—¡Oh, Dios mío! —gritó Tara al tiempo que salía de la sala de reuniones junto a
Sarah.
—Shhh. Cállate —susurró Sarah.
«Confía en Tara para que una situación incómoda sea todavía más incómoda».
—¡Te ha pedido salir!
—Shhh. Cállate, Tara —susurró ella enfadada con los dientes apretados.
—¿Sarah?
Su voz la paralizó y ella se giró con una sonrisa mientras Santino permanecía ahí
con el brazo extendido hacia ella.
—Sarah, me gustaría presentarte de manera informal a mi director de marketing y
buen amigo Mark Bosworth.
Sarah extendió la mano y saludó a Mark educadamente, calmando su ataque de
nervios.
—¿Qué te ha parecido el discurso, Mark? —le preguntó Santino, desesperado por
exculparse por parecer tan poco atento durante la presentación.
Mark la miró y ella se alegró de que al menos él fuera profesional.
—Creo que es un concepto muy prometedor. Es creativo y diferente. Inusual. Nos
gusta lo inusual. Es lo nuestro.
Sarah sonrió, animada por el comentario.
—Me alegro mucho de saber eso. —Por fin. Al menos alguien tenía algo que decir
sobre su duro trabajo.
Entonces Santino puso su enorme mano con calma y de forma posesiva sobre la
zona baja de la espalda de ella, se disculpó por Mark y la mente de Sarah se esfumó.
—Me gustaría hablar contigo a solas. Por aquí, por favor.
—Hmmm, vale. —Sarah no podía evitar la perturbadora sensación de que estaba
haciendo algo malo al ir con él. Aunque ella quería quedarse a su lado para seguir
sintiendo su mano sobre su cintura, había unos límites de poca profesionalidad que no
quería cruzar.
Después de caminar juntos varios metros más por el local, por fin ella se detuvo y
se puso frente a él. Mala elección. Cuando él se detuvo, él estaba a solo un metro de su
cara. Sus labios preciosos y cincelados estaban a treinta centímetros de los de ella.
—¿Está todo bien? —preguntó ella, preocupada por un momento.
—Sí, está todo genial.
—¿Entonces por qué hemos tenido que venir hasta aquí solo para hablar?
En respuesta, Santino se rio y el sonido profundo de su garganta hizo que sus
costillas se apretaran alrededor de sus órganos para que no explotaran de delirio.
—Porque sí.
Sarah apartó su lado profesional por un instante. Sin duda, a él no le interesaba ser
profesional.—¿Porque sí? Estoy segura de que puedes darme una buena razón.
Santino apretó los labios, la liberó y la miró con intensidad.
—Vale, te diré la verdad. —Cuando ella esperaba oír su excusa, se dibujó una leve
sonrisa en los labios de él y la desafió con sus ojos misteriosos. Él inhaló bruscamente.
—Tengo que llevarte a un sitio que no sea tan oscuro y lúgubre.
La confusión de Sarah sacó lo mejor de ella. Ella arrugó la cara, olvidando que era
uno de los mayores clientes que habían tenido jamás, olvidando que tenía mucho que
ganar al asegurar ese contrato, olvidando que eso era una reunión profesional y que su
empresa no la había enviado hasta Madrid desde Nueva York para jugar con ese tío.
—¿Por qué?
—Porque necesito un lugar con buena luz para ver el color de tus ojos.
Sarah se resistió, pero no podía contener su atracción por ese hombre. ¿Qué diablos
estaba pasando? Ardía por dentro por la excitación, la alegría y el deseo por ese
hombre tan seguro y maravilloso que sin duda era demasiado honesto para mentirle
aunque la situación fuera tan inapropiada.
Entonces le golpeó un aviso desalentador: ese hombre era un mujeriego.
Todas las mujeres de entre dieciséis y noventa años conocían a ese hombre, y no, no
era por ser el mayor fabricante de juguetes de los Estados Unidos. Desde que apareció
en un reality show en el que las mujeres intentaban que él las eligiera, se había
convertido en un nombre conocido, en un símbolo sexual.
También había ganado mala fama por dejar a la finalista a unas semanas de que
terminara el programa. Afortunadamente, ese recuerdo la ayudó a recobrar su
profesionalidad y a eliminar la sonrisa aniñada de la cara. Justo a tiempo. Sarah
Montgomery no era como otras mujeres. No estaba preparada para caer rendida a sus
pies y jadear su nombre de forma ardiente. De ninguna manera. Podía estar
acostumbrado a que las mujeres le cayeran por la izquierda, por la derecha y por el
centro, pero ella no era una de esas mujeres. Sin duda, era guapísimo. Sin duda, era uno
de los solteros más deseados del país por su aspecto y su dinero. Pero nada la
impresionaba lo suficiente para destruir su dignidad. Ella era muchas cosas, pero no era
fácil. Y la curiosidad que él tenía por el color de sus ojos de pronto no era tan
aduladora.
—¿Disculpa? ¿Quieres llevarme a otro sitio para ver el color de mis ojos?
La severidad de su tono solo parecía hacerle sonreír más.
—Me está volviendo loco. No son marrones, no son verdes. Y este puto local es tan
oscuro que cualquiera pensaría que se celebraba un funeral y no un evento de negocios.
Él se rio entre dientes cuando Sarah resopló ante ese comentario indignante, fuera
de tono y poco respetuoso y miró alrededor. Afortunadamente, nadie lo había oído.
—¿Por qué esa obsesión con mis ojos? Esto es una reunión profesional, ya lo sabes.
—Sí, por eso te he preguntado qué haces esta noche, para que podamos vernos de
forma no profesional.
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"El bebé del multimillonario"
RomanceQue pasa si por casualida te acuestas con un multimillonario y a los dias descubres que estas embarazada de el Con todos los derechos reservados