XVIII. DOMETECH.

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   —¿YA te convenciste que no hay nada extraño? —inquirió Malcom, sirviendo dos tazas de café.
    Más de 24 horas habían transcurrido, sentado frente a la pantalla de un ordenador, leyendo documentos, y Nikolay aún no había encontrado nada relacionado a la embajada; ni siquiera algo sobre otros operativos violentos. Los Saigos no hacían sino vender mercancía a otras regiones y usar los recursos para generar simpatía en pueblos y asentamientos, y a su vez aumentar sus filas.

    No entendía porqué la UAN armaba tanto escándalo; el comercio con mercancía sin declarar era un delito, pero no el terrible acto de guerra que hacían ver en los medios

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    No entendía porqué la UAN armaba tanto escándalo; el comercio con mercancía sin declarar era un delito, pero no el terrible acto de guerra que hacían ver en los medios.
    Había algo extraño.
    —Épsilon, probabilidad de que exista una red oscura, expedientes ocultos o decodificados en la nube.
    —34%, no obstante la probabilidad de que existan archivos en papel, sin copia ni respaldo digital es de 53% —concluyó la IA.
    —¿Porqué te cuesta tanto trabajo creer que no somos los monstruos que pinta la UAN? —preguntó el ingeniero rubio, dándole una taza de café.
    —Porqué no entiendo, ¿para que tomarse todas éstas molestias? ¿De qué le sirve a los Saigos repartir comida a los pobres? ¡No tiene sentido!
    —Si me permites una sugerencia —agregó Épsilon—, considera a la sociedad anti-progresista insurgente del golfo oriente igual que una ideología; requiere simpatizantes para poder hacerse presente y ganar terreno en el pensamiento colectivo.
    »O también puede tratarse de una facción política, y los recursos de apoyo son una estrategia para convocar más reclutas; para dar un golpe una vez fortalecido.
    —Tienes razón Épsilon, los Saigos pretenden tomar la capital para desestabilizar la política y la sociedad —concluyó Nikolay, más por ira que por lógica.
    Para él no era sencillo reconocer que toda su ira era infundada, saber que no podía sacar ese odio que alimentó durante años pues ya no estaba tan seguro de lo que creía. No había pruebas, evidencia, registros; no había nada.
    »¡Pero yo los ví, carajo! Todos tenían tatuado el símbolo de los Saigos en el brazo. ¡Ese maldito quetzal!
    —¿Y a cuantos saigos, hasta ahora, has visto con ese tatuaje? Yo no lo tengo, y sé que ninguno de los ingenieros tampoco —respondió Malcom, bebiendo su café.
    —¿Insinúas que ninguno tiene tatuado ese quetzal amarillo en algún lado? ¿Cómo pueden saberlo? —preguntó el castaño, cuyos ojos rojos indicaban falta de sueño e irritación por prolongada exposición a la luz azúl.
    —Porque, por motivos de seguridad, está prohibido portar el emblema de la resistencia. Imagina si la ODM atrapa a un Saigo con el emblema tatuado, gracias a la base de datos biométricos personales podrían dar con sus familiares, exponiéndolos a un cargo por conspiración.
    »Sería como si un ladrón se tatuara la palabra "ratero".
    —¿Entonces quién atacó la embajada, y a mi equipo? —cuestionó Nikolay, tomando el otro café. Estaba bueno.
    —Pensé que serías inteligente —declaró Malcom, decepcionado.
    —Obtuve las mejores calificaciones en el colegio militar Mariano Escobedo —refutó el castaño.
    —Eso te hace listo, no inteligente —señaló el rubio. Ante la mirada de confusión del castaño, se explicó más claramente.
    »Conocer un concepto y aprenderlo de memoria te hace listo, mas no te vuelve inteligente; los pericos repiten lo que oyen, sólo ellos tienen la capacidad para hacerlo, y no son los animales más inteligentes de la naturaleza. La inteligencia se consigue cuando hay un razonamiento y una comprensión.
    »Por lo que has querido contarme, deduzco que fue un ataque premeditado; pero no por una facción externa. Fue un trabajo interno —insinuó Malcom.
    Nikolay lo pensó. Ese día despertó, fue informado por Derman que iría de guardia; llegaron y sólo había doce cadetes y dos guardias federalistas. Era como si supieran que todas las condiciones les favorecían para dar un golpe exitoso; sin mencionar que Johan Kush tenía la certeza de que iban por él.
    Malcom tenía razón; el ataque estaba anunciado. ¡¿Cómo no lo vió?! Pero ¿quién era el traidor? Ninguno de sus compañeros, eso está claro; nadie sospechó que serían enviados a territorio rojo esa mañana. Tuvo que haber sido alguien de la embajada.
    —¿Un auto-ataque? —masculló—. Suena un poco loco.
    —No tanto, los gobiernos lo han hecho durante años; se atacan a sí mismos para conseguir un objetivo determinado: poder, dinero, sumisión o un simple pretexto para responder.
    »No quería decírtelo, sin embargo ¿crees que fue coincidencia el aumento en el presupuesto del desarrollo armamentista militar a tres días del atentado en el colegio militar Mariano Escobedo?
    »Los Saigos no ganaron nada, en cambio la ODM obtuvo un incremento del 120%; ¿quién se benefició más?
    Nikolay guardó silencio, odiaba admitir que todo sonaba coherente; sin embargo, era probable que Malcom Layne estuviera manipulando la información, trabajando su mente para guiar su pensamiento hacia una creencia concreta. Una práctica muy usada por los psicólogos y psiquiatras; muy parecido a lo que Helmer Collado trató de hacer.
    —Buen día —saludó Alan, entrando al laboratorio, seguido por Martinillo; interrumpiendo las inquietudes de Nikolay —. Vengo a anunciarte que tú encierro ha terminado, el exámen concluyó y ya puedes salir.
    —¿Cuál fue el resultado? —preguntó Nikolay.
    —Regis fue rechazado, se quebró a la primera de cambio; lo hubiera esperado de Carlton, pero ¡ya ves!
    »En fin, espero que disfrutarás tus vacaciones porque ahora comienza tu trabajo. Eres recluta grado 1°, no tienes autorización de estar en los tres niveles inferiores, al menos que una autoridad grado 4°, o superior, lo solicite; toma tus cosas y repórtate en la barraca B-4, afuera del centro de operaciones, en el lado sur de la base.
    »Alístate, porqué salimos en una hora; llega al helipuerto 3 y espera instrucciones. Es todo.
    Alan Chagnut se retiró.
    —Bueno, el señor Chagnut me pidió que te guiara por la base en tu primer día —dijo Martinillo, ajustado sus lentes—. ¿Vamos ya?
    Nikolay recogió su uniforme y tomó su smarthear con velocidad, luego se bebió el café de un sorbo y se despidió de Malcom.
    El rubio asintió con la cabeza y continuó con su trabajo. Durante las veinticuatro horas de encierro, mientras Nikolay investigaba todo lo que podía, Malcom desarrolló una actualización más sofisticada para un smarthear; uno que no sólo escuchaba y respondía, sino que era capaz de ver y escanear el entorno. Nadie había pensado en ello, pues hasta el momento no existía una IA que fuera multifuncional; pero Épsilon, como tan fraternalmente le llamaba Nikolay, pudiera ser la primera de su tipo.
    Claro que todavía era un prototipo, un diseño en papel, una visión abstracta; pero estaba convencido de poder crearlo en tiempo récord. El brainer, como pensaba llamarlo, sería el único artefacto idóneo para medir el alcance de la composición de la IA, y explotar todo su potencial al máximo nivel.
    Malcom Layne estaba maravillado con Épsilon, durante el día que "convivió" con él; daba la sensación de estar vivo, igual que si fueran el alma de un hombre atrapada en una pequeña caja. Sin embargo, pese a la emoción de estudiar el logro más grande de su héroe, Zein Ginneorie, no tenía la ambición de duplicar a Épsilon; la teoría del caos anticipaba incontrolables calamidades de haber más como él.
    Ya era mucho riesgo darle el regalo de la visión, no obstante la tentación de lo desconocido hacía de Malcom un verdadero ingeniero.

JUEGOS DE GUERRA: REBELIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora