Capítulo 47

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CAPÍTULO 47

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CAPÍTULO 47

Karen sin embargo, permanecía en casa de sus suegros, viviendo los últimos días con su novio James.

—No, tú primero.

—Ya jugué, Karen. Acéptalo, te toca.

—Bien —Cruzó los brazos como niña pequeña —, ¿Verdad o reto?

James y Karen están sentados en el frío suelo para como han cogido la costumbre. Karen con la almohada entre sus piernas y los cabellos enredados de la mañana. Ni siquiera han salido del cuarto.
James sonríe y ladeo su cabeza, estirándose y bostezando. —Mmmm, verdad.

—¿El mejor lugar en el que has estado?

James no se lo pensó, responde casi automático. —Pues, a tu lado, tonta. —Se aproximó a su novia y le da un amistoso toque en la nariz, que la hace sonrojarse. El chico volve a su lugar.

—¿Verdad o reto?

—Verdad.

—¿Cuándo piensas perdonar a tus padres?

Eso toma a Karen desprevenida, sin embargo no vaciló mucho en decirlo. —En algún momento, supongo. No tengo el valor de ir y verlos como mis "padres adoptivos"
La mirada baja de Karen fue levantada pronto por el pulgar de su novio.

—Todo saldrá bien. —Ella asiente, antes de voltearse a ver quién tocaba la puerta de la habitación.

—Buenos días. —Una seria voz los despertó más de lo que estaban. Karen se voltea para ver a donde su novio, para encontrarse con un hombre de semblante atemorizante y varios objetos dorados como su reloj y sus anillos.

Eh, ¿De dónde yo conozco a este hombre?

—Buenos días. —Saluda Karen mientras James se levantaba.

—Dice tu madre que el desayuno está listo.

James asiente. —De acuerdo, ya vamos. Dame la mano, amor. —Karen se levanta pensativa, como si miles de ideas rondaran por su cabeza.

—¿Estás bien?

—Sí —Permanece seria mirando a donde se había ido el padre de James—, ¿Verdad o reto?

James frunce el ceño. —¿Verdad?

—¿Dónde trabaja tu papá?

El chico parece sorprendido y confuso a la vez. —En negocios. ¿Por qué?

—No tiene mucha pinta de hombre de negocios que digamos.

—¿James? —Llamó su madre desde la cocina.

—¡Ya vamos!

En la cocina Karen miraba cada pisada que hacía ese hombre, pues sentada al frente de él con un vaso de leche por la mitad divagaba sobre sus dedos la forma del anillo dorado. Pudo notar unas pequeñas letras grabadas sobre este.

Devuelve su mirada a su emparedado cuando siente que había estado observando más de la cuenta, pero aún todo en su cabeza era un caos.

—Voy a dormir —dice el hombre.

—¿En serio siempre tienes que dormir por el día, papá? Casi ni te vemos, empiezo a olvidar tu cara.

Karen permanecía examinando la mano del hombre cuando se levanta, acomodándose el anillo. Algo dentro de ella conectó los cables tomando una respiración repentina.

—No exageres, Albert. Debo dormir, sabes que trabajo toda la noche. —Y dicho esto depositó un beso en la cabeza de su esposa y desaparece tras la puerta de su cuarto. Karen aún estaba en su trance.

¿Karen acaso... pensamos lo mismo?

—¿Amor?

—Quiero ir a la estación de policías.

—¿A estas alturas, cómo...? —lo interrumpe.

—Shh...

—¿Karen, qué?—

—Quiero averiguar por Cristal, y no hables tan alto, que tu padre tiene que descansar.

Y diciendo esto se levanta decidida a presentarse en el lugar que rondaba su mente.

***

Verónica, sin embargo, llegaba a su casa tan cansada como sus ojos le decían, pero tan molesta como sus labios se apretaban.

—No conozco ni quiero saber nada de ti, Esteban. Se acabó.

Trancó la puerta mientras Miranda solo miraba. —Sabes que lo hice para protegerte.

—¡No sigas con lo mismo! No...—

—Ay, por favor, hemos estado más de 6 horas allí, dejen las discusiones para más tarde —dice Miranda.

Y tenía razón. Con más ojeras no podían estar los ojos de Verónica, ni los de Esteban, ni los de ella misma. Es más, todos eran un desastre.

—Me voy a dormir, he tenido muchos sobresaltos emocionales por hoy —decía Miranda mientras subía las escaleras y dejaba los tacones a su inicio.

Lo cual significa una cosa:

Las fieras estaban solas en la casa, listas para atacarse.

Verónica solo lo miraba con rabia, de brazos cruzados y totalmente seria mientras él se quitaba los zapatos.

—¿Qué?

—Nunca esperé eso de ti, Esteban. Creí que... creí que estabas de mi lado, que me apoyarías siempre.

—Verónica, yo...

—No digas nada, ya tengo suficiente con saber que mi hija está viva y que me mentiste al decir que estaba muerta.

—Todo fue por tu bien, hermana. Quería liberarte de todo lo que tuviera que ver con ese idiota.

—Eso no implica que—

—¿Quieres escuchar la verdadera historia? —El silencio de su hermana al ver cómo se levanta lo decía todo—. Bien. Pues el día que tuviste a la niña ideé una estrategia para hacerte salir de todo aquello. ¿Cómo lo hice? Pues le pagué a la enfermera para que fingiera que la niña estaba muerta.

La mirada de Verónica lo decía todo...

—¿Que tú qué? —En sus ojos se albergaban lágrimas mientras sus labios separados juntaban sus dientes y arrugaba su frente—. Todo este tiempo sufriendo a escondidas, cuidando a Cristal para que no le sucediera lo mismo, para que él no la encontrara, y veo que hasta mi propio hermano me traiciona. —Se levanta lentamente mientras Esteban le tomaba la muñeca.

—No. No te traicioné.

—Sí me traicionaste, ahora cómo le miraré la cara a mi hija, pensará que soy el monstruo cuando eres tú. —Empujó el pecho de Esteban tras altos sollozos.

—Haré todo lo posible para que ustedes se unan pero por favor, perdóname.

—No —negaba Verónica con gran dolor.

—Verónica...

—No. Estamos peleados, rebasaste los límites.

—Por más molesta que estés, ustedes se van a conocer, lo juro.

—Buenos días, Esteban, y escucha bien mi voz porque será la última vez que la dirija hacia ti.

Verónica sube las escaleras y se encerró en su cuarto, su hermano cayó derrotado en el sofá sintiendo el brazo de su mujer en su espalda.

—Ella me va a perdonar, Miranda. Verás lo que voy a hacer.

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