Capítulo 26

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CAPÍTULO 26

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CAPÍTULO 26

DÍA SIGUIENTE.

Cuando hagas algo noble y hermoso y nadie se dé cuenta, no estés triste. Recuerda que el amanecer es un espectáculo hermoso y sin embargo, la mayor parte de la audiencia duerme todavía. 

Vemos el Sol asomarse entre las ligeras cortinas de una habitación, que a su vez son impulsadas por la suave brisa mañanera. Sin embargo, nadie estaba disfrutando del cantar de los pájaros en la mansión de los Méndez, pues Hansel dormía placentero al lado de la chica a la que le conoció la noche anterior cada parte de su cuerpo. 

Cuando nuestro príncipe narco se digna a separar sus párpados, mira somnoliento a su lado y sonríe al recordar lo sucedido.

Se sienta sobre la cama y, tras ponerse unas medias y el calzado, deja la habitación solo para ella.

En una cama hotelera, y no es que sea en un hotel literalmente, ha amanecido Cristal Monserrat estirando sus brazos y bostezando.

—Uff… —Suspira sentándose en la cama, con el mentón sobre las rodillas y absorta en los pensamientos de la noche anterior.

—No quiero que te acerques más a ningún hombre. ¿Me estás escuchando? —Hansel se acercaba a ella moviendo su dedo índice y hablando por lo bajo.

—¿Por qué no puedo? ¿Ahora no puedo hablar con nadie, soy presa en este momento?

Recordaba todo mientras miraba al otro lado de la cama, que estaba estrujada como si otra persona hubiera dormido junto a ella.

Se rasca los ojos.

—Mi vida es solo mía, y la tengo que aprovechar, si te molesta pues lo siento, o como dice la canción: Mala mía.

Hansel choca a Cristal contra la pared. —No te atrevas a hacer eso de nuevo.

—¿Eso qué?

—Mandarme, pelearme, discutirme.

Suspira de nuevo sin creerse lo que había sucedido y se lleva las manos a la cabeza, acomodándose su lacio cabello a un lado. 

—Por Dios. ¿Qué pasó ayer?

—¿Por qué no puedo? ¿Acaso me vas a prohibir eso también?

—No —calla por un momento—. Lo que sucede es que te vez irresistiblemente sexy cuando mandas.

El solo pensar en ese momento le provoca tomar una bocanada de aire, saliendo de la habitación y bajando descalza cada peldaño de la escalera, hasta que llega a la cocina y se detiene para quedarse mirando la meseta.

El beso se fue poniendo muy caliente, las manos de Hansel no dudaron en acariciar la sedosa piel de Cristal, más allá de su falda...

La muchacha pasa sus dedos por las losas de la meseta delicadamente, como si estuviese escaneando los detalles en cámara lenta.

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