VIII. ÉPSILON.

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    EL TALLER de su padre era lo mejor de lo mejor en cuanto a programación y robótica se refiere. Contaban con un equipo más que avanzado para diseñar cualquier programa, desde una simple aplicación para sincronizar apagadores hasta un asistente personal con inteligencia artificial. Tratándose de una de las mentes más brillantes de la década, quizás del siglo, no podía ser de otro modo.
    Desde que Zein Ginneorie se graduó con honores del Instituto Tecnológico y Robótico de San Ángeles, SATRI por sus siglas en inglés. uno de los más prestigiosos de la UAN, hizo una maestría en Ciencias Aplicadas y dos doctorados, uno en Ingeniería Robótica y otro en Programación de Sistemas Complejos.
    Ante un mercado tan competitivo y de creciente demanda, como es el de la tecnología, pocas eran las oportunidades de desarrollo, y mucho menos las de destacar en el campo; no obstante, Zein logró abrirse paso con su teoría de La Reestructuración sobre la Inteligencia Artificial, brindándole un contexto más psicológico y filosófico a la programación, que se ignoraba hasta entonces. Antes de eso la IA, inteligencia artificial, era tan acartonada como un robot cantante en una pizzería para niños.
    "El Creador de Almas" era como la comunidad científica, y posteriormente la historia, le habrían bautizado; no era para menos, los homo-droides eran humanos que parecían tener sentimientos, conciencia y alma.
    Rápidamente estás unidades ocuparon cargos administrativos en la burocracia a nivel nacional; los puestos grandes seguían siendo humanos, claro ésta, pero aquellos en las ventanillas de servicios, los que tenían contacto con el público, fueron reemplazados de manera gradual.
    No hubo quejas, con la obvia excepción de los despedidos; los robots se mostraban más amables, sonrientes, serviciales y mucho más efectivos que cualquier humano.
    Fue que entonces el Área de Investigación y Desarrollo Armamentista Militar de la UAN le ofreció una oportunidad de trabajo imposible de rechazar, una que garantizaría la estabilidad económica de su esposa y sus dos hijos hasta por tres vidas, mismos a los que había descuidado por dedicarse en pleno a su carrera.
    Terminó por aceptar, buscando una forma de redención ante una culpa acumulada durante años. Aniversarios, cumpleaños y hasta el nacimiento de su hijo más pequeño formaban parte de una interminable lista de acontecimientos memorables en la vida de un hombre, los que no formó parte por estar trabajando.
    Pero qué caprichoso es el destino, pues esa decisión le dió a su primogénito un acercamiento a lo bélico y militar, que terminó convirtiéndose en una ambición, misma que años más tarde le costaría la vida, y que ahora ponía en riesgo la del segundo: demostrando una vez más que el camino al infierno está pavimentado con buenas intenciones.
    Para Nikolay no fue una sensación agradable abrir el cráneo del homo-droide para extraer la tarjeta madre del "cerebro"; la sangre artificial brotaba a borbotones, ensuciado el piso. La estancia del departamento parecía la escena de un violento crimen.
    Sin embargo tenía que hacerse, o eso creía con base a la misteriosa llamada que recibió.
    Revisando la tarjeta madre del homo-droide podría descubrir las órdenes programadas, la fecha de activación de la unidad e incluso rastrear el origen de ésta, entre otras cosas. También era posible acceder a la base de datos, si el homo-droide vió u oyó algo, con seguridad estaría almacenado en la memoria.
    —Espero estar en lo correcto —se dijo en voz alta.
    Perdería tiempo analizado, desbloqueando y hurgando en la memoria, tiempo que le serviría para salir de Ancina y esconderse. Cada segundo que pasaba mirando el monitor, amenazaba con destruir su libertad.
    Puso la tarjeta madre sobre el lector, y comenzó a desactivar los códigos de bloqueo y candados de seguridad; ésto siempre ocurría cuando el chip era leído por un lector desconocido. No le sería difícil romperlos, su padre lo había instruido bien en eso.
    El sonido del teclado no consiguió calmarlo ésta vez, se ponía nervioso al ver los blancos botones pintarse de rojo; no tenía tiempo para lavarse las manos, ni para limpiar el desastre de la sala. Sin mencionar la peste de platos, vasos y restos de comida con meses de añejamiento en el taller.
    Treinta minutos después, la tarjeta madre cedió ante los conocimientos y la habilidad de Nikolay.
    —¿Qué carajo..? —masculló, con los ojos fijos en la pantalla.
    La interfaz no mostró nada en lo absoluto, ni archivos ni carpetas; nada, absolutamente nada. Sólo un hipervínculo marcado como "INICIO".
    Jamás había visto algo así. Para que una simple aplicación funcionara bien, se requerían varios archivos de sistema; ya ni hablar de un homo-droide, que era más complejo. Ignoraba como había tratado de matarlo; si él mismo no hubiera extraído la tarjeta madre de el cráneo del robot, creería que tenía un chip sin configurar.
    No teniendo otra opción, clickeó sobre el link; acto seguido, el monitor se tiñó de azul y una línea de sonido apareció al instante.
    Acelerado, buscó los audífonos de su padre y los conectó para poder escuchar.
    —La conexión a la red Tbs 8 se ha completado. Preparando aplicación Ep510, Épsilon, versión 6.87.56; esperé por favor.
    Nikolay no había visto ese tipo de especificaciones antes. Desconocía a qué se refería con Ep510; por vez primera se sintió igual que un novato frente a una computadora.
    La línea de carga no demoró más de dos minutos en llenarse. Entonces una voz masculina, un tanto sería, pero amable se dejó escuchar.
    —Identifique su nombre —pidió el monitor.
    —Nikolay Ginneorie —respondió por el micrófono el castaño.
    Bien podía tratarse de una trampa, no obstante el joven sentía curiosidad por saber que era lo que tenía frente a sus ojos.
    —Bienvenido Nikolay, soy Épsilon; tu asistente informático personal.
    »¿Qué puedo hacer por ti?
    «¡¿Un AIP?! ¿Tanto trabajo por un maldito AIP?», pensó con rabia. Los asistentes informáticos personales eran tan comunes que se hallaban en los celulares, consolas de videojuegos, televisores y demás dispositivos. A poco estuvo de retirar la tarjeta madre y arrojarla contra el piso, cuando notó que había algo extraño; recordó que la interfaz decía «Aplicación Ep150», no se presentaba así misma como un AIP.
    Había algo extraño.
    —Épsilon, define Ep510 en tu configuración —ordenó Nikolay.
    —Ep510 es un código para referirse a mi nombre "Épsilon"; una forma de proteger mi programa contra hackeos, virus y personal no autorizado —respondió Épsilon.
    Eso no fue de mucha utilidad.
    —¿Qué eres, con exactitud? —inquirió el joven.
    —Soy un asistente informático personal con la orden de servir única y exclusivamente Nikolay Ginneorie.
    »Formo parte del proyecto A.I-U00, desechado por la UAN hace ocho años, cinco meses, doce días, con diez horas y treinta y dos minutos a partir de la fecha...
    —¿Qué es el proyecto A.I-U00? —interrumpió Nikolay.
    Una serie de documentos aparecieron en la pantalla. en ellos se leía:

JUEGOS DE GUERRA: REBELIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora