Capítulo 33

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"No podemos juzgar a nadie sin conocer su historia"

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"No podemos juzgar a nadie sin conocer su historia"

CAPÍTULO 33.

El ascensor dio a luz un pasillo decorado por alfombras rojas, donde cada puerta exhalaba aire frío. Ella lo siguió, siguió sus pasos hasta llegar a una habitación. Eduard abrió la puerta .

—Esta será la mía. —Verónica miraba el interior mientras Eduard abrió otra a su lado—. Y esta, la tuya.

Entró en su supuesta habitación, admirándolo todo. La cama era hermosa, sábanas blancas y rojas vino; cortinas hogareñas, una disquera, televisión y discos de la música actual: los 90's.

—¿Todo bien?

Eduard se asomó en la habitación después de unos minutos. Verónica con los dedos entrelazados asintió varias veces en respuesta.

—Sí, es encantador.

Esbozó una sonrisa. El joven cerró la puerta a sus espaldas y avanzó captando su atención en la piel de gallina de la joven.

—¿Estás bien?

Dirigió la mirada hacia sus manos cubriendo sus brazos. —Solo tengo un poco de frío.

—Espera aquí y toma una ducha, en el baño hay toallas. Te buscaré ropa y volveré para explicarte todo. ¿Ok?

Se quedó pensativa. ¿Piensas que todo es gratis, Verónica?

Asintió varias veces antes de mirarlo salir por la puerta.

¿Qué acababa de pasar?

MINUTOS DESPUÉS.

Salía de la ducha frotando su cabello con una de las toallas con olor a galletitas, mientras que la otra permanecía envolviendo su cuerpo. Al llegar a la cama se sorprendió al ver un bulto de ropa doblada sobre esta. Encima, una nota escrita a lápiz.

Se frotó las manos mojadas con la toalla para poder leer la nota.

Verónica, te espero en el restaurante del primer piso. Debemos hablar.

Dejó la nota en donde estaba y se puso la ropa dejada por Eduard. Le quedó exacta, excepto las mangas de la camisa que le quedaban apretadas, tenía que poner sus dedos entre su brazo y la tela para aliviar la molestia.

Hora de alistarse...

15 MINUTOS MÁS TARDE

En el restaurante del primer piso del hotel, con la calle nocturna reflejada en sus cristales, esperaba Eduard a su invitada, con una idea en su mente.

—¿Señor, más vino?

—Sí, por favor. —Le ofreció la copa a la camarera a su lado y esta se la llenó de un buen vino tinto—. Traime otra.

—¿Espera a alguien?

—Sí  —dijo mirando a la puerta de entrada.

—Con permiso, señor. —La mirada de Eduard se centró en la muchacha que venía con los botones de las mangas sueltos y recogiendo su reciente cabello lavado.

—Disculpe la tardanza... —Verónica se sentó a su frente.

—No hay problema. —Eduard colocó la copa sobre la mesa y alzó la mano para llamar a la camarera—. Tenemos que hablar sobre muchos puntos...

—Estoy lista, a cualquier trabajo que me recomiende usted.

—Pues de eso es precisamente. —La camarera vino con la botella de vino provocando el silencio en la mesa, mientras las gotas caían en la copa de Verónica.

—Con permiso. —Salió del lugar, Eduard asintió dejando a un lado su copa y entrelazando sus dedos.

—Te propongo algo... —Le dio un trago a su bebida—: vas a trabajar para mí —Verónica volteó su cabeza, confundida—, como prostituta.

Los ojos de Verónica se abrieron y dejó caer su cuerpo sobre la silla. —No sé, tengo que pensarlo. Es muy fuerte. —Infló sus cachetes mirando embobada al piso del restaurante.

—¿Te puedo hacer otra pregunta? —Ella asintió—. ¿Cómo fuiste a parar a mí? A mi auto... ¿Por qué estabas en ese estado cuando te encontré?

La joven respiró profundamente, se estaba preparando para una explicación. 

—Bien, te voy a contar: Mis padres vivían con una pelea constante en mi casa, y mi hermano se pasaba todo el tiempo en la universidad. Estaba yo sola contra el mundo, escondiéndome como si fuera la guerra; las ventanas se mantenían cerradas y la luz... no había luz siquiera en mi casa. Entonces, hace días me cansé, mi padre llegó borracho una vez más y mi madre comenzó a gritar y a gritar como nunca. Me encerré en la habitación tras pelear con ella y plantearle mis sentimientos, lo que yo sentía, pero ella no me escuchaba. Entonces, fue cuando decidí salir por la ventana...

Después de haberlo soltado todo sintió un alivio y un remordimiento a nivel Dios. Tomó su copa otra vez y se tomó otro buche.

—¿Y aún así no quieres trabajar para mí? ¿Prefieres volver a casa de tus padres con todo lo que has dicho, que te mantienen encerrada o prefieres ser libre, conmigo y aquí, a cambio de la venta de tu cuerpo?

Verónica se tomó unos largos segundos pensándolo, bebiéndose su copa de vino, hasta que al final se acomodó en su silla para dar su respuesta.

—Está bien, voy a trabajar para ti.

—Está bien, voy a trabajar para ti

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Uff. Un capítulo corto ¿eh?
¿Habrá doble actualización?

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