Capitulo 14

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Sarah se dio cuenta de que gran parte de su cansancio se había debido al hecho de
que estaba desgastada emocionalmente por el evidente rechazo de Santino. Ella casi
saltó de la cama a la mañana siguiente, antes de que se levantara Santino, y se dio una
ducha larga y caliente. Cuando salió, Santino ya se había duchado en el otro baño y se
estaba vistiendo.
—¿Adónde vas? —Él la miraba mientras ella sacaba un traje e hizo una mueca. Era
obvio que no le valdría con la barriga.
—Voy a trabajar.
—Ajá. —Él contuvo una sonrisa—. Ese traje te va a quedar genial.
En respuesta, ella lo miró con el labio torcido.
—Estoy jodida. Casi no puedo ir a trabajar ni en pijama.
Él se acercó, apartándola del camino antes de echar un vistazo a lo que había en su
armario.
—Aquí, ponte estos pantalones de premamá. Son muy sexis. Y esta... —Él sacó una
camiseta rosa que era, no por casualidad, de premamá—. Aquí, ya estás lista.
Sarah miró sorprendida sus elecciones.
—No puedo ir a trabajar sin traje.
Él negó con la cabeza y se rio.
—No pasa nada. Yo creo que vas a estar guapísima. Y supongo que todo el mundo
se va a dar cuenta de que estás embarazada, así que no importa que no lleves traje.
Tienes que estar cómoda.
Deprimida pero contenta por su ayuda, se puso la ropa y dejó que la llevara al
trabajo en coche. Todos sus compañeros estaban eufóricos al verla, y ella se alegraba
muchísimo de haber ido a trabajar. No había nacido para estar sentada haciendo nada.
Tenía miedo de que sus neuronas se estuvieran muriendo por no hacer nada.
Dos horas después, su superior le pidió que fuera a su oficina. Daniel Vidal era un
hombre guapo de mediana edad que era cordial y agradable, hasta que y a menos que el
trabajo no se hiciera como él quería.
Sentado enfrente de ella, le preguntó por su salud y pronto empezó a hacerle
preguntas rápidas sobre el contrato con BubFun.
—Enhorabuena por cerrar el contrato con BubFun, Sarah. Es una ventaja fantástica
que ha ganado nuestra agencia —dijo rápidamente—. Ahora tenemos fecha para la
grabación del anuncio, y tu departamento creativo ha estado trabajando para poner las
cosas en marcha. Ellos conocen el procedimiento. Los has formado bien.
—Gracias —dijo Sarah, abrumada por toda la información y la gratitud que le
había expresado.
—Hemos pensado en hacer la grabación del anuncio el 15 de mayo. Quiero que te
pongas al día con tu equipo creativo para asegurarte de que todo se hace de acuerdo a
tu idea.
A Sarah dejó de funcionarle la cabeza y entonces su maquinaria mental rechinó al
intentar sobreponerse a la incapacitante ráfaga de estrés.
—Oh, ¿el 15 de mayo? ¿Podríamos adelantarlo al 15 de abril?
Daniel frunció el ceño.
—Tenemos otros cinco proyectos en el mes de abril.
Y eso era todo.
Sarah respiró hondo.
—Yo... Yo salgo de cuentas el 10 de mayo. Así que no estoy segura de que el 15 de
mayo...
Daniel se echó hacia atrás en la silla como si alguien le hubiera golpeado en la
tripa, y Sarah sabía, porque lo conocía, que se desesperaba cuando las cosas no iban
como él quería.
—No podemos adelantar la fecha de grabación antes del 15 de mayo. Así que te
sugeriría que les pases el proyecto a Lilith o a Christine.
—¿Qué? —gritó ella con más intensidad de la que pretendía.
—No tienes opción. Tenemos que hacer las cosas. Y esa es la única opción.
Sarah salió de la oficina aturdida y con el corazón hundido. ¿Lilith o Christine?
Prefería acabar con el anuncio a dejar que su competencia se llevara el mérito. El
concepto de BubFun era su bebé. Ella lo había creado. ¿Y tenía que regalarlo por estar
embarazada? Era ridículo, y ella estaba segura de que debía de rozar lo ilegal, pero no
podía pensar con claridad. Mientras volvía a su oficina, reconsideró mentalmente de
forma rápida sus aspiraciones y sus objetivos. Bajo ningún concepto ella sería como
Daniel Vidal en el futuro.
En cuanto Santino pasó a buscarla esa tarde, él sabía que Sarah no había tenido un
buen día. Pero se contuvo porque no quería presionarla y, en su lugar, intentó que
alejara la mente de sus problemas. Él bromeó, vaciló y la llevó a cenar a uno de sus
restaurantes indios favoritos.
Como nada funcionaba, Santino la llevó a casa e hizo que se sentara en una de las
hamacas de la piscina.
—Vale. Cuéntame qué ha pasado.
Sarah se tragó el nudo de rechazo que tenía en la garganta.

—Parece que todo va mal.
Él negó con la cabeza.
—Crees que va mal, pero no es así.
—No, no lo entiendes.
—Lo entiendo. Creías que no quería acostarme contigo y que no me parecías
atractiva, pero solo intentaba darte un descanso. Estás pensando demasiado
últimamente. Tienes demasiado miedo de todo.
Sarah asimiló sus palabras. Tenía razón. Hasta cierto punto.
—Vale —susurró ella.
—Cuéntame qué ha pasado.
Ella tragó.
—No voy a dirigir el anuncio de BubFun.
Él se burló.
—¿Quién lo dice?
—Lo dice mi jefe. El que está a cargo del proyecto.
Santino rechinó los dientes.
—¿Qué te ha dicho exactamente?
Ella suspiró, sintiéndose pequeña e insignificante y protegida cuando él se ofendía
tanto por ella. Siempre había estado sola para defenderse, para luchar contra sus
miedos, sus preocupaciones y sus batallas. Era maravilloso y extrañamente adictivo
tener el apoyo de Santino.
—La grabación está programada para una semana después de que yo salga de
cuentas, así que es obvio que no seré capaz de hacerlo.
—Entonces cambiaremos la fecha de grabación.
Ella negó con la cabeza.
—Dice que no es posible. Tendré que cederle mi creación a una de mis
compañeras, es decir, a mi competencia.
Santino cerró los ojos. Cuando los abrió de nuevo, parecía más tranquilo.
—¿Te puedo hacer una pregunta con sinceridad?
—Claro. —El corazón le estallaba de amor. Aunque el problema todavía existía,
sentía que se había quitado el peso de encima y que se lo había pasado a él. No estaba
preocupada por nada. Él estaba ahí para ella y le importaba. Se preocupaba de verdad
y era un sentimiento bonito. La devoraba y la envolvía en su calidez, y de repente no
sentía ninguna de las preocupaciones que la incomodaban.
Él le agarró las manos.
—No malgastes, repito, no malgastes ni un segundo de tu tiempo preocupándote por
eso. Lo arreglaré. Lo voy a arreglar todo, y ni te atrevas a estresar a nuestros bebés por
eso.
Ella se rio.
—Entendido.
—Bien. —Él le agarró la nuca y le dio un beso en la frente. Pero ella deslizó las
manos por su pecho, lo agarró del cuello y empujó su boca contra la de ella. Él la besó
lentamente.
Cuando ella interrumpió el beso, él la miró con una sonrisa mientras se quitaba la
camiseta de premamá que había elegido por ella esa mañana. Desabrochándose el
sujetador y quitándose los pantalones, se quedó desnuda frente a él y la sonrisa de
Santino se desvaneció.
Ella se tumbó en la hamaca de la piscina junto a la que él estaba sentado y miró
hacia un lado para verlo.
—Ven.
Él se quitó la camiseta y se desabrochó los pantalones, tumbándose sobre el cuerpo
desnudo de ella y atrapándole un pezón entre los labios.
***
A la mañana siguiente, Sarah se despertó cuando algo chocó contra su mejilla. Con
algo de retraso se dio cuenta de que solo era Santino, que estaba dándole un beso con
fuerza.
—Mmm... —gimió ella con una agitación fingida, y él le azotó la cadera con
suavidad.
—Despierta, dormilona.
Sarah salió de la cama recordando la noche anterior. Después de hacer que llegara
al orgasmo en la hamaca de piscina, él también lo había alcanzado y después la había
guiado, desnuda, a su cama en la planta de arriba, donde había vuelto a hacerle el amor.
Ahora que no se pasaba el día vomitando, parecía que no conseguía saciarse de ella. Ya
estaba listo para otra ronda cuando ella lo llamó maníaco insaciable del sexo y se
quedó dormida en su hombro.
Después de una ducha rápida, ella sonrió al ver otra de sus elecciones de ropa de
premamá que había preparado para ella encima de la cama. Solo se había puesto la
parte de arriba cuando él la arrastró a la cama y la lanzó encima.
—¿Qué? —Ella rio cuando él le levantó la camisa por la cintura y se colocó entre
sus piernas abiertas.
La sonrisa de Sarah se desvaneció cuando él se desabrochó los pantalones y sacó su
miembro. Antes de que Sarah pudiera reaccionar, se introdujo en ella por completo. Se
le arqueó la espalda y gimió, deslizando las manos sobre sus bíceps.
—Santino... —gritó con la voz rota cuando la fricción caliente la quemó por dentro
de forma deliciosa.
—Mírame —gruñó él con aspereza mientras movía las caderas lentamente y con
ternura dentro de ella. Cuando lo miró a los ojos, él empujó más, moviéndose dentro de
ella, observando cómo jadeaba con el ardor que notaba—. Dime que me quieres.
Sarah sintió que su rostro dejaba traslucir la sorpresa ante su petición y después se
le nublaron los ojos, empañados en lágrimas. El hombre al que amaba con todo su
corazón entró y salió de ella una y otra vez, vestido con una camiseta blanca
almidonada y unos pantalones grises, haciéndole el amor con tanta dulzura, con tanta
posesividad como si fuera parte de ella.
—Te quiero, Santino —susurró temblando, deslizando las manos por sus caderas
cubiertas por los pantalones, atrayéndolo más adentro.
Santino bajó la boca y atrapó sus labios, moviendo las caderas más rápido
dibujando círculos hasta que ella quedó temblando por el desahogo del orgasmo, y su
propio cuerpo derramó su lujuria dentro del de ella.
—Te quiero, Sarah. Joder, te quiero muchísimo —le susurró en el cuello.

"El bebé del multimillonario"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora