Capitulo 15

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Sarah estaba trabajando en la oficina intentando no pensar en el desastre de BubFun
porque le había dicho, le había ordenado, que no se preocupara al respecto. Observó la
fruta que se había llevado al trabajo para satisfacer sus antojos de comida, y cogió un
plátano.
Acababa de dar un mordisco cuando algo le llamó la atención a través de la puerta
de cristal. Santino atravesando la oficina con pasos largos en dirección a la oficina de
Daniel Vidal.
Ella salió disparada de la silla y caminó hacia la puerta con el corazón golpeándole
con fuerza en el pecho, y después volvió de nuevo a su silla. No quería saber qué había
planeado Santino como solución al problema, pero ya le daba mala espina.
Por primera vez en su vida, recurrió a morderse las uñas, pero le resultó asqueroso
y paró a tiempo. Pasó una hora y mantuvo los ojos pegados a la puerta de cristal,
esperando a que Santino saliera de la oficina de Daniel.
En realidad no estaba asustada. Simplemente estaba nerviosa. Santino Orlando era
muy impredecible y muy prepotente. Aunque a ella le parecía adorable, tenía que
admitir que esas dos cosas tal vez no fueran cualidades admirables desde el punto de
vista de otra persona. Como le quería, todos sus defectos eran sexis y emocionantes, y
ella estaba dispuesta a hacerse cargo de ellos.
Vio a Santino salir de la oficina de Daniel con Daniel tras él para estrecharle la
mano. Daniel tenía una sonrisa en la cara que parecía extrañamente fingida, y la que
mostraba el rostro de Santino era casi agresiva. Dejando a Daniel atrás, Santino caminó
ofendido directamente a la oficina de Sarah.
Ella se recostó en su silla mientras él abría la puerta, ella con el ceño fruncido.
—¿Qué coño estabas haciendo ahí dentro? —dijo ella en voz baja.
La expresión rebelde de él se evaporó, sustituida por una sonrisa.
—Siempre me gusta verte en ese escritorio. Es muy sexi. —Ignoró el evidente
enfado de ella, rodeó la mesa y le dio un beso en la cabeza.
—Santino, lo digo en serio —dijo ella cuando él apoyó la cadera en la mesa y le
sonrió, cruzando los brazos sobre el pecho.
—¿Te he dicho ya que te preocupas demasiado?
Ella entrecerró los ojos de forma amenazadora.
—No me dijiste que ibas a hablar con Daniel. Eso es... eso es... inapropiado.
—¿Por qué?
—¡Pues porque sí! —gritó ella—. He pasado una eternidad intentando ser
autosuficiente e independiente y ahora parece que te hubiera ido llorando y... ahora
parezco débil.
La sonrisa de él se desvaneció.
—Yo nunca te haría eso, cariño. Quiero hacerte aún más fuerte de lo que eres, no
hundirte.
—Entonces, ¿por qué lo has hecho? —Estaba frustrada—. Deberías haberlo
hablado conmigo.
—Sarah, ¿quieres escucharme? Estás volviendo a hacer lo mismo.
—¿El qué? —gritó.
—Lo que haces cuando te preocupas demasiado y siempre tienes miedo. Me tienes
a mí, joder. Somos un equipo. Aprende a contar conmigo.
Sarah lo miró boquiabierta, enfurruñada a pesar de que su corazón irradiaba amor.
—Vale.
Él le agarró la mano.
—Bueno, la cuestión es que... BubFun necesita que ese anuncio se ruede en un
plazo de tres semanas.
—Estás de broma.
—No.
Ella suspiró.
—No sé si debería estar contenta o disgustada. —Cuando él simplemente esperó a
que ella dijera algo más, dio un profundo respiro—. Siempre he solucionado mis
propios problemas y ahora estás haciendo esto, y no es profesional...
—Que le den a lo profesional. Te quiero. Haré cualquier cosa para que las cosas
sean exactamente como las quieres. Y claro está que no voy a disculparme por cuidar
de ti. Sarah apretó los labios y se derritió por dentro con el corazón agitado. Se levantó y
le rodeó el cuello con los brazos.
—Estás loco, ¿lo sabes?
—Lo sé. —Él también se agarró a ella—. Pero tienes que sentarte para lo que te
voy a contar.
Sarah se tambaleó hacia atrás.
—¿Qué has hecho ahora? —gritó con agitación; todo su afecto desapareció en un
instante.
Él se rio.
—Solo siéntate. — Cuando lo hizo, él se aclaró la garganta—. Bueno, pues me
estaba preguntando... Y esto es una petición de verdad. No hay nada definitivo,
acuérdate. Eso es lo más importante que debes saber. Que no voy a obligarte a hacerlo
pero de verdad, de verdad quiero que lo hagas porque creo en ti y porque creo que tu
pasado tiene que quedarse en el pasado, y ya has dejado que te afecte durante
demasiado tiempo. Así que esto es una petición. Y creo que estarás de acuerdo porque
me quieres y porque te chantajearé mentalmente, pero al final agradecerás que yo
estuviera ahí para darte el empujón.
—¿Puedes decirlo de una vez? —soltó, y él sonrió. A ella no le resultaba gracioso.
—Solo por mi bien, piensa en ello. Y dale una oportunidad, y yo estaré aquí todo el
tiempo ayudándote, apoyándote, besándote y animándote a seguir.
—¡Santino! —gritó enfadada; el corazón le latía con rapidez por la larga y extensa
acumulación de lo que fuera que había hecho ahora—. Cuéntamelo de una vez.
Él respiró hondo.
—He sacado el tema con Daniel y él cree que es una idea genial. Pero como este
anuncio fue idea tuya y personalmente creo que necesito tu permiso para este cambio en
el anuncio...
—¿Qué cambio?
Él le sostuvo la mirada.
—¿Y si usamos una mujer embarazada en el anuncio? En vez de una madre delgada
y en forma jugando con su hijo, ¿por qué no ponemos a una mujer embarazada?
A Sarah se le paralizó la mente y lo contempló con desconfianza.
—Con mujer embarazada, ¿quieres decir...?
—Tú, Sarah. Sin duda alguna, tú.
Ella se levantó de la silla de un salto.
—¿Te has vuelto loco? ¿Eso ya se lo has propuesto a Daniel?
—Sarah...
—Sabes lo que siento al respecto, Santino. No quiero hacerlo. No quiero ser la
estrella de nada.
Él la sujetó por los hombros.
—Tú eres la estrella de mi vida, Sarah. Tú eres el centro de atención. Ahora eres
mi motivación para todo. Para trabajar, para comer, para sonreír, para cuidar mi salud.
Tú ya estás en primer plano para mí, así que ¿no crees que ya es hora de dejar atrás el
miedo y de ocuparte de lo que realmente te gusta?
Sarah emitió un sonido breve y emocionado y apartó la mirada, negando con la
cabeza con vehemencia.
—No. No puedo, Santino. Es demasiado. —Lo miró suplicante—. Por favor, no me
hagas hacer esto. Las heridas son demasiado profundas. No puedo.
Él tragó saliva.
—Escucha, nadie te está presionando, ¿vale? Es solo que... te encantaba ser
modelo y en vez de eso acabaste dirigiendo por ese miedo a acabar arrastrada a una
batalla que tendrías que afrontar tú sola. Pero ahora no estás sola. Incluso si vas de
cabeza a la batalla, estaré justo a tu lado, moviendo mi espada ante cualquiera que se
atreva a interponerse en tu camino.
Sarah se rio al imaginarse la escena.
Él le devolvió la sonrisa, zarandeándola con suavidad.
—Deja de tener miedo. Deja de pensar en el pasado. Se ha acabado. Ahora me
tienes a mí y yo te tengo a ti. Y las cosas son diferentes. De verdad quiero que cumplas
este sueño que abandonaste. Y si funciona, ¿quién sabe? Podrías cambiar de carrera y
pasar de la dirección a ser modelo.
Ella apretó los labios, captando la confianza que había en sus ojos. Creía en ella y
estaba ahí para apoyarla. Ya no estaba sola.
Los ojos se le anegaron en lágrimas.
—¿Estás seguro de que el anuncio funcionaría con una mujer tan embarazada?
—Si lo piensas, sería mejor.
Los labios de Sarah se curvaron en una sonrisa.
—Solo tú podías ser tan audaz... mejorando mi idea perfecta.
El se rio.
—Me alegra ser de ayuda. —Cuando ella no dijo nada y apretó la cara contra su
pecho, él suspiró—. Yo creo en ti, Sarah. Sé que harás un trabajo fantástico.
***
Ese sábado Sarah se despertó y vio un vestido de verano amarillo brillante,
planchado y con la etiqueta quitada. Lo miró agradecida. El gusto de ese hombre era
exquisito. Se duchó rápido, se puso el vestido y lo encontró en la cocina, peleándose
con una gran cesta de picnic.
—¿Qué haces?
—Te voy a llevar de picnic.
Ella se rio.
—¿Se ha ido corriendo la señora Craddock después de prepararte toda la cesta de
picnic para un sábado por la mañana?
Él se la quedó mirando.
—Oportunamente, hoy no ha venido a trabajar.
Sarah miró la cesta.
—¿Has hecho tú lo que sea que hay en esa cesta?
—Sin duda alguna, sí.
Ella se estaba riendo cuando él cogió la cesta de picnic con un brazo y la manta con
la mano contraria, y ambos salieron por la puerta.
—¿Tu chófer también está de baja? Deberías haberle llamado para que viniera.
Él la miró con los ojos entrecerrados.
—Me parece ofensivo que no confíes en que puedo llevar a mi novia de picnic sin
necesitar a la cocinera y al chófer. —Le sostuvo abierta la puerta del copiloto y ella
sonrió.
—¿De verdad él también está de baja?
—Sí. Él tampoco ha venido a trabajar hoy.
Sarah no se lo creyó ni por un instante, y cuando él se metió en el coche junto a ella,
en el lado del conductor, su expresión dejó claro que estaba mintiendo.
—¿Estás lista?
—Sí. Vamos allá. —Se frotó el abultado vientre.
Santino estiró la mano para hacer lo mismo, deslizando la palma por encima.
—Me muero de ganas de que estén aquí.
El parque ya estaba lleno de familias y niños pequeños jugando por todas partes.
Santino encontró un lugar cerca de un árbol, extendió la manta y sacó un bote de
crema solar del bolsillo.
—Creo que necesitarás esto. —Sarah lo cogió agradecida y él sacó un gorro de la
cesta de picnic—. Esto también lo necesitas.
Sarah se rio.
—Has venido preparado, ¿no?
—Siempre.
—Y este vestido es precioso.
—Te queda precioso a ti.
Sarah le sacó la lengua y se rio.
—Qué bien se te da complacer a tu novia.
Él bajó la vista y se rio como si tuviera alguna broma secreta de la que ella no
estuviera enterada.
—Complacer a mi novia.
—Sí. —Lo miró de cerca—. Estás tramando algo, ¿verdad?
Él se quejó.
—Un hombre lleva a su novia de picnic y la novia piensa que está tramando algo
sospechoso.
—Ay... —Ella sonrió—. No dudo de ti. Es solo que te conozco, cariño —dijo con
voz cantarina.
Santino se inclinó hacia un lado y le dio un beso en la cara.
—Vamos a comer. Me muero de hambre.
Sarah le ayudó a sacar las cosas de la cesta de picnic. Bocadillos, fruta troceada,
zumo de naranja recién exprimido y pedacitos de pollo frito.
Comieron entre niños gritando y corriendo a su alrededor.
—Vaya, esto es muy alentador, ¿no? —bromeó Sarah cuando vio a un bebé llorando
y pisoteando la hierba mientras su pobre madre intentaba, fracasando estrepitosamente,
hacerlo callar y alejarlo del césped del que no quería moverse.
Santino se rio.
—Muy alentador, mucho.
Sarah sonrió.
—De repente tengo ganas de tener a mis dos niñas de dos años gritando a todo
pulmón.
—Yo también —dijo él—. Me muero de ganas.
Sarah se echó a reír y Santino se inclinó para besarle el vientre antes de posar la
cabeza sobre sus muslos.
Sarah le pasó los dedos por el pelo, observando a los niños, a las madres
extenuadas y a los despreocupados padres.
—¿Serás como uno de esos?
—¿Cómo? ¿Un padre? Supongo.
Ella se rio entre dientes.
—Ya sabes lo que quiero decir. De los que no se preocupan si sus hijos están
destrozándolo todo. Aunque aquí todo lo que hay es hierba, árboles y bancos muy
robustos.
—¿Crees que seré como ellos?
Sarah abrió los ojos.
—Solo me estoy asegurando de que sabes que no es una posibilidad que seas como
ellos. Tienes que ayudar.
Él suspiró.
—Si tú lo dices.
Sarah le agarró un puñado de pelo y se inclinó para besarlo en la boca, pero se
olvidó del enorme bulto que había de camino. Santino se rio cuando ella no consiguió
inclinarse lo suficiente. Riéndose, levantó la boca hasta donde ella alcanzaba.
—Gracias —dijo ella con una carcajada.
—No hay problema. Es un placer ayudar.
—Entonces, ¿estás preparado para ser un padre que colabore?
—Si digo que no, ¿te negarás a tener un bebé conmigo?
Sarah le golpeó de broma en el hombro.
—Qué cruel por tu parte que me restriegues que estoy indefensa.
Él se incorporó y, riendo, apoyó la cara de ella en su hombro.
—Te quiero. Y te prometo que seré un padre que colabore. ¿Contenta?
—Ajá. —Entonces se mordió el labio—. Por cierto, gracias por el picnic. Es
divertido y te has esforzado mucho.
—En realidad estaba intentando demostrarte que no soy un magnate inútil que ni
siquiera puede llevar su propia comida a casa. Soy capaz de afrontar cualquier reto que
se nos ponga delante.
—Nunca lo he dudado.
—Bien. —Suspiró y se echó hacia atrás, exhalando con fuerza—. ¿Has pensado en
algún nombre para las niñas?
A Sarah se le iluminaron los ojos.
—No, ¿y tú?
—Hay un nombre que me gusta mucho... si a ti te gusta.
—Dime, no me tengas en vilo.
Se pasó la mano por el pelo, despeinándolo.
—¿Michelle?
—Mmm... Me gusta. ¿Qué te parece Marjorie para la otra?
—Me encanta. De hecho, he pedido al equipo creativo que hagan una muñeca nueva
que BubFun sacará en cuanto nazcan los bebés.
—¡Qué bonito! —Su consideración y su creatividad la dejaron asombrada.
—Quiero dos muñecas casi idénticas en un paquete, y quiero llamarlas Michelle y
Marjorie.
Sarah se rio.
—Eso es... una locura y una maravilla, y solo se te podría haber ocurrido a ti.
—Quiero a mis tres chicas.
Sarah le cogió la mano y apretó los labios contra sus nudillos, dándole un beso
cariñoso y sincero.
—Nosotras también te queremos.
Él la miró en silencio durante unos segundos y después tragó saliva.
—Te he traído aquí porque quiero pedirte algo.
—Dios mío. Otra vez no.
Él se rio.
—Vale, esta vez es diferente. Espero que realmente lo disfrutes, pero ya sabes que
soy un poco prepotente y todo eso, así que sin duda dudaría de mi propio criterio sobre
este tema.
—Eres prepotente.
—Ya lo sé. Es lo que acabo de decir.
Ella asintió.
—Está bien que lo sepas.
Él sonrió.
—¿Puedo continuar?
—Adelante —dijo ella como si prefiriera desvanecerse a escucharlo.
Él hizo una pausa durante un instante con la mirada recorriendo a toda prisa el
picnic. Al final le cogió la mano con la suya y se acercó a ella.
—¿Te quieres casar conmigo?
Sarah no oyó nada más que un fuerte zumbido mientras miraba fijamente sus ojos
marrones oscuros y lo vio tal y como lo había visto en España solo seis meses antes,
contemplándola desde la distancia, sonriéndole. Parpadeó varias veces y asintió con la
cabeza, con las lágrimas amenazando con brotar.
—Santino...
—Sí o no, Sarah. ¿Te quieres casar conmigo?
Sarah se rio, pero las lágrimas le rodaron por las mejillas.
—Claro que me casaré contigo.
Se lanzó a sus brazos y él le devolvió el abrazo, dándole besos en las mejillas
mientras sus brazos la rodeaban con fuerza.
Un fuerte instinto protector le recorrió el cuerpo y tomó varias bocanadas de aire,
deseando absorber a Sarah.
—No me imagino vivir sin ti.
Sarah apretó los labios para intentar calmar los sollozos y se echó hacia atrás,
sorbiéndose la nariz, riendo y llorando al mismo tiempo.
—¿Lo ves? Sabía que estabas tramando algo.
Él se llevó la mano al bolsillo, sacó una caja negra y la abrió.
—Espero que te guste.
Sarah volvió a sollozar al ver el anillo, indescriptiblemente bonito; el diamante
grande y brillante era sofisticado y espectacular.
—Si no te gusta, podemos ir a elegir otra cosa.
—¿Estás loco? Es precioso y... perfecto. —Levantó una mano hacia él—. Vamos a
ver cómo queda.
Riendo, sacó el anillo de la caja y lo deslizó en su dedo.
—Voilà. Te queda perfecto.
—Has dado en el clavo.
Él hizo una mueca.
—En realidad tomé prestado uno de tus anillos para asegurarme de que compraba el
tamaño adecuado.
Sarah se rio.
—¿Cuándo compraste el anillo?
—Mmm... ¿Te acuerdas del evento benéfico al que fui para el orfanato?
Sarah frunció las cejas.
—Ah sí. Me acuerdo de esa noche. La noche en que te vieron con esa modelo
colombiana.
Una sonrisa se dibujó lentamente en la cara de él.
—Sí. Bueno, pues ese fue en día en que decidí que quería ponerte un anillo en el
dedo.—
Creí que me estabas engañando aquella noche.
—¿Qué?
Ella se rio para restarle importancia al asunto.
—Llegaste muy tarde y después te fuiste a dormir a la otra habitación. A la mañana
siguiente vi tu foto con esa diosa colombiana, ¿qué esperabas que pensara?
—¿Estabas celosa?
Sarah quiso darle un puñetazo.
—Sí, estaba muy celosa.
Él la volvió a atraer hacia su pecho, rodeándola con los brazos y manteniéndola
cerca.—
Soy todo tuyo. Y no tienes que estar nunca celosa de nadie ni de nada.
—Ajá —murmuró contra su pecho, cerrando los ojos y deleitándose en sus
preciosas y maravillosas palabras.
—Pronto serás mi mujer.
Sarah sonrió y levantó la vista hacia él, feliz.
—Y tú pronto serás mi marido.


Hay que emocion que esten tan enamorados , bueno aqui les dejo un capitulo mas , cuidesen y abrazos  

"El bebé del multimillonario"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora