuando terminó solo se alejó diciendo estas palabras...

—Aprendí con Sasha, fue una gran maestra.

Y salió de ahí.

—¿Fue? Espera, Hansel —Pero ya había salido.

¿Quién es Sasha?

*

Ese hombre que conocemos como Esteban, sí, ese. El padre de Cristal y el hermano que Verónica pensaba que le decía la verdad mientras mentía, estaba haciendo una visita de buen vecino —y tío—, en la casa del frente.

—Menuda charla la de ayer. Pati vino muerta de cansancio —decía una mujer de piernas flacas y cuerpo ancho. Exacto, de las malformadas.

—Mamá... Entonces, ¿Esteban, no? —preguntó Patricia dirigiendo su mirada al hombre.

—Sí, exacto.

—¿Quieres que vaya a la casa de Verónica a conocerla?

—Quiero que ustedes conversen, necesito que se entiendan. Quizás no la perdones o me perdones, a mí principalmente por dejarte ahí en el orfanato y engañar a Verónica pero... por favor, eso sería al menos una disculpa. Si lo logro me quitaré un gran peso de encima.

—Siempre quise saber quién es mi madre biológica. —Miraba a su madre que estaba en la cocina.

—Yo también, cielo. Me gustaría conocerla. —dice su madre mirando a Esteban, quien traga grueso.

—Bien, entonces vamos.

—Solo quiero pedirles un favor, me gustaría que solo por hoy fuera Patricia. No me lo tome a mal pero... Mi hermana lleva este asunto muy delicado, así que si no le molesta.

—Claro.

—Espero comprenda. ¿Patricia?

—Vamos, adiós ma' —dice seriamente mirando a aquel hombre que veía solamente como un vecino, para entrar a esa casa de los Monserrat donde había escapado Cristal y entraba ahora su reflejo.

Verónica recién despertaba de su sueño mañanero, aliviando sus ojeras comiendo una manzana. Bajaba las escaleras despreocupada, mirando sus pies descalzos en pijama.

Al llegar a la sala que decide tomarse una pastilla delante del mueble, mira al espejo.

Se voltea rápidamente a ver si era cierto lo que su reflejo veía.

—Oh, por Dios.

Y sus ojos no la engañaban, pues la muchacha que se sentaba en el butacón al lado de su tío se levantaba con una sonrisa y miraba a Verónica.

— Hola...

—Patricia —Los ojos se le aguaron y se apoyó en el sillón para luego sentarse pues no se podía mantener de pie.

No lo podía creer, su recién encontrada hija estaba delante de sus ojos y en su casa, con su hermano mirándolas con una sonrisa. ¿Quién se lo iba a esperar?

—¿Patricia?

La muchacha sonríe, cada vez recordándole más a Cristal.

—Si...

—Mi hija... ¿Patricia... mi hija?

—Sí, sí, sí. —Sonreía viendo a Verónica.

La mujer no sabía qué hacer, si abrazarla, si quedarse quieta y no precipitarse, por lo que sus manos iban de adelante hacia atrás como si ellas estuvieran dirigiéndola por el camino correcto.

Esteban le hace una seña moviendo su cabeza y la muchacha se levanta mirando a Verónica con sus ojos aguados. Finalmente hace algo que no se esperaba, Patricia abre sus manos dándole permiso a Verónica para desplomarse en sus brazos.

—Ay, mi hija... —Abrazaba su espalda y ponía su mentón en el brazo de la chica, mientras acariciaba su cabello—. Ay, Patricia, apenas sabía que... que estabas viva... 

Y fue como empezó el mayor llanto de toda su vida, el llanto del reencuentro familiar, bajo la mirada de Esteban y la primera lágrima de la hija de Verónica.

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