Tras la larga cena, que había comenzado con aquella hermosa melodía regalada por Celeste, los hombres se reunieron para hablar de política, negocios y economía; solían hacer eso después de comer, era como tradición. Letizia se había quedado junto a algunas de sus amigas, mujeres cínicas como ella, que solo veían a las personas por en cima del hombro y aborrecían a los más pobres. Sin nada que hacer rodeada por ese cruel ambiente, Sofia caminaba hacia su habitación. Recién eran las diez de la noche, pero prefería estar trancada entre aquellas cuatro paredes que compartir el mismo espacio que su madre y sus secuaces.
A esas alturas y aprovechando que no había nadie por los alrededores —todos estaban en el gran comedor—, la joven ya tenía sus largos cabellos castaños sueltos y revueltos, aquel fino peinado hecho por una sirvienta no era más que historia; se había deshecho de sus alajas, puesto que le incomodaban; sus pies se hayaban descalzos, tanto tacón la volvía loca. Era una mujer entrenada arduamente por su familia, principalmente su progenitora, pero eso no quitaba que odiaba todo aquello, añoraba ser como Celeste, libre como el viento, capaz de ir a dónde quiera, vestir como quiera y amar a quien quiera.
Observó el océano a medida que sus pasos se acercaban más a su camarote y, recordó como si lo estuviera viviendo, las tiernas palabras del chico que había conocido esa mañana, la hermosa histororia del horizonte y el mar.
«Estrellas, concedan mi deseo, quiero verlo una vez más» pensó, un suspiro se escapó de sus labios y casi se reprendió por plantearse estupideces. No comprendía la necesidad de encontrarse con alguien al que solo había visto una vez.
Al posar su vista al frente sus pies se vieron en la necesidad de detenerse, lo que traía entre sus manos, sus orquillas, los collares, los pendientes, los zapatos, todo cayó al suelo sin aviso. El tiempo se detuvo en ese instante cuando divisó, a solo unos metros, la figura sonriente de el joven de orbes borgoñas. El viento los arropó con dulzura, moviendo los mechones de ambos en una larga travesía, el cielo estrellado se encargaba de resplandecer con fuerza para ellos, las olas que chocaban contra el metal del Titanic se convirtieron en la más hermosa de las canciones, junto al sonido de las gaviotas.
Tanjiro sonreía de un modo tan hermoso, tan único, tan él. Después de veinte años viviendo, ella jamás había conocido una risa tan cálida y pacífica.
Sofía no pudo evitar acercarse, dejando atrás todas sus pertenencias. A partir de ese día creería en la magia, ¿qué otra cosa podría haberlo traído hasta ella?
—Buenas noches —saludó él, inclinándose de un modo cortés.
—Eso no es necesario —siseó, negando con sus manos —. Buenas noches igualmente.
El varón se tomó un minuto para examinar su apariencia rebelde pero tranquila.
—Es bastante temprano, ¿se dirige a alguna parte? —indagó, tratando de ocultar su interés, parecía que no sabía que lo que más le gustaba a Sofía de él es que era como hermoso libro abierto, y todas sus intenciones eran claras como el agua del océano que admiraba.
—A mi habitación, por hoy me retiro —dijo apenada, sabiendo que las palabras de Tanjiro eran verdaderas.
—¿No está con los de su clase? —inquirió nuevamente, cada vez más esperanzado.
—No, lamentablemente no gozo de una agradable velada con mi gente —Se encogió de hombros, dedicándole una sonrisa —. No me siento cómoda rodeada de ese tipo de personas, me agobian y me hace pensar que tal vez un día sea como ellos, y eso me aterroriza, así que prefiero huir fingiendo malestar.
—Es usted un poco distinta a las mujeres de clase alta —Fue más un comentario a sí mismo, aunque claramente escuchado por su receptora.
—Tráteme de tú, has sido muy formal desde que nos conocemos. Prometo no volver a decirte usted si tu lo haces también —reprochó la jóven, alzando su dedo meñique cerca del rostro del chico, esperando una contestación.
El hombre no tuvo más remedio que juntar sus meñiques en una tierna promesa bajo la luna. Parecían dos pequeños niños felices, como si aquello fuera más allá de una simple promesa de abolir las diferencias, pero...
¿Qué era?
—Entonces, ahora que no son necesarias las formalidades, supongo que puedo invitarte a una velada un poco distinta —le extendió su mano.
Fue el turno de Sofía para echarle un vistazo. Se veía un poco mejor vestido que esa mañana, con una camisa blanca, larga y ancha, la cual trataba de meter en su pantalón, mas las telas parecían no conformarse con estar en cautiverio así que gran parte de la prenda terminaba fuera, tenía los tres primeros botones desde arriba hacia abajo abiertos, mostrando parte de su pecho, dándole un toque varonil. Su melena estaba revuelta, tal vez a causa de la brisa o por la misma razón por la que gotas de sudor descendían por su piel, tal vez estuvo haciendo algún tipo de ejercicio.
Lo que más le llamó la atención fue ese destello fugaz en aquellos orbes. Parte de ella le decía que no aceptara esa invitación, se metería en problemas y claramente aquel chico le gustaba, debía ceñirse a su papel como prometida de Kyojuro; pero la parte de ella que anhelaba más que una vida aburrida y monótona vio en esos profundos ojos algo que le gritaba "libertad", como si ese joven pudiera darle eso que estuvo buscando toda su vida.
Así que, aunque estuviera tomando la decisión errónea, Sofia agarró esa mano que se le extendía y dejó que Tanjiro la guiara a un mundo que desconocía.
.
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.Palabras del autor:
Ahora quiero un Tanjiro, fin del comunicado.
Escribir este capítulo ha sido muy fácil para mí porque Tanjiro tiene una personalidad tan cálida que de verdad me transmite todas esas cosas. Sinceramente, si yo hubiera montado en Titanic me hubiera enamorado de él :3
Ahora sí comienzan los vergazos :D
Si te está gustando la historia vota y comenta para que llegue a más personas ~(˘▽˘~)(~˘▽˘)~
Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿
~Sora.
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ʟᴀ ᴘʀᴏᴍᴇᴛɪᴅᴀ ᴅᴇ ᴋʏᴏᴊᴜʀᴏ |•ᴛᴀɴᴊɪʀᴏ ᴋᴀᴍᴀᴅᴏ|• ✓
Fanfiction➢ "La historia como nunca te la han contado". Mas de mil doscientas personas arriban al RMS Titanic con el objetivo de llegar a Nueva York; de ellas sobreviven mucho menos de la mitad tras el naufragio ocurrido. Todos conocen la trágica historia del...