[FINALIZADA EN EDICIÓN] Si la vida te diera una segunda oportunidad de darle placer a través de un secuestro. ¿Lo harías?
Cristal toda la vida ha vivido bajo el cuidado de un volcán en erupción, mejor dicho, la tía Verónica.
Y aunque no fue de la me...
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CAPÍTULO 61.
Mucho dolor…
Los disparos cesaron. Las ambulancias hicieron acto de presencia en la zona y comenzaron a bajar las camillas. Cada vez llegaban más y más.
Muchos muertos…
Un policía estaba sacando al hombre que le disparó a Verónica y lo introdució en la patrulla. Algunos mafiosos quedaron vivos, pero otros permanecían en el suelo, muertos y desangrados.
Los camilleros cargaron con el cuerpo de Verónica hacia una camilla, la cual tenía los ojos cerrados. Pero cuando estaban dispuestos a entrar a la ambulancia, Cristal, al verla, salió corriendo hacia ella.
—¡Tía Verónica! ¡Tía Verónica!
A pesar de todo lo sucedido, no se podía seguir ocultando ese cariño que Cristal sentía hacia su tía. Ella la había criado, había sido su madre cuando Miranda no estaba. Era… algo que vivía en ella, y no pudo evitar sentir preocupación… dolor… e incluso miedo de que le pasara algo grave.
La camilla entró a la ambulancia, y los paramédicos salieron en busca de otras que cargaban heridos de gravedad.
—¡Tía, no! ¡Tía! —gritó Cristal con gran dolor, casi sin poder sostenerse de pie. Verónica la acababa de salvar de una segura muerte, tomando la bala en su lugar.
¿Qué mejor forma de demostrarle su arrepentimiento a Cristal que esta?: Salvándole la vida.
Hansel abrazó a Cristal por detrás, mientras ella gritaba y lloraba. La chica, al notarlo, no pudo aguantar más tantas emociones y se desmoronó en sus brazos.
Los camilleros fueron en busca de Pólvora y la adentraron en la misma ambulancia de Verónica, la cual cerró sus puertas y se despidió del lugar tan rápido como comenzó a sonar las sirenas con intensidad.
La detective Monsolini, quien acababa de llegar a la zona, se acercó a la pareja abrazada.
—¿Tú eres Cristal?
La chica mientras temblaba en llanto, se dio la vuelta y asintió.
—Yo soy la detective Monsolini, es bueno haberte hallado después de estarte buscando tantos meses. Creo que a tus padres les gustaría verte.
***
Una puerta se cerró y Miranda saltó del susto en la cocina. Su instinto la hizo salir a ver quién había llegado, esperando que fuera Verónica, pero con una esperanza de que fuera alguien más, hasta que la escuchó.
—¡Papá!
—¡Cristal!
Sin podérselo creer, se detuvo al borde de las escaleras y miró hacia abajo, como Esteban abrazaba a su hija y la llenaba de besos, y la miraba, y Cristal lloraba.