Capítulo 8

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Sheila

Es tu culpa.

No tienes perdón de Dios.

Espero no volverte a ver nunca más en mi maldita vida.

Las palabras de Gael retumban en mi cabeza una y otra vez. Lágrimas bajan por mis mejillas, mantengo mis ojos cerrados mientras abrazos mis piernas y apoyo la frente contra mis rodillas, contengo las ganas de gritar mordiendo fuertemente mi labio hasta hacerlo sangrar, el dolor en mi pecho se hace más fuerte con cada minuto que pasa.

Esto no es real.

Esto no pudo suceder.

Esto debe ser una maldita pesadilla.

¿Dónde quedó nuestra felicidad?

Al levantar la mirada me encuentro con la oscuridad de la habitación, la brisa fría entra por la ventana chocando ligeramente con las cortinas, las olas del mar se hacen escuchar y me confirma que todo sucedió de verdad.

Sigo llorando. Sigo recordando ese horrible día. Sigo sintiéndome tan destrozada, vacía estoy muerta en vida.

La alarma logra despertarme, adormilada veo la hora y estoy a tiempo de llegar al hospital. Suelto un suspiro antes de levantarme, busco mi ropa antes de irme a duchar, al estar dentro me veo en el espejo y noto lo desastrosa que me encuentro; ya que no he dormido muy bien estos días.

Con el permiso concedido, volví a casa para descansar un poco. Don Alfredo estaba en buenas manos así que no me preocupaba mucho el dejarlo solo, el doctor Gómez me ayudó en el permiso; él fue quién habló con Gael y lo convenció. Después de aquel día no volvimos a cruzar alguna palabra, sus palabras me dolieron más de lo que imaginé y cuando Fany me envolvió en sus brazos no pude soportarlo más... me derrumbé.

Él ha estado tan pendiente de su abuelo junto con sus dos primas. A simple vista se ve que aceptan lo que está sucediendo, pero sé que por dentro se niegan a creerlo.

Luego de encontrarme lista salgo de mi habitación, sé que me encuentro sola porque mi amiga tiene un examen a temprana hora y ya debe de estar en la universidad. Agradezco que se haya ido temprano, no he respondido a sus preguntas porque sé que ella no dudaría en ir detrás de Gael para darle su merecido y, además, no estoy para contarle algo tan doloroso.

Treinta minutos después me encuentro en el hospital, al ir a dejar mis cosas saludo a mis compañeras que recogen las suyas para irse a descansar. Cuando me encuentro en la sala de espera suelto un suspiro al ver a Paola con Violeta, ambas están sentadas en las sillas viendo algo en el celular, me parece algo extraño que su primo no esté con ella, pero luego me regaño mentalmente porque no debo fijarme en eso.

Ya que ellas no me notan aún, me dirijo al consultorio del doctor Gómez para informarme sobre la salida de don Alfredo. Su cáncer lastimosamente ya está avanzado y es de células pequeñas, por lo cual; empezará con su quimioterapia hoy mismo.

Fue algo difícil comunicarles a sus familiares sobre esta noticia, fue horrible ver a sus nietas llorar porque saben que esto lo llevará a la muerte y sus hijos simplemente no dijeron nada al igual que Gael. Solo apartaron la mirada y volvieron a sus asientos.

A veces no hay ninguna palabra que nos haga sentir bien o que mejore lo sucedido, así que es mejor callar y aceptar las cosas.

― Buenos días ― Saludo al doctor cuando entro en su consultorio

― Buenos días ― Murmura ―. Creo que no tengo que decirte nada sobre como trabajar con este tipo de pacientes.

Luego de tener una pequeña conversación con él salgo de ahí y voy directo a la habitación de don Alfredo. Al llegar a dicho lugar me encuentro con sus nietas en la puerta, ambas me sonríen y me saludan con amabilidad.

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