Capítulo 6

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La mano me empieza a temblar

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La mano me empieza a temblar. Un nudo se instala en mi garganta y siento cómo mis ojos se empiezan a llenar de lágrimas.

No puede contarlo, es mi amigo. No puede, no puede, no...

Una lágrima cae sobre la foto y me tapo la boca con la mano para ahogar un sollozo.

―Eh, eh, eh ―murmura abrazándome haciendo que la foto caiga al suelo. Agarro su camiseta y la aprieto en mis puños―. Tranquila, por favor.

Acaricia mi espalda y me empiezo a calmar. Me separo y le miro a los ojos ―ahora mismo me da igual que me vea llorar―. Veo preocupación en ellos, no sé cómo pensaba que iba a reaccionar, pero seguro que no así.

―N-no puedes contarlo...

Eric extiende su mano y me enjuga una lágrima.

―No pensaba hacerlo. Tendréis vuestras razones para querer ocultarlo. No te voy a engañar me muero de curiosidad por saberlo, sobre todo porque me encantaría darle un puñetazo en la cara a Ash, me cae bien, pero no sé. Su cara lo pide a gritos.

Una carcajada escapa de mi boca y termino de limpiarme la cara. Eric me está sonriendo.

―Gracias por entenderlo.

Eric cambia su sonrisa a una más... ¿perversa?

―No las des, me debes un favor, guapa.

―¿Cómo?

―Lo que oyes ―dice dejándose caer en mi cama―. Me quería hacer el interesante, pero ya da igual. Necesito que finjas ser mi novia por tiempo indefinido.

Mi cerebro se queda en modo "no responde". He tenido que oír mal. No ha podido decir lo que yo he entendido, sencillamente es imposible.

―No le des tantas vueltas. Necesito una novia falsa y ella ya está celosa de ti, así que no hay problema.

Espera, espera, espera. ¿Ella?

Y entonces mi cabeza evoca una imagen de unos ojos melifluos centelleando de ira cuando me acerque a Eric para comentar...

―¿Te gusta Bianca?

Eric se incorpora desordenándose los rizos negros con ambas manos. Cuando alza la mirada me dedica una sonrisa tímida.

―Sólo sé que me vuelve loco. En mi segundo año de psicología volvía a estar matriculado en casi todas las asignaturas de primero, ya te comenté que no era lo mío ―contesta a la pregunta―. Ése año entró Bianca y me hizo perder el sentido. Nos liamos un par de veces y le pedí salir porque pensaba que ella sentía lo mismo por mí.

Me siento en el suelo y él baja de la cama para acompañarme en la comodidad de las baldosas.

―¿No le gustas?

―Claro que le gusto, ¿no te fijaste cómo te miró cuando te acercaste el otro día durante el desayuno? ―pregunta con ceño. Yo asiento―. Creo que tiene miedo a salir herida, pero le da igual herir a los demás. Ella no tiene ningún puto problema en liarse con algún tío en la fiesta delante de mis narices y no lo soporto. No soy su maldito perrito faldero.

El amor no es para mí [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora