El vacío en los ojos de ella le impactó. Él se apartó de ella, mirándole a la cara altiempo que le colocaba el corpiño del vestido para cubrirle el sujetador, y mirófijamente a la pared. Entonces contempló boquiabierto su perfil.Embarazada. Un bebé. Se sentó confundido y completamente disperso, pero ella selas arregló para parecer estar falta de emociones. Entonces, solo porque él no sabía quédecir ni cómo se suponía que debía sentirse y porque hacía un momento estabaapretando provocativamente su miembro entre sus piernas y al instante había recibidola noticia más inesperada, dijo las primeras palabras racionales que pudo asumir de sufrialdad y de su indiferencia ante esa situación.—¿Estás pensando en abortar?Ella giró la cabeza hacia él y negó con la cabeza.—Ni se me ha pasado por la cabeza.Él miró la alfombra, después la miró a la cara y sintió la ráfaga de dolor yarrepentimiento.—Mis padres me abandonaron cuando era un bebé. No puedo hacerle eso a mipropio hijo.A él le dio un pinchazo en el pecho, suspiró y de repente ya no estaba confundido.No se sentía desconcertado ni agobiado por una situación que no podía controlar. Elpánico cesó hasta quedar fascinado.Él sabía que ella tenía algo único, pero no sabía que era algo tan importante yesencial que la convertía en la persona que era hoy. Él deslizó el brazo sobre sushombros y le impresionó la tensión que había entre ellos. Él se acercó, acercándola ensu estado rígido sobre su hombro, pero ella no le dejaba.—Creo que es hora de que te vayas —dijo ella con voz áspera.Él frunció el ceño.—¿Por qué?—Porque esto no es lo que esperabas. —Ella habló con voz robótica mirandofijamente a la pared. Estaba inmóvil. Como si se fuera a romper en mil pedazos si lomiraba, si se movía o si respiraba.La forma en la que ella hablaba, la forma en la que se había quedado inmóvil, laforma en la que parecía haber perdido toda la calidez lo aterrorizaban. Como siestuviera preparándose para la batalla y no quisiera sentir nada. Él la agarró por loshombros y la acercó a la fuerza. Su obstinación no iba con él.Ella le miró a los ojos porque no tenía opción, armándose de valor para enfrentarsea la furia que había en ellos.—No voy a ir a ninguna parte. Y esto no se ha acabado entre nosotros. Puedo tomarmis propias decisiones, Sarah, como he hecho durante los últimos treinta años. Sinecesito tu opinión para cambiar eso, te lo haré saber.Ella parpadeó rápidamente cuando la humedad le anegó los ojos.—Te estoy dando una salida.Entonces se dio cuenta. Él suavizó las manos sobre los hombros de ella y losdeslizó por su cuello.—No quiero una salida, cariño. No si eso significa que te deje sola para lidiar conesto por ti misma.Una bocanada de aire se le escapó por los labios entreabiertos, le temblaron loshombros y se le derramaron las lágrimas. Ella parecía aturdida cuando él presionó loslabios sobre sus lágrimas antes de deslizar los pulgares sobre sus mejillas.—¿Es por esto por lo que no contestabas mis llamadas?—No tienes que ser parte de esto. Puedo hacer esto yo sola —argumentó de nuevocon un tono fuerte cargado de reticencia.—Sarah… —dijo él suavemente—. ¿Es por esto por lo que no contestabas misllamadas?Ella desvió la mirada.—Sí.Él suspiró, se levantó del sofá y se sentó de piernas cruzadas sobre la alfombra,inclinando la cabeza hacia atrás para mirarla.—Vale. Entonces… —empezó él, respirando hondo—. Si digo algo muy estúpido,perdóname porque estoy impactado.Ella asintió en respuesta, y él continuó.—Ehh… Estoy intentando entender esto… ¿No quieres que esté cerca?Sarah hizo una mueca de dolor.—¡Pues claro que sí! Pero no se trata de lo que yo quiero. Se trata de ti. Porsupuesto que no tienes que estar cerca.—Pero quiero estar cerca.Ella hizo una pausa y frunció el ceño mientras lo miraba confundida, como si fueraincapaz de creer que él todavía estuviera allí y no se hubiera enfadado por la situación.En cambio se estaba poniendo cómodo, por fin se aflojó la corbata y se remangó lasmangas de la camisa.—Eso es… sorprendente —dijo ella.Él le cogió la mano.—Vale. ¿O sea que estás embarazada? ¿Estás segura de que estás embarazada?—Cien por cien.Él asintió y la cabeza le dio vueltas. La miró a ella y después al vestido.—Ahora sé sincera y dime por qué te has arreglado. ¿Adónde pensabas ir estanoche?Sarah encogió los hombros.—No me había duchado en dos días y ni siquiera me había lavado la cara porque heestado tumbada llorando por lo que ha pasado. —Se le rompió la voz y agitó la cabezacon vergüenza—. Así que quería lavarme y arreglarme para mí misma.Incapaz de soportar la distancia física entre ellos por más tiempo, él le puso la carasobre su pecho y la arrastró del sofá para ponerla sobre su regazo, donde la abrazó confuerza.—Siento no haber estado aquí —dijo él furioso consigo mismo e inhalandoprofundamente. Con las manos le acarició los hombros y los brazos y la besó en lacabeza—. Debes de estar muy asustada.***—Lo estaba —susurró ella. Aunque su subconsciente le decía que no confiara enlas palabras de él, que no sacara conclusiones, relajó sus temores. Este hombre grandee intimidante sabría qué hacer. Por una vez ella no tenía que preocuparse. Podía dejarque él se encargara de todo. Pero, ¿por qué quería quedarse? Sin duda, era un hombreincreíblemente dulce que siempre se preocupaba, la halagaba y la hacía sentir especial.Pero, aun así, no era un hombre que quisiera tener hijos. Era demasiado desafiante einvencible como para tener esos deseos de mortal.—Me deberías haber llamado en el momento en que lo supiste, podríamos habernospreocupado por ello juntos.Sarah combatió la horrible urgencia que le pedía derrumbarse en sus brazos, llorar,gritar y decirle cómo se sentía.—Pero no tenía nada que ver contigo. No tenías que sentirte atado por esto.Él se apartó y la miró boquiabierto.—¿Qué quieres decir con que no tenía que estar atado?Ella encogió los hombros y evitó su mirada colérica.Él le agarró la barbilla con suavidad, pero su voz seguía teniendo el mismo tonoenfadado cuando él la obligó a mirarlo a los ojos.—Escúchame, Sarah Montgomery. No se me ha pasado por la cabeza ni por unmomento el no querer ser parte de la vida de este bebé. ¿Sabes por qué?—¿Por qué?—Porque no es solo tuyo. Es tan mío como tuyo. Y sería de gran ayuda que no loolvidaras otra vez —finalizó él con delicadeza.Sarah agitó la cabeza luchando por mantener su sensatez.—¿Por qué te estás comportando así? —Ella se liberó de su regazo y se levantó—.No te quiero cerca, ¿vale? Es mejor que te vayas ahora a que te vayas más tarde. Enserio. Esto no es un juego de niños. No has tenido tiempo para pensarlo, así que te estoydando una vía de escape de todo esto.—No voy a ir a ninguna parte —dijo él con calma.Ella lo miró mientras él se ponía de pie y la miraba desde arriba.—¿Sabes qué? Estar embarazada quiere decir que estaré loca por las hormonas yque vomitaré en tus zapatos de Valentino y en tu limusina. Te echarás atrás en segundos.Él frunció el ceño.—Espera un momento. ¿Estabas…? ¿Ya sabías que estabas embarazada cuando nosvimos la última vez?Sarah negó con la cabeza.—No lo sabía. Solo me sentía enferma y muy mal, y pensé que iba a estropear elinterior de tu limusina de un trillón de dólares.Él exhaló bruscamente.—¿Tú sabes lo preocupado que estaba cuando te negaste a hablarme en el caminode vuelta después de nuestra cita?Ella levantó las manos con desesperación.—Solo quería salir de ese coche lo antes posible.Santino se rio brevemente.—Vaya. Creía que había dicho algo o hecho algo y que me odiabas.Ella entrecerró los ojos.—No te odio. No puedo odiarte. Es… es increíblemente difícil… no sentirmeatraída por ti.Él sonrió de forma juguetona.—Gracias. Para mí también es... increíblemente difícil no sentirme atraído por ti.Sarah rio por primera vez en días.—Esto es ridículo. Casi no nos conocemos y ahora pasa esto. —Ella se puso lamano sobre el abdomen sin pensar.Él bajó la mirada a sus manos y se acercó, cubriéndole la tripa con sus enormespalmas. Ella se mordió el labio por dentro y giró la cabeza hacia otro lado cuando laculpa casi le hizo doblarse.—No quiero que te preocupes por mí.Él le levantó la cara cuidadosamente.—Quiero preocuparme por ti. —Él deslizó las manos alrededor de su cintura yenroscó los brazos alrededor de ella, inhalando con fuerza cuando sus senos lepresionaron el pecho.—De todas formas, ya me estoy acostumbrando. Me has tenido muy preocupado losúltimos dos días al no contestar mis llamadas. Tuve que interrumpir una reunión muyimportante para poder volver aquí y verte.Sarah abrió los ojos de par en par.—¿Te fuiste de una reunión… por mí?—Sí.—¿Por qué? —Nadie hacía nada por ella.Ella estaba en una situación difícil. No sabía si estar contenta porque él estuvieratan interesado en ella, o preocupada porque fuera un mentiroso.Él encogió los hombros.—Porque estaba increíblemente celoso. —Él puso las manos a los lados de su cara—. Creía que estabas viendo a otro, y… bueno, no podía quedarme allí. Verás… Sé queno he estado aquí mucho desde que empezamos a vernos, pero puedo tener más tiempo.Programaré más reuniones aquí y menos en el extranjero. Y nos veremos más, y teprometo que te voy a cuidar.—¡No digas esas cosas, Santino! —gritó ella, apartándose de él en señal denegación.Él apretó los brazos alrededor de ella y la volvió a poner donde estaba.—No. —Él puso los labios sobre su boca y ella se calló al instante—. No teapartes.La desesperación de su voz le sacudió hasta la médula.—Sarah… no solo tú estás aterrorizada. Lo estoy intentando, ¿vale? —dijo él consuavidad.Ella se dio cuenta en ese momento que su vida la había hecho egoísta. Preocuparsesiempre por sí misma, por su propia mejora, la había hecho egocéntrica. Esta vez no setrataba de ella. Se trataba también de él. Aunque al final él cambiara su decisión dequerer formar parte de su vida, tener un hijo significaba que dejaría una parte de él enese hijo para siempre. A él también le cambió. Y ella estaba tan centrada en lasconsecuencias que eso tendría en su propia vida que se había negado a pensar en cómose sentía él.Él solo la había hecho feliz desde el momento en que entró en su vida. Él se habíareído, había bromeado, había hecho que Sarah sonriera; siempre le hacía sentir que erala mujer más maravillosa e interesante del mundo. Su interés nunca había disminuido yél se había sentido inseguro cuando ella estaba preocupada. Él merecía que lo trataramejor.—Lo siento —susurró ella, dándole un beso intenso en la boca—. Lo siento mucho.Él sacudió la cabeza y sonrió de forma atractiva.—No lo sientas. Sé que estás estresada. Juntos vamos a solucionarlo, te lo prometo.Me voy a asegurar de que todo salga bien.Sarah cerró los ojos y disfrutó de esas raras palabras, unas palabras nuevas yextrañas.—¿Estás dispuesto a ayudar?Él le dio un beso fuerte en la frente.—Estoy dispuesto a tomar el control. Tú ya estás haciendo bastante. —Y entoncesél le acarició el vientre otra vez.Con un soplido, ella sintió la primera ráfaga, el primer cosquilleo de cariño por elpequeño bebé que llevaba dentro.Era de ella y de él, una parte de cada uno. Estaban conectados eternamente. Y a élle importaba y era cariñoso con ese embrión incluso antes de que ella lo viera de esaforma. La inundó la emoción, y no quería nada más que tener a Santino cerca.—Me has asustado mucho —susurró ella.Él deslizó los brazos por debajo de ella y la llevó al dormitorio.—¿Adónde vas?—Primero vamos a tu habitación, te voy a llevar a la cama y te voy a hacer el amorhasta que me grites que pare.Sarah se rio en bajo mientras la ponía sobre el colchón.—Creo que no hay muchas probabilidades de que eso suceda.Él se quitó la camisa con determinación, se desabrochó los pantalones y se los quitóantes de perder los calzoncillos. La risa de Sarah se desvaneció mientras se deleitabamirando ese bonito cuerpo, las extremidades morenas, el miembro que ya estaba algoduro a la espera de hacerle el amor. Ella se sentó y él la besó con suavidad mientras lebajaba la cremallera del vestido. Retirándole el encaje rojo, le desabrochó el sujetadory pasó las manos por sus pechos para liberarla. Cuando ella se estremeció y se puso derodillas para rodearle el cuello con los brazos, él le quitó las bragas de las caderas deun tirón.—Cuando termine de hacerle el amor a este cuerpo… —Le cogió los dos pechoscon las manos y los apretó— hablaremos de médicos y de la organización de nuestravida. Sarah ni siquiera lo escuchó al completo porque estaba ardiendo. Le dolían lospechos cuando él los apretaba, y el espacio entre sus piernas le palpitaba con frenesí.Hábilmente, buscó su miembro con la mano y lo agarró, pasando la palma sobre lacabeza de su miembro.Él la empujó sobre el colchón con cuidado. Sin ponerle el peso de su cuerpoencima, él agachó la cabeza sobre sus senos. Ella arqueó la espalda y gimió cuando élchupó con intensidad, lo que envió una fuerte punzada de deseo hasta su entrepierna.Ella se giró deliciosamente, borracha de la necesidad que le provocaban su boca y susmanos, y ella le empujó de los hombros para que cayera sobre su espalda antes desentarse sobre su abdomen.Santino jadeaba al tiempo que le acariciaba los brazos de arriba abajo mientras ellaestaba sentada sobre sus abdominales, presionando su sexo húmedo contra su carne. Éljugó con sus voluptuosos senos, que dejaban ver unas venas de un azul tenue. Él lasrecorrió con los dedos, entrecerrando los ojos, aparentemente fascinado por loscambios que el embarazo ya había hecho en su cuerpo. Él la movió hacia abajo y lossenos de Sarah se mecieron sobre su boca.Cogiendo uno con cada mano, apretó los labios sobre uno de sus pezones,dibujando sobre él con delicadeza y amasando los voluptuosos pechos que le llenabanlas manos y se hinchaban.Sus manos eran ásperas sobre su carne, pero sus movimientos eran más suaves.Tuvo cuidado con ella cuando la empujó sobre la espalda y le puso el miembro entresus piernas.Como si ella fuera frágil, le pasó la mano por su vientre, le dibujó un camino con laboca desde su pecho hasta su tripa y le dio un beso fuerte en la zona baja del abdomen,haciendo que se retorciera de placer antes de que su boca llegara al espacio que habíaentre sus piernas.—¡Ahh! —Le salió del pecho un fuerte grito cuando sus labios se apoderaron de lazona palpitante y sensible que se escondía entre los pétalos de su sexo. Ella relajó laspiernas en respuesta y se estremeció, levantando las caderas del colchón al ritmo de losgolpes de su lengua.***Él estaba lleno de su delicada esencia, de su sabor, y le cogió los labios y los sujetóen su boca. Jugó con el clítoris con la lengua, moviéndola de adelante hacia atrás una yotra vez mientras su lujuria alimentaba el intenso fuego de su abdomen.Él estaba enloquecido. Se sentía diferente a como se había sentido hacía solo unmomento cuando ella estaba medio desnuda en el sofá. Era más protector. Estaba máspreocupado por su cuerpo, y la conexión que sentía con cada sonido que ella emitía eraintenso. Él intentó entenderlo aunque no lo consiguió, y apartó ese pensamiento paraotro momento. Para un momento en el que él no se sintiera tan delirante por una lujuriaardiente y frenética. Con la punta de la lengua él rodeó la entrada a su cuerpo y, en unimpulso, metió la lengua dentro de ella. Ella gritó y su cuerpo se sacudió, relajándoseal instante cuando él cogió con los labios el montículo hinchado de su sexo.Ella levantó las caderas y las meció sobre su boca, moviéndose cada vez con másagitación. Él pasó las manos por su trasero y gruñó cuando ella se sentó bruscamenteofreciéndole la boca. Sus lenguas se enredaron y ella descansó los brazos sobre sushombros mientras dejaba que él intensificara el beso. Ella abrió más las piernas ydescansó sobre las piernas flexionadas de él. Con las piernas y las lenguas enredadas,se besaron hasta que casi no podían respirar y ella levantó su sexo para acercarlo a sumiembro.Ella se mordió el labio inferior y pasó los labios sobre su mandíbula.—Estoy embarazada de tu bebé —le susurró al oído.Santino abrió los ojos de repente, y un frenesí que nunca había experimentado leinvadió las piernas. Lentamente, hizo que ella arqueara la espalda hacia atrás y le besóla barbilla, pasándole las manos por la espalda y deslizándolas por su vientre. Dejóque ella bajara las caderas ligeramente para acercarlas de nuevo, pero esta vez sumiembro se estaba abriendo paso por la abertura de su sexo.Sarah arqueó la espalda y gimió dejando caer la cabeza hacia atrás. Él enroscó losbrazos alrededor de sus caderas, y lenta y delicadamente la arrastró más cerca. Se leescapó un gemido de los labios cuando la fricción insoportable y empapada de carnedeslizándose sobre carne le absorbió el miembro.—¡Ohh! —El grito de Sarah retumbó en el silencio de la habitación. Su miembro seabrió paso en ella, abriéndola y separándole los labios hasta que estos estuvieronhúmedos y aferrados a la base de su miembro.—¡Dios! —Su humedad y su tensa calidez lo martirizaban, y él respiraba de formapronunciada para aguantar un orgasmo arrasador. Estaba tan excitado que sentía que ibaa explotar. Cada vez que se habían acostado, el condón había sido una barrera entreellos. Esta vez, sin embargo, él sintió lo más profundo de su cuerpo directamente sobresu miembro, y era imposible describir esa sensación con palabras.Él se retiró para ver sus ojos aturdidos, y ella movió las caderas para que llegaramás adentro y que empezara a embestirla enérgicamente como hacía siempre.—Estás tan húmeda y agradable por dentro. Me podría quedar aquí para siempre.Él bajó las manos bruscamente a sus caderas. Tirando de ella hacia su pelvis ensacudidas fuertes y rápidas, él gimió por la placentera sensación.—¡Sarah!Ella curvó la espalda, empujando hacia él, llevando su miembro cada vez másadentro con cada golpe.Ella tenía el clítoris apretado contra la base de su miembro y gimió. Interrumpiendoel beso, dejó caer la cabeza hacia atrás y unos intensos gritos de euforia surgieron deella. Y entonces, cuando se estaba sacudiendo violentamente y balanceándose sobre él,su cabeza cayó sobre el amplio hombro de él y sucumbió a la marea de placer.Sus entrañas se tensaron alrededor de su miembro mientras se corría, y él le besó lamejilla bruscamente. Empujándola sobre su espalda con el cuerpo todavía unidoíntimamente al de ella, le quitó el peso del cuerpo de encima. Él metió las rodillasdobladas debajo de sus muslos y el miembro entre sus piernas, agarrándola de lasmuñecas para atraerla más cerca.Sarah gimió. Con la cabeza hacia atrás, cedió por completo a las exigencias de sumiembro al tiempo que él la penetraba más profundamente, llegando con sus embestidasal final de su pasadizo. Al poco tiempo otro orgasmo la sacudió, estremeciéndola yhaciendo que se le enroscaran los dedos de los pies.Santino contempló la vista que tenía delante sabiendo que no sería capaz deolvidarla mientras estuviera vivo. Desnuda y exuberante, vulnerable, con los brazosextendidos y los senos meciéndose cuando él la penetraba, ella parecía irreal.Sus testículos la golpeaban cuando la atravesaba, aumentando el ritmo y el tempo delas embestidas, jadeando, con los abdominales tensos y los bíceps sobresaliendomientras la sujetaba y tiraba de ella para acercarla con cada embestida. Él deslizó lamano sobre la parte inferior de su vientre y lo cubrió con la mano de forma protectoramientras la penetraba.Sarah abrió los ojos. Con su pequeña mano agarró la enorme mano de él, y esegesto fue suficiente para que se disparara. Él se estremeció, gimiendo, enroscándosesobre ella y presionando la frente sobre sus pechos.Se le escapó su nombre de los labios con un gemido quebrado cuando el calor de susemen salió de su cuerpo para llenar el de ella.Él se movió sobre ella lentamente y bajó la boca para besarle la barbilla. Él seguíaembistiéndola con suavidad, tensando los hombros para combatir la sensibilidad de sumiembro después del orgasmo.—Me siento tan bien dentro de ti —susurró él apasionadamente—. No me puedocreer que te haya hecho el amor con protección todo este tiempo cuando podía habertenido esto.Sarah sonrió brevemente y frotó la mejilla contra la de él.Él le besó el cuello y ella refrenó una sonrisa.—Sobre todo porque esa protección no podía hacer nada para detener a tu súperesperma.Santino se rio, deslizando los brazos por debajo de sus hombros para aguantar supropio peso mientras seguía apretando su miembro todavía algo duro dentro de ella.—Podría hacer esto toda la noche —susurró él, y sus ojos se llenaron de lujuria denuevo.Ella abrió los ojos de par en par sorprendida al notar que su miembro se estabaendureciendo otra vez, todavía dentro de ella, y tensó su sexo a su alrededor. Ella sesonrojó y deslizó las manos por su espalda.—Sin duda yo te dejaría hacer esto toda la noche. O toda la semana. O todo el mes.Pero él ya estaba mordiéndole los labios, intensificando el beso al instante algolpearle su sexo rítmicamente, metiéndose por completo en su cuerpo.—No soy frágil, ¿sabes? Solo estoy embarazada —suspiró ella y, por primera vez,sonaba feliz por ello.Él respiró profundamente sobre su mejilla y deslizó los labios hasta su oreja. Almismo tiempo, extendió una mano sobre su vientre de forma protectora.—No voy a arriesgarme. Quiero a esta cosita
Hola mis lectores queria pedirles disculpas , por la demora en actualizar, es que tengo unos problemas familiares, como yanse estan solucionando, ya puedo escribir diariamente. Besos y Abrazos 👉❤️🥰
ESTÁS LEYENDO
"El bebé del multimillonario"
RomanceQue pasa si por casualida te acuestas con un multimillonario y a los dias descubres que estas embarazada de el Con todos los derechos reservados