Capítulo 11

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—¿Quiénes juegan?

Volví a preguntar, ya se me había olvidado por completo.

—Nuestro club  versus nuestro mayor rival. —Dijo con cierto dramatismo— Es contra quienes perdieron mi hermano, solamente que otra categoría.

—Vale.

Estámos caminando por la asociación con nuestras manos entrelazadas. Por lo visto, según Aidan, hay una gran enemistad entre ambos clubes y la mayoría de personas esperan ansiosas por verlos jugar. El que gane pasará a competir nacionalmente.

—Te juro que nunca me di cuenta, —le comenté y di un ligero apretón a nuestras manos— soy demasiado despistada.

—Nah, —sonríe y mira su mano izquierda, empecé a masajearlo con mi pulgar— la mayoría de personas ni se percata de ello, no es que vas por la vida caminando con la mano cerrada... y con lo apresurada que va la gente hoy en día... ni lo notan.

—Cierto, hoy en día uno vive tan encimado en nuestros problemas, que a veces no prestamos la suficiente atención a los que nos rodea.

—Pero bueno, yo no me quejo. —Enarcó una ceja— Aunque sí me quejo de que hayas traído un bolso entero de frituras y comida rara.

—Oye, que no es comida rara. Además, no es mi culpa, mi padre se ganó un premio por el consumidor del año en un negocio y nos dieron muchas cosas.

—¿Y tu mejor opción ah sido traérselo a los angurrientos de mis amigos?

—No los llames así, también te traído a ti. Además todas las alacenas de mi casa están repletas, créeme cuando te digo que esto es solo una pequeña fracción.

—Vale. Si tú lo dices.

****

—Llegaron los enamorados. —Se burló Max a penas nos acercamos, Aidan le echó una mirada de muerte— Eh, que es broma.

Él me ayuda a subirme en la parte alta de las gradas. ¿Por qué todo siempre me parece tan alto?

Nos sentamos en la última tabla donde las cabezas de los demás no molestan a la vista.

Si la última vez que vine creía que la cancha estaba llena pues ahora está rebosando de personas por donde uno mirase. Este club sí que se toma en serio los partidos. Si no hay agrupamiento de gente en los asientos hay en las esquinas sentados en el suelo y hasta tenían silbatos para alentar.

—Traje aperitivos.

King me miró.
—No hacía falta, Lili, estamos bien.

Max lo miró, indignado. Y le estampó una mano en toda la cara.

—Si tú no quieres, no comas. Yo sí quiero.

El pelinegro a mi lado le entrecerró los ojos.
—Ni se te acurra tragarte todo con tus fauces.

—¿Yo?, nunca haría algo así.

Todo el mundo —menos yo— lo miró con mala cara.

—Vale, tal vez un poco.

Abrí mi mochila dejándola en el medio de donde todos nosotros.

—Escojan cual más les guste.

Ya pudieron adivinar quién fue el primero en lanzarse.

—¿Qué son estos? —preguntó Ethan agarrando unas galletitas de forma extraña con dos tapas y crema pegajosa en el medio.

—No lo sé, hay comidas extranjeras. — encogí mis hombros— Me llamó la atención.

Un encuentro casual [PAUSADA MOMENTÁNEAMENTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora