capítulo 2: No sé leer.

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Después del numerito que monté simplemente me permitió entrar a clase y me advirtió que ni se me ocurriese asustar a otro compañero. Yo obviamente le negué con energía, yo no repito mis jugadas, soy una chica con una imaginación infinita para sus pendejadas. No me dejó siquiera presentarme cosa que agradecí, mis compañeros sabrían quién soy en un par de días, no me hacía falta presentaciones simplonas, no tenían ni idea de la tormenta eléctrica que habían dejado entrar al centro.

Las horas pasaban lento y yo sólo traje a mi primer día de clases un folio y un boli, no era diferente a lo que usaba en España en un día normal, pero allí me sentía desplazada. Todo el mundo atendía en silencio y no despegaban los lápices del cuaderno. Nadie hacía bromas o montaba alguna escenita para perder el tiempo, me aburría. Al sonar la sirena para el almuerzo me asusté un poco ya que me había quedado en trance mirando por la ventana las nubes flotar. Yo, para variar en ese día de mierda, no traje nada para comer, no me acordé. Así que salí de la clase y pasando al lado del chico al que asusté antes, que se encontraba en el pasillo con otros dos chicos, le sonreí y le saludé para seguir con mi camino. Estos se quedaron mirando como desaparecía por las escaleras un poco confundidos y con la boca llena.

- Hola, perdona ¿Sabes dónde puedo comprar comida o alguna bebida?- pregunté a un grupo de chicas que estaba por allí riéndose y comiendo. Me encontraba un poco perdida.

- Ehh, sí, al lado de la salas de música hay máquinas expendedoras, sólo tienes que seguir recto y en el segundo bloque, girar a la derecha.

- ¡Vale! ¡Gracias! ¡Nos vemos!- eso último la dejó un poco descolocada ya que yo era una completa desconocida, pero me gustaba coger confianza rápido con la gente y si la veía otra vez por aquí no dudaría en entablar una conversación más amigable. Pero ahora mismo me moría de sed.

Salí corriendo hacia las máquinas cuando las vi de lejos, el pelo se me soltó y la gomilla voló a algún lado, pero no me importaba sólo quería comida. Había un chico allí, era alto, aunque parecía sacarme sólo unos cuantos centímetros, la verdad es que yo también soy una torre. Su pelo era oscuro, un negro azulado, me puse en la máquina de al lado, él sacaba una ¿leche? Qué lindo. Miré a la máquina y ésta era de café, recordé la mancha de esta mañana, pero igual necesitaría uno para no quedarme sobada en las clases, pulsé los botones.

- Los alumnos no pueden comprar café.- yo cogía mi café fresquito y le miré, él me miraba ahí parado bebiendo su lechecita.

- Qué raro, no he visto ninguna indicación, así que me lo cojo.- le sonreí.

- Lo pone ahí.- me señaló un cartel encima de las teclas de la máquina.

- Ups, bueno, ya lo he sacado. Además un cartel no me puede parar porque no sé leer.

Él abrió sus ojos y su boca antes mis palabras.

- Es broma, ¿Nunca has visto el meme?

Negó con la cabeza y volvió a chupar de la cañita.

- Da igual, chao ¡Nos vemos!- tengo que dejar de decir eso, todo el mundo me mira raro.


No me quedaba más sitio en el folio para dibujar. La verdad es que se me daba fatal dibujar, pero era mucho mejor que copiar kanjis, así que ahí estaba yo, empezando a trazar líneas en mis brazos. Quedaban pocos minutos para que finalizasen las clases y se estaban haciendo eternos. Cuando sonó la alarma fui la primera en coger mis cosas y levantarme, mientras mis compañeros me miraban raro. Ah, el saludo. Todos se levantaron e hicieron una reverencia al profesor, yo los imité. Salí la segunda después del profe y por fin pude estirarme a gusto por los pasillos.

Aunque estaba cansada (cansada de no hacer nada), quería dar un paseo por el insti y ver por donde quedaban las cosas para no perderme otra vez. Empecé a caminar, era bastante grande, parecía una universidad. Sólo las salas de música y los gimnasios estaban separados del edificio principal. Muchos chicos salían de sus clases o clubs de música con sus instrumentos a cuestas. Esos muchachos y muchachas pasaban en el instituto muchas horas, normal que las instalaciones tuvieran de todo un poco.
Pasé por el campo de fútbol, había chicos entrenando. A mí no me gusta el deporte porque no se me da bien, aparte de que soy una vaga total. No estoy gorda porque por la hiperactividad siempre me muevo de aquí para allá, pero mi cuerpo no está tonificado, tengo mis rollitos y mi barriga fofa. Eso no me importa para nada, me siento a gusto así. Más adelante salían unas chicas de un edificio con el pelo mojado, supuse que era el club de natación y al final del todo había otro gimnasio. Se escuchaba el chirrío de las zapatillas y el sonido de balones botando contra el suelo y las paredes. ¿Otro de baloncesto? Me asomé curiosa a la puerta que estaba abierta. Era voleibol masculino.

Tengo tres hermanos, dos más mayores y uno pequeño. La más mayor, Sandra, solía jugar al voleibol cuando era más joven, ahora se había convertido en una seca y amargada profesora de matemáticas con 34 años. Esos chicos entrenaban bastante concentrados y me apoyé en la puerta para analizarlos un poco y crearles voces y conversaciones imaginarias en mi cabeza. Estaba el chico de la lechecita gritándole a otro más pequeño con el pelo naranja, que raro verlo así, parecía un tipo muy tranquilo. También estaba el chico de mi clase, al que asusté, con sus amigos con los que estaba en el pasillo. Había una chica en el banquillo escribiendo algunas cosas en una libreta, por suerte no era a la que pedí indicaciones hace unas horas, porque entonces sí que iba a pedirle un deseo al universo, ya que la casualidad estaba funcionando tan bien.

- Perdona, ¿Buscas a alguien?- me giré y el hombre con gafas de esta mañana quien me cogió los papeles me dedicaba una pequeña sonrisa.- Ah, tú eres la de la solicitud. Te iba a avisar mañana ya que no te encontraba por ningún sitio pero ya que estás aquí...- se rascaba la nuca como si las palabras no fuesen su fuerte.- Has entrado en el club de voleibol, voleibol masculino, mi club, el que tienes en frente.

¿Mi cara? Un poema ahora mismo.

- ¿Qué? Pero si es masculino, ¿Cómo voy a estar?- rio un poco ante mi pregunta.

- Has entrado como mánager, ¿Ves a esa chica de allí?- señaló a la chica del banquillo, asentí.- Ella es Kiyoko, otra manager, va a ir a una universidad muy famosa y cara, tiene que dejar el club para empezar a trabajar con su padre. Por eso te acepté, necesitamos una mánager urgentemente, estos chicos tienen un gran potencial ya lo verás...

- Vale, vale, vale, lo pillo.- le corté porque me saturaba tanta información.- ¿Cuántos días a la semana es esto?

- Oh, es de lunes a viernes, más entrenamientos extras a veces en fin de semana y salidas especiales.- me sonrió y yo aguanté mis ganas de llorar. Adiós a mi tiempo libre por completo.

- Vale, perfecto, mañana me tienes aquí, es que hoy... debo volver a casa para terminar de instalarme y tal.- reí nerviosa mientras me alejaba, con los lagrimones a punto de salir de mis ojos. Sonreía como podía.

- Sí, claro.- me despidió con la mano y otra sonrisa.

- ¡Nos vemos!- me di la vuelta y caminé rápido. Otra vez con el ¡Nos vemos! ¿Podía verme más gilipollas? No.

Una chica de 18 años casi corriendo, más bien huyendo, de una escena incómoda, tras haber tratado a otro japonés desconocido como un amigo de toda la vida. Mirando hacia abajo y llorando porque no iba a poder ver anime desde que llegaba del instituto hasta que se dormía, porque tendría que estar viendo como un puñado de varones daban de putazos a balones. ¿Nadie piensa en los balones? Pobrecitos joder. Salí del instituto por fin, el sol ya bajaba y me dirigí hacia la magnífica posada sin agua potable.

FRIENDS (Haikyuu x OC) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora