Capítulo 14

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Gael

Dos días después

No puedo sacarme la imagen de Sheila de mi mente, no puedo dejar de pensar en sus gemidos, jadeos, de su grito cuando llegó al maldito orgasmo. Su cuerpo encaja tan bien conmigo, sentirla de nuevo fue la puta gloria, recorrer su cuerpo con mis labios fue... increíble.

Fue tan mía como años atrás, tuve que contener las ganas de seguir disfrutándola porque si seguía ahí nada bien terminaría las cosas. No fue lo suficiente, han pasado seis años desde que la probé por última vez que necesitaba más de dos rondas.

Carajo.

Tengo claro que fue un error habérmela cogido sin ninguna protección de por medio, pero sé que ella debió de tomarse la pastilla. Debió de hacerlo porque no le conviene un embarazo ahora mismo.

Ni a ella ni a mí.

Han pasado dos días desde aquella maldita noche, realmente me hirvió la sangre ver como se besaba con ese imbécil y saber que estuvo en su cama fue la gota que derramó el vaso. Aun sigo sin poder creer que alguien más la tuvo, que alguien más la vio desnuda, que ese alguien haya vuelto a su vida.

No he ido a la casa del abuelo porque no estoy preparado para para verla sin querer hacerla mía de nuevo, es patético, pero es así. Mi escusa es que tengo demasiado trabajo y que me quiero preparar para el juicio de este jueves. No sé si me creen, pero al menos no me hacen ninguna pregunta.

A las dos de la tarde vuelvo a la casa, la tarde de hoy es lluviosa, en las calles se ven a las personas con sus paraguas y otras corren a refugiarse de la lluvia. Me detengo en un semáforo en rojo. Suelto un suspiro apoyando mi frente sobre el volante, una sensación extraña invade mi pecho y trato de entender el por qué lo siento ya que no es la primera vez, aquella noche también lo sentí y me negué aceptar que sea un sentimiento que no debe ni asomarse.

«Ya no soy tu mujer. Dejé de serlo cuando te firmé los papeles del divorcio»

Rio con ironía, sus palabras fueron firmes y me hicieron recordar tantas cosas. Solo un año, un puto año nos mantuvimos en matrimonio y hubo momentos tan... inolvidables hasta que todo se pudrió por su maldita culpa y por su sed de venganza. Creo que tal vez... si ella no hubiese arruinado todo ahora mismo nos encontraríamos en nuestra casa en Puerto Rico; con dos, tres, cuatro hijos, siendo la familia que alguna vez soñamos.

El claxon de un auto me obliga avanzar, al seguir conduciendo mi celular empieza a sonar y sin ver de quien se trata contesto. Minutos después cambio mi rumbo maldiciendo una y otra vez, parece que mis primas necesitan que las recoja y no pude decirles que no.

Me toma unos minutos para llegar y estacionar el auto, toco el claxon para que sepan que estoy afuera, pero estas nunca salen. Tomando mi paraguas salgo del auto, toco la puerta y doña Dania es quién me abre. La saludo antes de continuar mi camino, escucho risas en la cocina y no dudo en ir hacia allá. Me las encuentro sentadas juntos al mostrador, preparan algo porque tiene varias cosas con ellas y un olor rico llega a mis fosas nasales

― Buenas tardes ― Digo

Sheila -quién estaba de espaldas- pega un respingo y luego suelta un quejido

― Oh Dios, te has cortado ― Exclama Violeta, preocupada

― Estoy bien ― Murmura ella acercándose al fregadero

Me acerco a ella, tomo su mano y reviso que no sea algo grave. Maldigo al ver que -aunque la cortada es pequeña- esta no deja de sangrar, una punzada de preocupación me invade. Además, siento una sensación conocida al estar tan cerca de ella.

InmarcesibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora