Capitulo 4

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En respuesta, Sarah deslizó una mano entre sus cuerpos y le agarró el miembro, que
estaba atrapado a un lado en sus pantalones. Él se sacudió y apretó los ojos un instante.
—¿Hablas de paciencia? —susurró ella, que parecía deleitarse con la gruesa
circunferencia que estaba agarrando. Ella pasó la palma de la mano a lo largo y,
descifrando su tamaño, su sonrisa se desvaneció.
Él estaba demasiado absorto como para seguir jugando. Sin duda, ella lo estaba
midiendo y se sorprendió con lo que estaba agarrando. Él habría sonreído con su
expresión, pero estaba demasiado absorto con las intensas sensaciones que notaba al
tener sus dedos sobre su miembro. Respirando profundamente, él deslizó los dedos a lo
largo de sus brazos abajo y arriba, inclinando la cara hacia un lado mientras se hacía
con los labios de ella de nuevo.
Sarah gimió y le mordió el labio inferior. Él se retiró suavemente, interrumpiendo el
beso lentamente.
—Hazlo con calma.
Él pasó los labios suavemente sobre su boca, y Sarah sucumbió a su deseo con los
labios débiles por un instante antes de seguir el ritmo lento de su beso.
—Eso es —susurró él en su boca—. Quiero disfrutar de esto.
Sarah parecía estar casi en trance. Automáticamente, movió la mano despacio sobre
su miembro mientras la otra mano descansaba sin fuerza sobre su bíceps. Él jugaba con
los labios, golpeándole el labio inferior con la lengua. Sarah abrió los ojos cuando los
labios de él dejaron de estar en contacto con los suyos, pero él le clavó la lengua en la
boca a un centímetro de distancia. Sarah le ofreció su lengua tocando la de él. Tras unos
segundos largos y tortuosos, ella jadeó y capturó su boca en un beso ávido y cálido que
ya no era suave. Era salvaje y ella parecía incapaz de contener su deseo por más
tiempo.
Santino estaba volviéndose loco. Había pasado los últimos años con diferentes
mujeres que no conectaban con él. Pero había encontrado a Sarah no en una reunión
social, sino de negocios. Había marcado un límite a tener una aventura en el trabajo o
una relación de negocios que pudiera conducir a esto. Pero con ella había sido
inevitable. Incluso antes de que supiera que ella se relacionaría con su empresa en un
contexto profesional, la había visto y se había sentido atraído por ella. Le habían
cautivado su dulce cara, la inocencia de sus rasgos y sus ojos tan diferentes.
Él sabía instintivamente que ella había visto y hecho cosas que habían afectado su
forma de ser, y él estaba decidido a quitar esas capas, a descubrir lo que la movía y
quién era. Estaba entusiasmado por saber que esa conexión se había traducido en una
urgencia tímida pero voraz cuando ella estaba necesitada, y él no podía esperar más
para probarlo.
Él no quería contenerse, pero era necesario que lo hiciera. Con sus entrañas
gritándole que siguiera besándola, se retiró y le agarró los brazos.

—Deberíamos parar, ¿verdad?
—No. —Ella le mordió los labios otra vez.
—Sarah —susurró él mientras ella seguía besándolo, y su boca respondió
automáticamente antes de que interrumpiera de nuevo el beso con dificultad—. Sarah,
deberíamos parar antes de que…
—No —gruñó ella casi enfadada.
Santino miró boquiabierto sus ojos ardientes, su cara ruborizada y sus labios
hinchados. Tomando la decisión por ambos, él la agarró de la cintura y la arrastró hasta
subir unas escaleras que había cerca.

                               ***

A Sarah le resultaba difícil seguirle, aunque tenía una sensación distante de que
estaba llevando un paso lento para que ella pudiera seguirle. No estaba segura de lo
que ella misma quería. ¿Quería parar? ¿O no? Estaba demasiado absorta como para
pensar con claridad. Él la llevó hasta el cubículo de cristal de la zona VIP donde se
habían sentado antes, y Sarah entrecerró los ojos cuando él la llevó fuera de la
discoteca por el lugar por donde habían entrado.
En silencio, dejó que su dominancia total y controladora se encargara. Estaba claro
que él sabía lo que estaba haciendo. No parecía estar perturbado por la decisión. O la
iba a llevar de vuelta al hotel o la iba a llevar a otro lugar. Quizá a un lugar  con más privacidad.
En cuanto ella entró en la limusina, él se sentó a su lado. Sarah estaba jadeando por
el increíble beso, por la lujuria y por el rápido paseo de vuelta a la limusina.
Santino la miró y golpeó la mano con furia contra el panel de botones que había a su
izquierda. El sonido de la mampara de separación subiendo entre ellos y el conductor
era suave y silencioso mientras él la miraba.
Ella levantó las cejas en duda y, al ver que él no decía nada, estuvo a punto de
preguntar adónde iban cuando el sonido de la mampara se detuvo. Se había cerrado
completamente. Estaban tan solos como podían estarlo en un coche con conductor.
Santino le cogió la cara con las palmas de las manos, atrayéndola más cerca y
atrapándole la boca con la suya. Sarah disfrutó del beso y, cuando él deslizó las manos
por la parte delantera de su cuerpo, ella gimió en su boca. Él le rozó los pezones con
los nudillos sobre el tejido del vestido. Cuando le cubrió el pecho con la mano y
apretó, ella gimió en su boca y deslizó la mano por su muslo.
En cuanto ella empezó a tocarle el miembro por la parte delantera de los
pantalones, Santino la puso sobre su regazo. Ella gimió al intentar mantener el
equilibrio mientras se agarraba con las manos a sus amplios hombros. Interrumpiendo
el beso, ella se retiró cuando él le levantó el vestido por los muslos, por las caderas y
hasta la cintura. Jadeaban en un placer mutuo, mirando en silencio la cara del otro al
tiempo que él deslizaba las manos por sus muslos, apretando la carne suave y
volviendo a subir para cubrirle las caderas.

"El bebé del multimillonario"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora