Capítulo 3

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Sheila

Una semana después

Todo ha estado calmado desde que Gael no ha vuelto aparecer. Ha llamado, pero doña Amelia, quien es la señora a cargo de la casa, es la que atiende el teléfono y se lo entrega a don Alfredo después. Su estado de ánimo mejora cuando habla con su nieto, parece que su cariño hacia él es enorme.

Por otro lado, Fany me envía mensajes todas las mañanas y noches. No le he comentado nada sobre lo que pasó aquella tarde, porque no quiero que me haga mil preguntas y tampoco deseo volver a recordar el error que íbamos a cometer.

Me miro en el espejo antes de salir de mi habitación, llevo una ropa casual ya que don Alfredo dijo que no había problema en usarla. Ese día insistí para utilizar el uniforme, no lo veía apropiado el andar por ahí como si fuese algo más que una enfermera, pero al final me convenció y acepté.

Llego a la cocina y me encuentro a doña Amelia preparando el almuerzo, la saludo mientras tomo un vaso con agua.

― Ya casi tengo todo listo ― Me informa y la miro ―. He cocinado los alimentos que usted me indicó

― Perfecto ― sonrío ―. Gracias por seguir las indicaciones

― No es nada. Todo sea por el bien del señor Relish

Voy por don Alfredo a su habitación, hace unas horas atrás lo mandé a descansar luego de tomarse su medicamento y aunque no quería; logré convencerlo. Toco la puerta antes de ingresar, me asomo y lo encuentro viendo por la ventana que da hacia el jardín.

― Buen día ― Digo entrando

― Parece que hoy lloverá ― Dice él viendo hacia arriba ―, las nubes están negras y el aire se volvió algo frío

Me acerco a la ventana y confirmo lo que está diciendo. El clima cambió después de que toda la mañana hubo un radiante sol. El paseo de hoy tendrá que cancelarse y pasarlo -si es que el clima nos favorece- para otro día.

― ¿Qué pasa, señor? ― Le pregunto cuando su mirada se pierde

Niega leve ― Nada. Solo que estaba recordando cuánto le gustaba a mi esposa este tipo de clima. Era su favorito

― En cambio yo, lo detesto ― murmuro bajo, pero no tan bajo porque él me vuelve a ver con curiosidad

― ¿Se puede saber por qué?

― Me traen malos recuerdos ― sonrío leve ―, pero basta de charlas porque debemos ir a comer

― Sinceramente tengo mucha hambre ― Confiesa y reímos leve saliendo de la habitación

Al llegar a la cocina encontramos la comida ya servida sobre la mesa. Tomamos asiento, hacemos una pequeña oración -que don Alfredo está acostumbrado a realizar- y luego comenzamos a comer. No puedo quejarme de la comida, realmente la señora Amelia cocina delicioso, aunque se trate de algo tan pequeño. Además; ha sido muy amable conmigo, y algunas veces -cuando el señor está tomando su siesta- tenemos pequeñas charlas.

Por lo que me contó, ha trabajado para los Relish desde hace diez años; justo cuando la esposa de don Alfredo falleció. No se quedó mucho tiempo en la casa familiar porque se vino a atenderlo a él personalmente, ya que era la única sirvienta con la cual se sentía a gusto.

Las gotas de lluvia caen fuertemente en el momento que me levanto para lavar los platos sucios, aunque la señora se opone lo hago de todos modos. Cuando acabo dirijo mis pasos hacia la sala, al pasar por la puerta principal; esta se abre y deja entrar a una chica alta, pelirroja, de ojos verdes.

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