Capítulo 10

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Gael

Mantengo mi mirada fija en los documentos que tengo sobre el escritorio, escucho a Richard murmurar algo en voz baja, pero lo ignoro y sigo en lo que estoy. Son las tres de la tarde y no he podido concentrarme del todo, mi amigo me pidió ayuda con un nuevo caso que tiene y claro; no puedo decirle que no cuando me ha dado la mano siempre que se lo he pedido.

― Creo que si debe de haber grabaciones de lo sucedido ― Lo escucho decir ―. ¿Gael, me estás escuchando?

Parpadeo y afirmo.

― Estaban al frente de una cafetería ¿no? ― Él asiente ―. Entonces además de buscar ese vídeo, también ve al lugar y pregunta si alguien vio todo desde el principio.

― Sí, también estaba pensando en eso ― Lo miro luego de unos minutos ya que siento su mirada fija en mí ―. Tú tienes algo y no me digas que no porque desde que volviste con la enfermera de la cafetería tu estado de ánimo cambió. ¿Qué pasó?

― Nada ― Respondo ―. Solo que recibí una llamada no muy agradable ― Miento

― Supongo que una llamada de Vi...

― Sí ― Lo corto ―, pero mejor ve a buscar lo que necesitas y así yo puedo ver algunos detalles del caso de Black

― Bien, como ordene el señor Relish ― Ruedo los ojos ―. Te veré en unas horas. Adiós

― Que te vaya bien ― Murmuro

Richard sale de mi oficina, suelto un suspiro y paso mi mano por mi cabello con cierto estrés, lo único que me faltaba es que él me haya recordado lo que sucedió. Por un momento pensé que no lo iba a notar, que se quedaría callado como lo estaba haciendo, pero me he equivocado.

Sheila me dejó mal; no solo lo digo por la maldita erección que me provocó, sino también porque mi mente sigue recordando sus palabras y el pasado. Más imbécil no pude ser. El provocarla, tocarla, besar su piel fue algo que no debí de hacer, en vez de eso tenía que ponerle un alto para que no volviese a suceder.

Carajo.

Es estresante que Richard no esté enterado de este maldito secreto, si fuese así tuviese a alguien con quién desahogarme para calmar la rabia. Sí; ni siquiera él que ha sido mi mejor amigo -desde la universidad- sabe la estupidez que cometí años atrás, nunca se lo comenté. Es más, cuando me llegó a preguntar el por qué había desaparecido un tiempo le mentí diciéndole que necesitaba pensar muchas cosas, disfrutar un poco más de mi juventud antes de tomar mis responsabilidades. No sé si tragó el cuento, no sé si averiguó que lo que haya dicho fuese verdad, pero desde ese día no volvimos a tocar el tema.

Agradezco que tenga claro lo que debe o no hacer; rara vez me llena de preguntas, cómo lo hacen mis primas, me lleva la contraria o intenta meterse en asuntos que no le pertenece. Por su manera de ser es que la amistad entre nosotros se mantiene en pie, creo que lo único bueno que aún tengo es a Richard y aunque nada es para siempre; espero que no cometa alguna idiotez que me haga odiarlo y quererlo lejos de mi vida.

Tomo mi celular y reviso unos mensajes que tengo pendientes, uno de ellos me hace sonreír, pero otro mensaje tira el momento agradable a la basura. Abro uno de los cajones de mi escritorio, sonrío con ironía al ver algo y recordar la estupidez que hice sólo porque me importaba una mierda lo que sucediera conmigo, ahora que lo pienso mejor no debí dejar que sucediera, lo único bueno de ese error es un momento feliz que me llena de alguna manera.

Pero me sigo arrepintiendo de eso.

Las horas pasan, la noche trae con ella una fuerte lluvia, llego al estacionamiento y subo a mi auto para luego conducir hacia casa. Esta noche no visitaré al abuelo, las chicas irán con el tío Fabián así que no me preocupo por ellas, una parte de mí se siente aliviado porque no tendrá que ver a Sheila y la otra parte; se pudre lentamente porque necesita acabar lo que quedó pendiente.

InmarcesibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora