Capitulo 5

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A él le dio un vuelco el corazón al ver la inocencia que adornaba su cara. No se
parecía a ninguna mujer que hubiera conocido. Era salvaje y apasionada en la cama,
pero el rubor en sus mejillas la delató cuando ella lo miró a los ojos después.
—Por fin te voy a dar una cama suave y cómoda en la que tumbarte mientras te hago
el amor durante horas.
Su sonrisa se desvaneció lentamente mientras presionaba los labios sobre la
comisura de su boca.
—Me gusta ese plan.
Pero ella había subestimado la necesidad que él sentía en sus entrañas. Él se tiró
directamente sobre la cama y la dejó caer sobre el colchón.
Sarah resopló y se balanceó ligeramente, mirándole en tono jocoso.
—¡Oye!
Pero él ya se había contenido bastante sin verla totalmente desnuda, sin tener sus
pezones en la boca. Le cogió el tobillo y la arrastró más cerca, y ella se deslizó por la
cama antes de que él tirara de ella para que se sentara.
—Levanta las manos. —La dulzura de la orden ocultó por completo la tormenta de
lujuria que se había apoderado de él.
Sarah hizo lo que le pedía y él le quitó el vestido azul plisado. Sus ojos ardían al
ver su piel desnuda y perfecta, y pasó las manos por detrás de su espalda para
desabrocharle el sujetador y quitárselo.
—Dios.
Él le empujó la parte baja de la espalda sobre la cama y llevó sus piernas desnudas
alrededor de su cadera. Le agarró los hombros con las manos y después las arrastró
hasta sus pechos, apretándolos con fuerza.
—¡Oh, Dios! —gimió Sarah.
Con avidez, él se inclinó sobre ella con la boca abierta sobre su pezón y lo atrapó
con la boca. Ella deslizó los dedos por su pelo, manteniendo su boca sobre sus pechos.
Él manoseaba el otro pecho mientras le mordía suavemente el pezón. La carne estaba
firme e hinchada y tenía el pezón duro en su boca cuando él movió la cabeza hacia el
otro pecho.
Ella deslizó las manos por su cuello y sus hombros y le clavó las uñas cortas en la
espalda mientras se estremecía de placer debajo de él.
Él disfrutaba de los sonidos jadeantes y ásperos de su boca, los gemidos resonaban
en sus oídos. Deslizando el brazo por debajo de la espalda de ella, la levantó sobre la
cama y la soltó. Sarah encogió las piernas hacia un lado con los brazos a los lados de
su cabeza y los ojos lánguidos al mirarle a las manos. Él se desabrochó el cinturón,
después la bragueta, la abrió y se quitó los pantalones de las piernas
Ella miraba fijamente el contorno de su miembro, atrapado en los ajustados bóxers,
y tragó con dificultad. Lentamente, ella levantó un pie y le pasó la planta suavemente sobre el miembro atrapado.
Sonriendo brevemente, él le cogió el pie y lo levantó para morderle el tobillo
bruscamente.
—No —gritó ella riéndose, y él se quitó los calzoncillos. Su diversión se
desvaneció y se sentó súbitamente, poniéndole una mano sobre el miembro caliente.
—Joder. —Él le agarró los hombros y cerró los ojos cuando ella frotó su pequeña y
suave mano sobre la cabeza de su miembro. Sarah encontró que la cabeza de su
miembro estaba mojada y extendió el líquido por la punta. Justo cuando ella iba a
agacharse para meterlo en la boca, él la empujó y le cubrió el cuerpo con su cuerpo
desnudo.
Santino jadeó mientras su miembro se abría paso acaloradamente entre sus piernas,
deslizándose por su entrepierna pero sin penetrarla, solo calentándola.
—Estás ardiendo —le susurró él en la oreja un momento antes de inclinar la boca
ávidamente sobre la de ella. Sus lenguas se encontraron para bailar juntas, y ella le
pasó las manos por la espalda con veneración. Ella abrió las piernas y las enroscó
alrededor de su cintura, levantando la cadera para que la penetrara.
Él puso las manos sobre su cara, bajando por su cuello hasta llegar a sus pechos,
después por los lados de su cintura para agarrarle las caderas. Su piel era tersa bajo
sus manos y él no podía saciarse del cálido cuerpo que iba devorar. Girándose a un
lado, la levantó sobre él y cuando ella rompió el beso para deslizar los labios por su
cuello, la necesidad de controlarla, de dominarla, lo atrapó con sus tentáculos.
Agarrándole las muñecas, la sujetó debajo de él manteniéndole los brazos por encima
de la cabeza.
Sus ojos color ámbar se oscurecieron y él volvió a bajar su boca hambrienta hasta
sus pechos. Sarah gimió e intentó liberar las muñecas, pero él la mantenía agarrada y
arrastró sus muñecas atrapadas con él mientras le daba mordiscos hasta llegar al ombligo.
Ella arqueó la espalda para encontrarse con su boca y él sumergió la lengua en su ombligo, liberándole las muñecas, acariciando con veneración los lados de su cintura y
dándole un beso suave y rápido en el montículo de pelo suave y agradable en la cima de sus muslos. Sarah se levantó de forma brusca, deslizándose sobre los muslos de él y presionando su sexo húmedo sobre la longitud de su miembro.
—No me hagas esperar.
La súplica era más de lo que él podía soportar. Sarah jadeó cuando él la empujó de
su regazo y le dio la vuelta, quedando apoyada sobre su estómago. Ella se puso a cuatro
patas mientras él abría el cajón de la mesilla y sacaba un paquetito de aluminio dorado.
Él la agarró por los lados de la cadera al tiempo que introducía su miembro dentro de
ella un par de centímetros.
—¡Aaah! —Ella arrastró las uñas por las sábanas apretando los puños, cerrando
los ojos y dejando los labios entreabiertos. Santino apretó los dientes cuando su calidez tersa y ardiente succionó la cabeza de su miembro. Él empujó más, metió un par de
centímetros más y un par más hasta que ya no podía soportar la tortura de esperar.
Envolviéndola con los brazos, tiró de su cuerpo hacia el pecho. Sarah gimió con la
cabeza sobre el pecho de él mientras él deslizaba las manos hacia arriba para cubrirle
los pechos.
Mordiéndole la oreja, él jadeó acaloradamente sobre ella.
—Me vas a matar, te lo juro. —Y entró hacia arriba dentro de ella.
Sarah gritó su nombre cogiéndole las manos con los dedos con fuerza mientras él le
agarraba los pechos para mantenerla arriba.
Su calidez tersa le succionaba el miembro, resbaladizo mientras succionaba la base.
Él entró con fuerza, ahogando los sonidos de sus gemidos. Intensificó el ritmo hasta que
sus testículos la golpearon, y ella movió las caderas al ritmo de sus embestidas. La
lanzó sobre la cama boca abajo sobre su vientre y siguió embistiéndola más
profundamente mientras ella levantaba las caderas para recibir sus embestidas. Ella
tenía el pelo hecho un desastre, cayéndole sobre las mejillas, y él sabía que estaba
perdiéndoselo. Sacando el miembro de dentro de ella, el sonido agitado que ella emitió
como protesta quedó atrapado en su boca cuando él la giró sobre su espalda y entró
dentro de su sexo con una embestida segura y rápida.
Sarah le rodeó el cuello con los brazos y dejó que le devorara la boca. Le dio todo
y le devolvió el beso con la misma pasión ardiente.
—Esto está mejor —susurró ella en su boca y gritó cuando él cambió la dirección
de sus embestidas, haciendo círculos con las caderas mientras la penetraba.
Sarah se puso tensa.
— Otra vez no, Santino —susurró ella, pareciendo no notar el humor cuando él se
rio entre dientes.
Ella le clavó los talones en sus musculosas caderas, agarrándole los bíceps con las
uñas y sacudiéndose enérgicamente, gimiendo su nombre y gritándolo como si fuera un
verso sagrado. El temblor se hizo con ella y, cuando él la agarró, la besó, jadeó al
tiempo que sus caderas se sacudían, le puso la boca en el cuello para gemir de forma
leve y prolongada.
***
La habitación estaba oscura, pero la luz que se filtraba a través de las cortinas era
azul. El amanecer. Sarah miró alrededor de la desconocida habitación y se quedó
inmóvil. No era una habitación de hotel. Se sentó de un golpe y miró a la casa de al
lado, suspirando con alivio al reconocer los alrededores.
Los recuerdos de la noche anterior la inundaron. Se había despertado con
frecuencia, y todas las veces se había sentido alarmada por el entorno desconocido. Era
como un instinto de supervivencia en ella. Tenía dificultad para confiar, y un entorno
desconocido encendía en ella la respuesta de lucha o huída.
Pero hoy estaba bastante segura. Porque el hombre que dormía a su lado tenía una  forma de hacerla sentir completamente vulnerable pero completamente protegida. Eso
en sí mismo era aterrador. Ella nunca le había dado ese poder a ningún hombre. Se
estaba preparando para el desastre, pero no podía evitarlo aunque lo intentara. Lo
estaba intentando de verdad. Pero la forma en que él la agarraba sobre su pecho,
manteniendo su cara en el centro, la puso en trance. Le había invadido la calma, y se
dio cuenta de que a ella misma no le gustaba mucho abrazar. Nunca. En su vida. Había
tenido alguna relación, e incluso cuando había creído que estaba completamente loca
por esos hombres, se había contenido. No había sentido comodidad en sus abrazos,
nada como el refugio de calidez que había encontrado en Santino. Y eso la sorprendía.
Ella se tumbó de medio lado, contemplando la cara de Santino Orlando. Él estaba
tumbado sobre el estómago con la cabeza girada hacia ella y los bíceps sobresaliendo
peligrosamente incluso mientras dormía. Ella se mordió el labio e intentó evitar una
sonrisa. Un poder desatado lo rodeaba incluso cuando estaba totalmente desnudo bajo
las sábanas, incluso cuando estaba dormido y las duras líneas de su cara se habían
suavizado hasta hacerle parecer un estudiante en su primer año de universidad.
Ella iba a disfrutar del momento, saborearlo y olvidarse de ello en cuanto lo hiciera
él. Eso pasaría bastante pronto. La agonía de la pérdida recorrió su cuerpo y ella se
quedó paralizada, rehuyéndola con incredulidad. De ninguna manera. De ninguna
manera. No puedes sentir cariño por él. Es estúpido. Incluso más estúpido que aquel
tinte rosa que había probado en el instituto.
Ella todavía estaba dando palabras de ánimo a sus despreciables pensamientos
cuando él abrió los ojos y pestañeó repetidamente antes de dibujarse una sonrisa en su
cara.
A ella se le derritió el corazón y relajó los hombros, haciéndola sentir como una
gelatina, una gelatina cálida, líquida y derretida. Solo para él. Ya no podía negarlo.
Estaba enganchada a esa sonrisa.
—¿Por qué me miras mientras duermo? —preguntó con voz ronca, poniéndose de
lado y lanzando un brazo musculoso y pesado sobre ella para ponerle la cara sobre su
pecho.
Sarah cerró los ojos, sonriendo y preguntándose si él sabría lo que ella había
encontrado en sus abrazos. Era muy improbable. Él nunca pensaría que era tan inocente.
—Porque parecías un niño pequeño y me estaba preguntando si iría a la cárcel.
La risa le hizo sacudirse debajo de su cara y ella sonrió.
Santino la agarró con fuerza como si realmente no le importara la forma en la que
ella lo agarraba a él.
—Si fueras a la cárcel, te sacaría de ahí.
—Ah, ¿sí?
—Sin duda. Porque realmente necesito esa idea publicitaria tuya.
Sarah se apartó y lo miró con burla.
—¿Eso es todo? ¿Esa es la razón por la que me sacarías de la cárcel? Él sonrió asintiendo y, a medio camino, cambió de dirección y negó con la cabeza.
Ella se rio y se acercó para besarle en la boca. Santino giró la cabeza hacia un lado
haciendo que los labios de ella aterrizaran en su mejilla. Ahora estaba utilizando sus
propios movimientos en contra de ella.
Él se reía mientras Sarah intentaba liberarse de él, pero él la sujetaba sin parar de
reírse.
—Déjame —dijo ella riéndose, obligándose a estar enfadada.
—¿Qué he hecho? —se rio él.
Ella estaba bastante segura de que el paraíso tendría ese sonido.
—¡Qué hombre tan vengativo!
Él se rio más alto ante su incapacidad de maldecir.
—Vale, vale. Lo siento. Aquí.... —Él le ofreció la boca y ella apretó los labios
negándose a besarle.
—No, ya no quiero.
—Sí, sí que quieres. —Él se acercó más.
Ella se apartó, poniendo la cabeza sobre la almohada y empujándole de los
hombros para mantenerlo apartado.
—No quiero tu compasión —gritó ella al tiempo que la risa se hacía con ella.
—Sé que lo quieres. Tómalo.
—¡No! —chilló ella, y él la agarró de las muñecas sujetándolas por encima de su
cabeza para darle un beso intenso y ardiente que le debilitó las piernas. En solo unos
instantes, ella le estaba agarrando el pelo, cogiendo mechones y abriendo las piernas
para que él pudiera poner su miembro sobre su entrepierna.

                               ***

Sarah cayó sobre su cama, una cama conocida, cómoda y suave, y suspiró. Se había
alojado en el mejor hotel de España, pero nada era comparable a su propia cama, a su
almohada y a su lámpara de noche. Cielos, había echado de menos su casa.
Mientras se quitaba la ropa que apestaba a viaje largo y comida de avión, se
preguntaba si estaba completamente loca. Otros estarían revitalizados y eufóricos por
haber tenido un viaje a España con todos los gastos pagados, pero ella no. Estaba
cansada y ese cansancio lo sentía hasta en los huesos.
Antes de entrar en la ducha, se puso a mirar el móvil por enésima vez ese día. La
culpa la invadía, pero no había mucho que pudiera hacer. Santino había vuelto a
Estados Unidos hacía tres días en su propio jet, por supuesto, y España no había sido lo
mismo sin él.
El hecho de que la llamara todos los días, aunque fuera solo durante cinco minutos
cada vez, significaba mucho para ella. Demasiado. Y, aunque resultaba aterrador que ya
estuviera tan apegada a su voz, también era emocionante. Había pasado mucho tiempo
desde que le había gustado un hombre por algo más que su apariencia. Santino la hacía
reír y pensar, y estaba interesado en todo lo que ella hacía en su vida. En apenas dos citas, él había conseguido enamorarla.
Estaba en medio de la ducha cuando oyó el teléfono sonar. Eufórica, se aclaró el
champú y salió corriendo del baño con la seguridad de que todavía tenía jabón en el
cuerpo.
Cogiendo el teléfono, comprobó la llamada perdida. Santino.
Con una sonrisa tonta, devolvió la llamada y él contestó al segundo tono.
—Hola, preciosa. ¿Qué tal ha ido el vuelo?
—Bueno, ha ido bien. Habría ayudado que el hombre que estaba a mi lado no
hubiera tenido los hombros tan anchos como la puerta.
Él se rio.
—¿Estás libre para quedar esta noche?
—Hmm… —Ella fingió pensarlo. No tenía absolutamente ningún plan para esa
noche. Tara le había preguntado si quería salir pero, en este momento, sin duda era
Santino el que iba a pasar tiempo con ella—. Creo que sí.
—¿Te paso a buscar a las cinco?.




Hola mis lectores, aqui les dejo un capitulo más espero que les guste
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"El bebé del multimillonario"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora