—Estás radiante.
Sarah sonrió y cruzó su mirada con la de Tara en el espejo.
—Me pregunto por qué.
Tara sonrió y se apartó hacia un lado para darle a la maquilladora más espacio para
moverse alrededor de Sarah.
—A lo mejor —dijo Tara lentamente— tiene algo que ver con esa enorme piedra
que tienes en el dedo.
Sarah no conseguía ocultar su emoción. La vida era mejor de lo que lo había sido
nunca. Se estaba preparando para rodar el anuncio de BubFun sin una pizca de
nerviosismo ni temor. Se sentía sana y ridículamente guapa con su vientre hinchado, y
se iba a casar con el padre de sus bebés, el hombre que había cambiado por completo
su forma de percibir el mundo.
La antigua Sarah estaría aterrorizada de que fuera demasiado bueno para ser real,
de que una repentina ráfaga de aire pudiera llegar y destrozarlo todo. Pero la nueva
Sarah no. Estaba calmada y serena, y había aprendido a amar y a ser amada
incondicionalmente, y no podía permitir que sus viejas costumbres disminuyeran su
felicidad.
Con el cabello y el maquillaje arreglados, caminó con decisión hacia donde estaban
expuestos los juguetes de BubFun, en una sala adorable y con un gusto exquisito. El
niño que representaba a su hijo en el anuncio estaba comiendo un plátano bajo la atenta
mirada de su madre. Sarah miró el techo, las luces, el escenario que había visto
infinidad de veces, pero desde una posición diferente. Siempre había estado entre
bambalinas y hoy estaba en primer plano.
El corazón le dio un vuelco y cerró los ojos. No era tan fácil como le había
parecido la noche anterior. Había estado levantada un rato antes de que Santino se
despertara por todo lo que ella estaba revolviendo y moviendo, y le preguntara si
estaba bien.
Le había explicado con sinceridad que estaba asustada, y él le había explicado con
sinceridad que era capaz de hacerlo. Había sentido que valía una fortuna. Pero ahora no
se sentía tan bien. Cuando abrió los ojos, parpadeó dos veces y luego una tercera.
Santino estaba de pie en el extremo del decorado con la mirada fija en ella. Como si
supiera lo que estaba pensando, como si hubiera sabido de antemano que podría
echarse atrás, se había perdido una reunión muy importante para estar ahí con ella.
Todos sus miedos se disiparon y sonrió, mordiéndose el labio y negando con la
cabeza. Él le guiñó un ojo y todo se volvió celestial. El lugar, la situación, sus
sentimientos. Una mirada hacia él le bastaba para sentir que podía comerse el mundo.
Tal era el efecto que tenía sobre ella, y el destino se lo había dado a ella. Para cambiar
su vida. Para ponerla patas arriba antes de dejarla mejor de lo que estaba antes.
Instintivamente, sus dedos juguetearon con el anillo con diamante que tenía en el
dedo y recordó una vez más lo que ella significaba para él. Cuando se encaminó de
nuevo al decorado, las rodillas no le temblaban, y como también era la directora, dio
las instrucciones necesarias antes de que todo estuviera en su sitio.
***
La espléndida fiesta prenatal se celebró en la mansión palaciega de Santino. Tara y
Santino se habían aliado para trabajar como locos día y noche y así darle a Sarah la
celebración más maravillosa de su vida.
Asistieron un centenar de invitados y, aunque estaba pasándoselo mejor que nunca,
tuvo que pasar la mayor parte del tiempo sentada porque los pies se le estaban
hinchando.
Se acarició el vientre mientras se marchaban los últimos invitados y dio profundos
respiros cuando el camarero le tendió un vaso de agua. En cuanto colocó el vaso en una
mesa cercana, unos brazos fuertes le rodearon los hombros desde atrás. La besó una y
otra vez en la mejilla haciendo ruido y ella, riendo, se aferró a los brazos de Santino.
—Muchas gracias por todo lo que haces.
—Mmm... —No dijo nada, sino que simplemente hundió la cara en la curva de su
cuello. Una vez le había confesado que el pecho se le encogía cada vez que estaba
cerca de ella, medio asustado, medio eufórico. Asustado porque no quería estar nunca
lejos de ella, pero aterrorizado por el gran control que ella tenía de sus sentimientos.
De su humor, de su felicidad—. Te debo tanto. —Deslizó las manos por su vientre con
posesividad—. Nuestros bebés se están poniendo regordetes ahí dentro.
—Pues eso espero. Treinta y cuatro semanas. —Sarah se estremeció y se frotó la
parte baja del vientre al notar unos dolores agudos.
—¿Qué ha pasado? —Se retiró con preocupación.
—En realidad nada. Los últimos dos días he tenido estos dolores, pero es
completamente normal. Lo he buscado en Google.
Él negó con la cabeza.
—No uses Google como sustituto de alguien que se ha sacado con esfuerzo un título
de Medicina, Sarah. Deberíamos preguntarle a tu ginecólogo.
—Estoy bien, de verdad. —Se levantó—. Solo necesito tumbarme. Estoy
increíblemente cansada.
Al levantarse agarró la chaqueta del traje de Santino; las rodillas le temblaron, se le
nubló la vista y se esforzó por ver. La piel se le quedó entumecida y sintió un
cosquilleo en los pies al tiempo que perdía el equilibrio.
—Vaya.
Santino la sujetó con fuerza. Sarah levantó la mirada hacia él y la expresión de
miedo de su rostro fue lo último que vio antes de que su visión se nublara por completo.
***
Santino no sabía cómo lograba estar de pie o respirar. Todo era una batalla. Cada
momento hacía que su cuerpo convulsionara de pánico mientras esperaba sentado en la
fila de robustos asientos metálicos y el personal del hospital corría de un lado a otro
ocupándose de sus tareas. Desconectado de la actividad que había a su alrededor,
volvió a mirar el reloj de la pared. Todavía igual que diez minutos antes. El tiempo
pasaba despacio y el cerebro le funcionaba aún más despacio.
Se levantó y se puso a caminar, intentando mandar algo de sangre a sus
extremidades conmocionadas. Tenía la vista fija en la puerta por la que habían metido a
Sarah media hora antes.
Su mirada se cruzó con la de una médica y la expresión de su cara le dejó ver que
lo estaba buscando. Caminó deprisa hacia ella y ella le sonrió brevemente, pidiéndole
que se sentara.
—La señorita Montgomery está mejor.
—¿Qué ha pasado?
—Sigue sedada, pero por el momento no corre ningún peligro.
Por el momento.
—Vale.
Tenía la sensación de que había algo más.
La doctora dio un profundo respiro; era una chica joven y rubia con ojos de un azul
intenso que estaba intentando ser compasiva. Pero él no quería su compasión. Quería
estar cerca de Sarah y de sus bebés.
—Los bebés tienen los pulmones poco desarrollados, muy poco desarrollados para
una gestación de treinta y cuatro semanas.
—Dios mío. —Se pasó las manos por el pelo.
—Y una de ellas tiene un problema cardíaco que habrá que tratar después del
nacimiento. Puede que necesite una cirugía correctiva y...
—¿Puedo ver a Sarah? —No podía seguir escuchando sin derrumbarse en pedazos.
La médica suspiró.
—Sí.
Santino empujó la puerta de la habitación donde Sarah estaba tumbada con un
aspecto diminuto e... irreconocible. Tenía tubos por el brazo y una máscara en la cara.
Respiraba con dificultad y el vientre hinchado subía y bajaba. Se atragantó por la
emoción. Jadeó y la vista se le nubló por la humedad de las lágrimas que le anegaron
los ojos. Se acercó a ella, pasando la palma de la mano por la de ella.
Un millón de miedos le pasaron por la mente. No quería apartar la mirada de su
cara. «Por el momento está fuera de peligro». Fuera lo que fuera lo que eso significaba,
le destrozó el corazón en mil pedazos, haciendo que la situación fuera cada vez más
dolorosa por momentos. Le dio un beso en los nudillos, arrastró una silla para acercarla
a la cama y le apretó la mano con fuerza mientras cerraba los ojos.
Se incorporó de golpe cuando ella se movió y pasó una mano sobre su vientre.
—¿Cariño?
El pequeñísimo gemido que brotó de sus labios hizo que él apretara los dientes. La
enfermera le quitó la máscara de la cara mientras Sarah parecía esforzarse por abrir los
ojos.—
¿Qué ha pasado? —Tenía la voz ronca.
—Estás bien. Los bebés están bien —le dijo, mintiéndole a medias—. Te has
desmayado, nada más.
Se giró hacia él y él se levantó y le retiró el pelo de la frente con una mano.
Sarah intentó mantener los ojos abiertos, pero el sueño volvió a arrastrarla de
nuevo.
Holis lamento la tardanza de los capítulos pero aquí les dejo un capitulo mas , besos y abrazos
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"El bebé del multimillonario"
RomanceQue pasa si por casualida te acuestas con un multimillonario y a los dias descubres que estas embarazada de el Con todos los derechos reservados