XV. FINAL DEL DISTRITO NEGRO.

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    EL TIEMPO se fue rápido; entre las labores de carga y sus nuevos empleos como enfermero y maestro de matemáticas, los trece días se fueron como agua entre las manos. Nikolay no tuvo oportunidad de pensar en una mentira convincente, muy ocupado estaba atendiendo a las personas que iban por lesiones comunes, fracturas producto de accidentes en el trabajo; nada grave hasta el momento.
    ¿Cómo explicar que luego de odiar tanto a los Saigos, quisiera unirse a ellos? Melissa sería la primera en sospechar, y ser honesto con ella no era opción; tan correcta como era, sería capaz de revelar el plan y arruinarlo.
    —¿Épsilon, alguna sugerencia? —preguntó Nikolay.
    —Lo siento, aunque tengo programada una "conciencia", carezco de una imaginación; no cuento con la capacidad de improvisar.
    »Sin embargo, lógicamente, puedes admitir que éste no es tu lugar; pues las áreas que más te gustan, y de las tienes aptitudes: computación y armamentista, son inútiles en ésta región.
    »Como dicen los humanos: «No puedes decirle a Da Vinci que no pinte». Y en tú caso, no puedo pedirte que no hagas idioteces.
    —Ya empiezas a comprender el sentido del humor; me pregunto si será eso conveniente. En fin, no es mala idea; supongo que no tengo de otra.
    —Pero Nikolay ¿te parece conveniente exponerte de esa forma? Sin la UAN te descubre no habrá oportunidad de regresar, tendrán prueba irrefutable de tu traición; por el contrario, si los Saigos te descubren el castigo será mortal —dijo Épsilon.
    —Entiendo los riesgos, pero que ¿acaso no soy uno de los mejores cadetes de mi generación?; después de todo logré dar la mayor calificación a mis compañeros en la práctica final, escapé con vida de un asedio real a una embajada extranjera y, de postre, escapé de una institución de máxima seguridad.
    »Creó estar listo, además contigo ayudándome, me siento más seguro que nunca —respondió el castaño.
    —Estaré contigo siempre que me necesites —dijo la IA.
    —¡Déjame, Melissa. No es para tanto; estaré bien! —gritó Daniel, el minero rubio; afuera, en la rúa.
    —Vamos, Nikolay es muy buen médico; lo he visto tratar con cosas como está —respondió la chica, tirando del brazo del tipo; quien se resistía a entrar en la enfermería.
    »¡Buen día, Nikolay! —saludó.
    —¿Qué tal? Pensé que irían de excursión al monte con los niños mayores. ¿Qué hacen aquí? —preguntó el castaño.
    —Pasaron cosas, Luke quiso trepar a una palmera por plátanos y se cayó; Daniel lo detuvo a tiempo, pero se lastimó el brazo.
    »Tuvimos que devolvernos —explicó ella—. ¿Crees que podrías revisarlo?
    —Claro, para eso estoy —respondió Nikolay con una sonrisa.
    Daniel no había parado de provocarlo en el tiempo que llevaba de conocerlo; insistiendo con sus celos absurdos. No sentía nada por Melissa más que una amistad; y aunque fuera lo contrario, el rubio no tenía porqué inmiscuirse en su vida.
    Ahora llegaba el tiempo de devolverle algo del acoso que le habían hecho.
    »Déjame ver tu brazo.
    Daniel lo miró con ojos de pocos amigos, mientras intentaba extender la extremidad. Una protuberancia sobresalía del hombro, dando una apariencia repugnante para una persona sensible; pero para Nikolay, no era nada raro ni alarmante. Ya había visto cosas peores.
    »¿Te duele? —preguntó, dando ligeros golpecitos en la herida; intencionalmente.
    —No mucho —contestó Daniel, disimulando muy bien el dolor.
    Durante un minuto, el castaño torturó de forma sutil al rubio; por su parte éste aguantaba el dolor, sólo mostrando como indicio una torcedura de boca ocasional.
    —No es nada, se trata de una dislocación normal; el húmero se separó del hombro. Con un ajuste estará como nuevo, o casi —declaró Nikolay.
   »Te aconsejo que salgas, reacomodar un hueso produce un ruido muy incómodo.
    —No te importa, ¿verdad? —preguntó Melissa al rubio.
    —Para nada, estaré bien; ¿qué tal si preparas mi platillo favorito? Así me recuperaré más pronto —coqueteó Daniel, poniendo ojos de perrito.
    Melissa asintió y salió por la puerta de la derecha, entrando a la cocina del refugio.
    »Es muy linda conmigo —dijo para sí mismo.
    Nikolay tomó el brazo y sin miramientos lo puso en su lugar; por desgracia o por fortuna, con fuerza era la única forma de acomodarlo. Daniel gritó de dolor, sin embargo fue por un momento.
    —Ya está, siéntete libre de irte cuando quieras —anunció el castaño, feliz.
    —Eso mismo puedo decir de tí; seguramente disfrutaste cada momento de mi dolor —expresó Daniel, haciendo círculos con el hombro.
    —Francamente sí. No te deseo un mal mayor, sólo pequeñas dislocaciones iguales a ésta.
    —No pienses que con ésto me detienes. Pelearé por Melissa contra quien sea, así tenga que romper todos y cada uno de los huesos de mi cuerpo.
    »Sobre aviso no hay engaño —respondió Daniel, observándolo fijamente.
    —Pues te topas con pared conmigo; yo para ganar no necesito pelear, sólo gano —declaró Nikolay, sin temor.
    El rubio entró en la cocina y en el camino se cruzó con Luke, que venía con una penca de plátanos en los brazos.
    —¿Ya estás mejor? —preguntó el niño.
    —Sí, Luke; no te preocupes, soy fuerte igual que un árbol —respondió Daniel, con una sonrisa sincera.
    —Lamento haberte lastimado, fue mi culpa que te rompieras el brazo; así que te traje una bananita de perdón —declaró el pequeño, arrancando un plátano de la penca.
    —Gracias, pero no te sientas mal; desde niño soy propenso a accidentes.
    El rubio se despidió y continuó su camino; por su parte, Luke fue con Nikolay y le ofreció dos plátanos también; uno para él y otro para Épsilon.
    —Te lo agradezco Luke, pero no tengo hambre y Épsilon no come; quedáte con ellos, después de todo son tuyos —contestó Nikolay.
    —Quedáte con ellos tú, después de todo, mañana es "día de reparto"; tendremos comida para un tiempo.
    »Ojalá pueda irme con la resistencia; el mes pasado me rechazaron por ser muy pequeño —contó el niño, sentándose en la camilla de atención.
    »Nikolay ¿cuándo se es hombre?
    —Es una pregunta difícil, unos lo logran antes, otros después; y algunos de plano nunca se convierten en hombres.
    »Tienes que ser maduro y responsable para empezar. Saber que tus acciones tienen consecuencias y actuar siempre con prudencia... No deberías preocuparte por eso, ya tendrás tiempo de entenderlo mejor —contestó Nikolay, sin saber cómo ser más específico.
    Jamás se había detenido a pesar ¿qué era y cómo se medía la hombría? Él se consideraba un hombre, sencillamente por sentirse uno. Era difícil de explicarlo.
    »Dime algo, ¿porqué quieres ser un Saigo?
    —Porque ellos ayudan a las personas, buscan la justicia y la igualdad, además de que conducen coches y disparan armas; eso me dijo mi padre antes de morir, él era uno —respondió Luke, comiendo un plátano.
    —¿Tiene mucho que murió? —se atrevió a indagar Nikolay, con miedo de desatar un mal recuerdo en el niño; pero con genuina curiosidad.
    —Casi un año, quizás un poco más. Él venía cada "día de reparto" y pasaba todo el día conmigo; a veces se quedaba un mes entero y volvía con la resistencia al siguiente.
    —¿Y tú madre? —preguntó el castaño. El niño se encogió de hombros —. ¿Todos los niños del refugio son hijos de saigos?
    —No, sólo Annie y yo; los papás de los demás murieron en la mina y otros tantos por el dengue, es muy difícil conseguir las vacunas; ¡por suerte ya todos la tenemos!
    »¿Tú ya estás vacunado? En éste lugar el dengue y el fitrovirus son más fuertes y mortales.
    —Descuida, tengo todas mis vacunas —respondió Nikolay.
    —Escuché a Gabriel decir que eran militares ¿es cierto? ¿Sabes conducir y disparar? —inquirió Luke. El castaño asintió—. ¿Puedes enseñarme?
    —No, eres muy pequeño aún; mejor concéntrate en mejorar tus matemáticas, andas muy mal.
    »¿Ya hiciste la tarea que te dejé?
    —¡¿Porqué todos dicen lo mismo?! ¡No soy un bebé! —exclamó Luke, evadiendo la pregunta. Era claro que aún no realizaba sus deberes.
    »¿Hasta cuando podré disparar un arma?
    —Cuando no tengas tantas ganas de hacerlo, entonces estarás listo. Entiende que un arma fue hecha para matar, y de ninguna manera es algo bueno.
    »¿No tienes otro ideal para el futuro, ser un doctor, un abogado, ingeniero, químico, biólogo o cualquier otra cosa?
    —No, quiero ser un Saigo igual a mi papá; ¿tú no quieres ser como tu padre? —inquirió Luke.
    —No lo fuí, él era muy listo; creó muchas cosas importantes durante su vida. Sin embargo sí seguí los pasos de mi hermano mayor, él también era militar; el mejor, me atrevo a decir.
    »Lo quería mucho. Y cuando falleció, ese deseo se fortaleció día a día; creo que empiezo a comprenderte —contestó Nikolay.
    »Aun así, prefiero que te mantengas lejos de ese mundo. Yo sé porque te lo digo; primero prepárate y cuando tengas dieciocho podrás tomar una decisión más sabia. ¿De acuerdo?
    —Ta' bien, al menos ya tengo una fecha que esperar. Y ¿cómo murió tu hermano?
    —Vamos Luke, ya tienes que ir a bañarte —interrumpió Melissa, entrando a la enfermería—. Después tendrás tiempo de hablar con Nikolay.
   El niño se puso de pie y se marchó, haciendo pucheros en todo el camino; a Luke no le gustaba el brócoli, los chícharos y, sobretodo, bañarse.
    —¿Era necesario que Luke se fuera a bañar antes de comer? Sospecho que tienes un caso muy grave de TOC —bromeó Nikolay.
    —Escuché parte de tu conversación con Luke, temía que te hiciera sentir incómodo; a veces los niños pueden ser difíciles de tratar.
    »Él es hijo de un Saigo y tú...
    —Entiendo tu preocupación, pero estoy bien; además Luke es un buen niño, y no tiene la culpa.
    »De hecho quería decirte que ya no podré ayudarte más con el refugio...
    »Me uniré a los Saigos.
    Melissa lo miró. No entendía ese cambio tan repentino, aunque tampoco sospechaba nada; las personas cambian de opinión todos los días, está en su naturaleza ser cambiante en todos los sentidos.
    —Pensé que los odiabas. ¿Qué cambió? —preguntó ella.
    —Me dí cuenta que no puedo continuar con tanto odio en el alma; quizás es tiempo de avanzar.
    »Sin mencionar que soy un bueno para nada, más que para las armas. No sé hacer otra cosa... Y si puedo ayudar a alguien con eso, que así sea —declaró Nikolay, o mejor dicho mintió; según lo sugerido por Épsilon.
    —Aquí eres muy útil, la enfermería nunca había estado mejor y los niños te quieren mucho; especialmente Luke.
    »Has sabido ganarte el aprecio de todos aquí —señaló Melissa, tomándose las manos, bajando el rostro.
    —Gracias, eso significa mucho para mí; y por eso pienso que lo mejor es unirme a ellos, así puedo ayudarlos más. Por lo que dijo Luke, les faltan vacunas y comida, entre otras cosas; y dado que los Saigos las proveen...
    —Entiendo tu punto de vista, y me alegra saber que no me equivoqué contigo; sabía que eras bueno.
    »El único problema es lo mucho que te van a extrañar los niños... y yo; en el poco tiempo que llevan aquí, tú y Gabriel, se han vuelto como de la familia.
    —Te agradezco tus palabras, para mí también será difícil separarme de ustedes —admitió Nikolay, quizás la única verdad que había dicho en toda su conversación.
    »Iría a preparar mis cosas, pero no tengo nada que llevarme —bromeó Nikolay, tratando de hacer menos triste el ambiente.
    Avanzó para seguir reacomodando los insumos, tarea que hacía antes de que Daniel lo interrumpiera. Entonces sintió un peso muy fuerte.
    Era Melissa, que lo abrazaba por la espalda.
    —Te quiero —dijo ella, pegando la mejilla contra su espalda.
    —¿Melissa? —masculló el castaño, sonrojado.
    Casi diez segundos duró aquella muestra de cariño; luego, Melissa se dió cuenta de lo que hacía y volvió en sí, alejándose. El castaño se volvió y la miró.
    —Perdona, no debí hacerlo; sin embargo, tenía que decírtelo. Si mañana piensas irte... —admitió Melissa, dejando el comentario al aire.
    —Descuida, no me incomoda; no soy tan verde. Sin embargo me siento obligado a preguntar ¿porqué me quieres? —cuestionó.
    —La verdad, me gustas desde que te ví; aun golpeado, te veías lindo. Después, cuando vi tu inmensa calidad humana, siempre buscando la forma de ayudar a los demás, sentí que empecé a enamorarme de tí —confesó la joven, sonrojada hasta las orejas.
    —Pues eres muy linda y mentiría si dijera que la abnegación no es una cualidad que cautiva a cualquier hombre; pero es muy pronto para mí.
    »Es una historia muy larga y francamente no he pensado en ello desde hace un tiempo; ¿podrías darme una prórroga para meditar?
    Nikolay sabía que era una propuesta muy poco usual, sin embargo quería aclarar su mente primero.
    El "romance" con Katrina fue fugaz; el mismo día que empezaron, ella murió. No tuvo oportunidad de probar las mieles del amor que tanto idolatran en libros y películas; de no ser por coqueteos ocasionales durante las prácticas. Por otro lado, Melissa era completamente diferente, ella era tierna, recatada y muy protectora; ella era más femenina.
    —Es raro que un hombre pida tiempo, y no sé qué contestar. Ésto es muy incómodo, lo lamento; no debí hacer nada —dijo ella, avergonzada de si misma.
   —No es por eso. Verás, había una chica que coqueteaba conmigo; pasamos muchas cosas juntos, ninguna de ellas romántica, y cuando decidimos iniciar algo, ella murió.
    »La ilusión de una relación salió tan rápido de mí cabeza que no supe cómo reaccionar; y hasta el momento sigo sin saberlo. ¿Entiendes porqué es muy pronto para mí?
    —No tenía idea, ¿fue por eso que te marchaste de tu hogar?
    —En parte sí. No te quiero rechazar, pienso que eres una persona muy... Lo que quiero decir es que me des tiempo.
    Melissa asintió, quizás un poco más tranquila de saber que tenía oportunidad; que sus sentimientos no fueron despreciados. Tal vez si era muy pronto, pero ¿qué se le iba a hacer? El corazón sabía lo que quería y cuando lo quería.
    Nikolay se inclinó y le dió un beso en la mejilla.
    —Gracias por entender —declaró el castaño, sonriente.
    —Bueno, tengo que seguir preparando la comida —respondió, esbozando una sonrisa; abandonando la enfermería.
    Una vez solo, Nikolay pidió consejos a Épsilon; no para conquistar a una chica, más bien quería una terapia para descubrir sus verdaderos sentimientos.
    Era un joven de veinte años, sin vicios, casto, que nunca había tenido novia; el ejército se oponía rotundamente a todos los placeres de la vida. ¿Cómo saber si estaba enamorado? ¿Acaso ese sentimiento se podía forzar, nacer y desaparecer a voluntad? ¿Porqué, desde su caída en Hautclimb, no había pensado en Katrina? ¿Tan rápido había olvidado su promesa?
    «¡Dios, ¿Porqué tenía que decir eso en éste momento!», pensó.
    —No tengo información al respecto, sólo puedo describir a el amor: concepto abstracto que simboliza un vínculo afectivo intenso hacia otras personas y/o cosas.
    »Lamento decirte que no puedo ayudarte. Mas quiero decirte que la mayoría de las emociones humanas son predispuestas por la mente consciente, si estás dispuesto a quererla, y quieres quererla, la querrás; también la idealización funciona, de hecho es la base fundamental del enamoramiento —explicó la IA.
    Era sorprendente como Épsilon quitaba todo lo romántico al concepto de romance, haciéndolo ver igual que un burdo proceso social impuesto para evitar morir solo.
    Nikolay no quería creer que eso fuera el amor, sin embargo los argumentos del AIP tenían sentido.
    Dejó las dudas antes de que le doliera la cabeza y cerró la cortina de la enfermería; indicando al Distrito Negro que estaba cerrada. Luego acudió al llamado de Melissa para comer.
    Durante el almuerzo, ni Melissa ni Daniel le quitaron los ojos de encima; aunque por motivos distintos.

JUEGOS DE GUERRA: REBELIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora