Capitulo 17

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Después de una semana en el hospital, Sarah estaba aburrida y exhausta.
—No hay nada como tu propia cama y tu propia almohada —se quejó a Santino, que
estaba masajeándole los pies.
—Te traeré la almohada de casa.
—Pero supongo que la cama se queda allí, ¿no?
Él sonrió.
—Solo unos días más. Te llevaré a casa, te lo prometo. Es para bien, lo sabes.
—Ya lo sé —gruñó.
—Y los bebés necesitan atención constante al menos unos días más.
Sarah suspiró, frotándose la tripa.
—Santino —dijo en voz tan baja que apenas la oyó—. Estoy muy preocupada.
Santino dejó de masajearle los pies y levantó la vista hacia ella.
—Ya lo sé. Pero también sé que todo va a salir genial.
—No puedes controlar esto, Santino.
Cerró los ojos un momento.
—Ojalá pudiera. Sabes que lo arreglaría, ¿verdad?
Sarah sintió un cúmulo de lágrimas que amenazaban con brotar de nuevo, las
lágrimas que la habían torturado constantemente desde que recibió la noticia.
—Esta mañana la médica ha dicho que las gemelas podrían quedarse hospitalizadas
unas semanas después de que nazcan.
—Pero eso es normal. Incluso los bebés prematuros se quedan hospitalizados.
—Pero una de ellas necesita cirugía. Imagina lo diminuta que será.
Santino se deslizó a su lado y le movió la cabeza para apoyarla en su hombro.
—No pienses en esas cosas. Pase lo que pase, yo estaré ahí y te apoyaré y
estaremos juntos.
—¿Y si no sobreviven?
La apartó y le agarró la cara.
—Deja de pensar eso. Por favor. Estarán bien y si, Dios no lo quiera, pasara algo,
tú y yo sobreviviremos y estaremos juntos.
Sarah apoyó la cara contra su pecho y lloró. El miedo no la abandonó, pero las
lágrimas la agotaron por completo hasta que se quedó dormida en sus brazos.
***
Dos días después Santino fue casi corriendo a la habitación de Sarah e irrumpió en
ella.
—Tengo buenas noticias, Sarah. Los bebés están bien. Todavía no te vas a poner de
parto y la médica dice que puedes irte a casa.
—¿En serio?
Él se rio y se acercó más a ella, tomándole la cara con ambas manos. Sus labios se
abalanzaron sobre los de ella y su felicidad y su amor estaban contenidos en ese beso.
Ella se agarró a su cintura, arrugando la camisa de él con los dedos mientras dejaba que
la besara.
—Te voy a llevar a casa. Tienes que descansar la mayoría del tiempo, pero me
quedaré en casa y cuidaré de ti. Voy a firmar todos los papeles, ahora vuelvo.
—Ven pronto. —Sarah se tumbó en la cama, sola por el momento, y se frotó el
vientre—. Vais a estar bien. Vuestro papá lo arregla todo.
Un suave golpe en la puerta hizo que Sarah mirara hacia un lado.
—Adelante —dijo Sarah con tono interrogante.
La puerta se abrió y entró una chica morena y alta que llevaba un vestido de verano
verde con estampado de flores y una ligera chaqueta vaquera.
Sonrió, pero la sonrisa no le llegó a los ojos cuando habló.
—Hola, Sarah. Hace tiempo que quería conocerte.
Sarah se sentó lo más recta que pudo con su enorme barriga y sonrió a la
desconocida, que estaba tan embarazada como ella.
—Lo siento mucho, creo que no sé quién eres.
La chica morena avanzó y se retorció los dedos como si estuviera extremadamente
preocupada por algo.
—Me llamo Elizabeth y no nos conocemos, pero yo sé muy bien quién eres.
Un sentimiento de inquietud le recorrió la espalda a Sarah. La puerta de la
habitación estaba cerrada, y estaba segura de que Santino aún tardaría en volver. Las
cosas de los hospitales tardaban una eternidad. No tenía más alternativa que dejar que
la mujer hablara.
—Ehh... Encantada de conocerte, Elizabeth. ¿De qué va todo esto? —dijo con una
risa para relajar el ambiente—. Estoy segura de que también puedes darme algún
consejo sobre el embarazo.
Elizabeth sonrió, pero una vez más la frialdad reinaba en sus ojos.
—¿Cuándo sales de cuentas? —preguntó Sarah para mantener la conversación. Era
muy raro. Solo quería que la mujer hablara de una vez. Todo en ella, desde su postura
hasta la expresión de sus ojos, estaba poniendo nerviosa a Sarah.
—Salí de cuentas la semana pasada, así que estoy preparada para que el bebé
llegue en cualquier momento. —Hizo una pausa—. Sarah, no hay forma de andarse con
rodeos con lo que tengo que decirte, así que voy a ir al grano. —Habló rápido, como si
no pudiera aguantar para soltarlo.
—Vale.
Elizabeth suspiró.
—Esto es difícil, pero... no eres la única a la que Santino dejó embarazada.
La mirada de Sarah descendió hasta la tripa de la chica y volvió a subir hasta su
rostro. Al fijarse bien, se dio cuenta de que Elizabeth no parecía tener más de veinte
años.
El corazón de Sarah se convirtió en una masa de hielo congelada y frígida.
—¿Cómo dices?
Elizabeth se agarró la barriga.
—Yo también estoy embarazada de Santino, Sarah. Y voy a dar a luz en cualquier
momento.
El mundo de Sarah dio un vuelco. Apretó las manos en el colchón y miró aturdida a
la mujer.
—Sal de mi habitación —dijo Sarah con un susurro controlado.
El enfado, la traición y la furia le recorrían el cuerpo... junto con la duda. «No. No.
Santino no podría. No lo haría».
Santino abrió la puerta con una sonrisa en la cara y se detuvo, con la sonrisa medio
congelada, cuando vio la cara de la chica que estaba en la habitación de Sarah.
Sarah lo miró.
—Sácala de mi habitación.
Creyó que lo dijo con voz firme, pero se estaba engañando a sí misma, porque su
grito sonó como un susurro suplicante. Se sentía débil, tenía el cuerpo adormecido y el
cerebro conmocionado.
Él se puso a su lado en un instante, contemplando a la otra mujer con una confusión
evidente. Y después la expresión confundida de su cara desapareció cuando la
reconoció.
—¿Qué ha pasado?
—Santino, yo también estoy embarazada de ti —le dijo Elizabeth.
Sarah vio cómo a Santino le desaparecía el color de la cara y en ese momento
reconoció el miedo y el dolor en sus ojos. La mujer no mentía .

Hola chicas , esta vez me adelante en subir el capitulo , así que aquí les dejo . Por que estoy demasiado feliz , como lo verán , yo y mi pareja estamos super felices .


Espero que sea de su agrado .

"El bebé del multimillonario"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora